El "lobby" norteamericano-irlandés entorpece la libertad de actuación del Gobierno de Dublín
La influencia del lobby norteamericano-irlandés en la política de la República de Irlanda ha quedado demostrada una vez más esta semana cuando, por presiones norteamericanas, el primer ministro, Charles Haughey, no ha podido cambiar al actual embajador del Eire en Washington.
Después de haber anunciado una amplia combinación diplomática, que incluía el nombramiento del representante irlandés en Washington, Charles Donlon, ante las Naciones Unidas, el Gobierno de Dublín se ha visto obligado a dar marcha atrás en sus planes y afirmar que Donlon goza de la absoluta conflanza del Gabinete.El traslado de Donlon estaba motivado por razones de política interna exclusivamente. Donlon es un moderado en el tema de Irlanda del Norte y se ha pronunciado repetidamente en contra de las recaudaciones de fondos que el caucus irlandés en Estados Unidos y, principalmente el grupo dirigido por el congresista de Nueva York Maro Biaggi, realiza entre los emigrantes irlandeses y que, según todos los indicios, van a engrosar los fondos destinados a la compra de armas para el IRA.
Confrontado a una presión creciente por parte de su partido, Fianna Fail, para que adopte una política más agresiva en relación con el Ulster, Haughey pensó en sustituir a Donlon por una persona más representativa del pensamiento de su partido. Pero no había contado con los «cuatro barones» de ascendencia irlandesa que se consideran los verdaderos intérpretes del pensamiento iralndés en Estados Unidos y que son nada menos que el senador Edward Kenned,y, el presidente de la Cámara de Representates, Tip O'Neill; el gobernador Hugh Carey, de Nueva York, y el senador Daniel Moyniham, los cuales se han opoesto sistemáticamente a las actividades del IRA desde el asesináto de lord Mountbatten el pasado año.
Para los «cuatro barones», el cambio de Donlon no era conveniente y lo vetaron automáticamente.
Según ha informado la Prensa irlandesa, O'Neill y Kennedy telefonearon personalmente a Haughey para manifestarle su oposición al cambio de embajador, aduciendo que tal cambio influiría desfavorablemente en las relaciones entre Estados Urlidos y el Eire. Los dos interlocutores del Taoiseach (primer ministro) manifestaron que el apoyo del Partido Democráta a la unidad de Irlanda -incluido en la plataforma electoral de este año- está condicionado a la consecución de la misma por medios pacíficos.
Ante la presión, Haughey no tuvo más remedio que prometer a sus influyentes interlocutores que Donlon permanecería en su puesto, aunque esa marcha atrás le haya supuesto enfrentarse a una situación interna verdaderamente embarazosa. Como escribía ayer el Irish Times, «existe una línea perfectamente definida entre consejo e injerencia, y nuestra política exterior ha gozado siempre del respeto ajeno por su independencia».
El episodio sirve para ilustrar de forma palpable que el verdadero problema de Irlanda sigue siendo la participación unilateral de la isla dictada por Londres hace 52 años, y que el Ulster sigue pesando como una losa en el quehacer diario de la vida de la República.
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