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Varios muertos entre la multitud entusiasta que recibió al Papa en un estadio de la ciudad de Fortaleza

Juan Arias

Juan Pablo II inauguró ayer, en la ciudad brasileña de Fortaleza, a las nueve de la noche, el X Congreso Eucarístico Nacional de Brasil. Un grave incidente, en el que resultaron muertas entre tres y siete personas, según distintas fuentes, y varias decenas heridas, precedió la llegada del Santo Pontífice a Fortaleza. Algunas personas murieron aplastadas ante las puertas del estadio Castelao, que la multitud forzó de madrugada para asegurarse tener plaza para ver al Papa.

En la ciudad de Belem, en Amazonia, el papa Wojtyla, por primera vez durante este viaje, se ha echado a llorar sin poder contenerse. Lo hizo en Marituba, ciudad donde viven solos más de 4.000 leprosos. El Papa lloró enjugándose las lágrimas con un pañuelo blanco cuando un joven, de unos quince años, con el cuerpo mordido por la lepra, se le arrojó a los brazos.El congreso eucarístico, que había sido el motivo oficial de este viaje del Papa a Brasil, ha sido inaugurado ante todo el Episcopado del continente, que es el más numeroso del mundo, y ante el cual pronunciará hoy un discurso muy importante de más de dos horas. Existe gran expectación tanto en los ambientes eclesiásticos como políticos. Es significativo, por ejemplo, que después de tantos discursos del Papa con fondo social y político, el cardenal primado de la Iglesia de Brasil haya declarado que el Papa «no ha venido a apoyar ni al régimen ni a la oposición», su papel ha sido, según el cardenal, «despertar la conciencia de todos».

La escenografía del altar donde se inauguró ayer el congreso eucarístico era grandiosa. Había sido estudiada por el arquitecto Marrocos Araga para que el Papa pudiera ser visto desde todas partes. A pesar de esto, cada ventana desde la que se podía ver al Papa fue alquilada desde hace cuatro meses por peregrinos argentinos, al precio increíble de 200.000 pesetas. El palco del altar tenía 220 metros cuadrados. El altar, giratorio, estaba dominado por una gran cruz de dieciocho metros de alto. En los extremos habían sido colocados dos grandes cirios de dos metros de altura y casi uno de diámetro. La orquesta estaba compuesta por más de 100 instrumentos de cuerda. Flores y frutas tropicales completaban el decorado casi de cine de la escena. El Papa abordó en su homilía el tema de «una sociedad sin injusticias».

En Fortaleza, Juan Pablo II estará exactamente treinta horas. Desde allí hará su último gran vuelo antes de salir para Roma. Irá a la ciudad de Manaus, en el corazón de la selva amazónica, para encontrarse con los indios, cuya población, inicialmente de tres millones, se ha quedado reducida a tan sólo 150.000 habitantes, a causa de su exterminio.

Noventa jefes de tribus indias tienen la intención de entregar al Papa una carta abierta. en la que denuncian el proceso de exterminio del que son víctimas, proceso al que comparan con «la matanza de los pueblos polaco y judío por el imperialismo y el racismo nazi». Señalan que el exterminio se ha intensificado estos últimos años con la apertura de la carretera transamazónica.

El Papa participará, en un paisaje único en el mundo, en la procesión de san Pedro, en el gran río Negro, acompañado por más de 3.000 barcas de pescadores.

Antes de llegar a Fortaleza, el Papa había estado ya en Teresina, y después, en Belem, volviendo locos a los informadores, que ya no logran seguirle. En Belem el calor era de cuarenta grados, y la humedad ecuatorial, del ciento por ciento. Las 10.000 personas que asistieron a la misa papal tuvieron que ser regados con las mangueras de los bomberos para que no se achicharraran. Desde el altar, el encargado de la ceremonia gritaba: «Recibid esta agua como una bendición».

Y mientras el Papa está a punto de terminar esta increíble peregrinación brasileña, sólo se habla de él en todos los lugares por donde ha pasado. La gente vuelve a los sitios donde ha celebrado misa o donde Juan Pablo II rezó o se dejó sacar fotografías, recogiendo las flores ya marchitas con la esperanza de que hayan podido ser tocadas por «Juan de Dios». En Salvador de Bahía, donde las prostitutas, casi todas mulatas, habían sido metidas en la cárcel «para no turbar la paz de la llegada del santo», como escribía un diario local, se ha hecho pública una vibrante protesta del abogado defensor, el criminalista Hernández Andrade, quien había pedido un hábeas corpus. El abogado defendió a las prostitutas con las palabras del Evangelio: «Quien de vosotros esté sin pecado, que tire la primera piedra», y, sobre todo, aquellas palabras, aún más explícitas, de Jesús a los fariseos: «Las prostitutas os precederán en el reino de los cielos».

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