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Senadores norteamericanos se oponen a la venta de armamento a Arabia Saudí

El Departamento de Estado de Estados Unidos mantiene un discreto silencio en torno a la polémica que enfrenta a Washington con Ryad, tras la intervención de 68 senadores norteamericanos, que piden al presidente Jimmy Carter que anule la venta de equipo suplementario para los sesenta aviones de caza norteamericanos, del modelo F 15, suministrados por Estados Unidos a Arabia Saudí en 1978.Las reservas de los senadores se fundan en el temor que el equipo suplementario, depósitos auxiliares para el combustible y nuevo armamento permita la utilización del equipo aéreo saudí contra un eventual ataque al Estado de Israel, al incrementar el radio de acción de los F 15.

El embajador de Arabia Saudí en Washington, Sheik Faisal Alhegelan, precisó que la defensa de su país y sus pozos de petróleo, «vitales para todas las economías occidentales», es un tema que cubre «todas las direcciones». Sobre todo, después de los acontecimientos en Afganistán y las posibles pretensiones de la URSS en la zona del golfo Pérsico.

Los saudís argumentan que los 2.500 millones de dólares que pagaron por el equipo aeronáutico incluyen la posibilidad de utilización completa de los F 15.

La polémica representa un problema suplementario para el presidente Jimmy Carter, en un momento de plena campaña electoral. Estados Unidos no puede permitirse enfrentarse a Arabia Saudí, principal reserva de petróleo para los países occidentales y uno de los mejores aliados, si no el único, de Washington en el momento de moderar pretensiones de alzas de precio del petróleo que se producen en cada reunión de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).

Por otra parte, si Carter cede a la «presión» de los senadores, movida por el grupo que defiende los intereses proisraelíes en el Congreso de Estados Unidos, corre el peligro de radicalizar aún más la postura de Ryad contra los acuerdos de paz de Camp David, solución para los palestinos de la zona de Cisjordania, siempre rechazada por la Organización de Liberación de Palestina (OLP).

El dilema para el presidente Carter parece irresoluble. Excepto si logra «aplazar» la decisión hasta después de la elección presidencial estadounidense, del 4 de noviembre próximo. De todas formas, Carter cuenta ya con escasos partidarios dentro de los dirigentes norteamericanos de origen judío, conscientes del «riesgo» de que una reelección del actual presidente para otros cuatro años pueda dar un giro importante al asunto palestino. Recuerdan los coqueteos de la Administración Carter con miembros de la OLP, tema que costó el puesto al ex embajador de Estados Unidos en Naciones Unidas, y amigo personal de Carter, el dinámico Andrew Young.

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