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El Papa, en Brasil

(...) Es evidente para aquellos que siguen a Juan Pablo Il en Brasil que el Papa se ha entregado, a su manera, que no es violenta, a una cotidiana e incesante denuncia del régimen brasileño actual. En Brasilia, ante el presidente Figueiredo, evocó amplíamente los derechos del hombre, y en la favela Vidigal donó su anillo; el discurso a la juventud en Belo Horizonte, en que se declaró companheiro de los trabajadores paulistas, Juan Pablo II ha demostrado incontestablemente dónde estaba su Brasil y dónde debía estar la Iglesia brasileña. Ni del lado de la represión, ni del lado de la injusticia o de la violencia, ni del lado del hambre, ni del lado de las desigualdades.Lo demostrado y repetido al proponer constantemente su solución. Una solución que no es nueva, ni sorprendeiite, ni totalmente revolucionaria: el Evangelio, una bella, una sana y aplicada lectura del Evangelio.

8 de julio

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