Los gayumbos del señor Pérez
Hubo un tiempo, ya lejano, en el que las figuras del toreo llevaban anotada la ganadería de Antonio Pérez en la lista de sus preferencias. Después, no sabemos si por los desaciertos en el complicado tejemaneje de la búsqueda de ese «toro-voy-que-vengo» que los ganaderos comerciales intentan, la casta de la ganadería se perdió en las alquimias genéticas, los mandones la fueron olvidando y hoy ha quedado ya para estas corridas veraniegas que turistas y afición vienen padeciendo.A pesar de estos pesares, los toros no ofrecieron problemas insolubles. Bien es verdad que tardeaban, punteaban y cabeceaban pegajosamente y buscaban refugio en terreno de toriles. Pero nada de esto debe ser un agobio para toreros expertos y que aspiran a puestos de altura en el escalafón. Pero como para ellos el toreo es «ponerse ahí » y esperar a que llegue el toro con el hocico por el suelo para llevarlo hasta allí con el pico de la muleta, no es de extrañar que el número no saliera.
Plaza de Las Ventas
Toros de Antonio Pérez de San Fernando, flojos y justos de presencia, excepto el sexto, de mucho respeto. Se dejaron pegar en el caballo, manseando y sin estilo. El quinto, de Pérez Angoso, devuelto por cojo, y el quinto bis, sobrero del mismo hierro, inofensivo y sin fuerza. Espadas: Julio Robles (ovación y ovación), Roberto Domínguez (palmas y palmas), Agustín Parra, Parrita (silencio y pitos). Presidió sin problemas el señor García Conde.
Julio Robles y Roberto Domínguez son toreros que saben y pueden torear, pero el domingo pudieron dar el paso adelante y no lo dieron. Julio estuvo con aseo y despegado en un toro y con algo más de coraje en el otro, pero sin llegar hasta donde debía llegar. Roberto fue toreado por el segundo apé, y con el fácil perezangoso anduvo más preocupado de la estética que de la eficacia. En el tercio de varas de este toro hizo alarde de sus dotes de palafrenero, al llevar de la brida al caballo del picador en busca del toro, entre el indignado griterío de la afición.
Lo mejor de la tarde se lo vimos a los subalternos. Chicorro y Paco Cervantes tuvieron que saludar después de colocar pares muy arriesgados y meritorios, y Joselito Calderón estuvo muy acertado.
Babelia
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