Estreno mundial de "Cante, en memoria de García Lorca" de Olavide
Los conciertos de la Orquesta Nacional, en el tradicional escenario del patio de Carlos V, han sido planteados en esta ocasión por Ros Marbá con absoluto rigor programático. Ninguna concesión: dos obras de Mozart, el estreno mundial de Cante, de Gonzalo Olavide, y Dafnis y Cloe (versión coral), en la primera sesión; Las estaciones, de Haydn, en la segunda. Y, en ambos casos, éxitos rotundos.La producción musical basada en textos de Federico García Lorca aumenta cada día. (Pienso que no estaría de más la programación, en los festivales granadinos, de las mejores partituras lorquenas, pero dejo el tema pará otro día.) Lo de hoy es el triunfo absoluto de Gonzalo de Olávide con su Cante, en memoria de F. G. L. Esta suerte de gran cantata, basada en el estremecedor soneto Yo sé que mi perfil será tranquilo, responde a un encargo de la ONE, y, debió estrenarse en Madrid el pasado mes de noviembre. Surgieron dificultades de diverso orden (falta de tiempo para el montaje, situación algo conflictiva en el Coro Nacional, etcétera) y la «creación mundial» quedó reservada, con todos los honores, al 20º Festival Internacional de Granada.
Lo primero a subrayar es la profunda transmigración musical conseguida por Olavide de la letra, el espíritu y hasta la distancia de los versos de Lorca. Con un refinado sentido acústico y una percepción poética de gran calado, el músico madrileño residente en Ginebra nos da su versión del «soneto», sus palabras, su significación, la profecía dramática que encierra. No se trata de «poner en música» la palabra poética, sino de realizarla musicalmente. El canto coral de los dos primeros cuartetos está precedido de un trozo instrumental, de fascinante y sencilla coloración, y seguido por una larga meditación orquestal de carácter estático, contemplativo, vibrante como los ámbitos y el aire de Granda que se resuelve en el largo «crescendo» de los, «tercetos» tratados en un estilo polifónico bastante complejo.
Los valores armónicos aparecen estrechamente fundidos con los tímbricos, en tanto que las líneas melódicas responden a la estructura del texto, se derivan de él, en su simplicidad y hasta en la originalidad contrastante de ciertas imágenes. Partitura de amplio aliento y minuciosa escritura, no se «adhiere» a ninguna actitud estética apriorística, ni practica lo que -todavía aquí- se denomina vanguardismo cuando ya ha dejado de serlo. En definitiva, estamos ante algo sumamente expresivista y de gran sutileza humanística a través de la cual Lorca y su soneto se transparentan cuando no se adivinan en lejana perspectiva espacial y temporal.
Tomás Cabrera y Sabas Calvillo han trabajado muy bien el Coro Nacional, que estuvo espléndido, y Antonio Ros Marbá montó una versión segura y bellísima, tan bien entendida como claramente explicada. Gonzalo de Olavide tuvo que saludar repetidas veces en unión de los intérpretes.
Dos sinfonías de Mozart
Víctor Martín y Enrique de Santiago protagonizaron una de las más hermosas páginas mozartianas: la Sinfonía concertante en Mi bemol, tocada por la ONE con gran calidad de sonido -flexible, blando- y de fraseo. Ros Marbá, ya es sabido, interpreta la música de Mozart con gran estilo y los dos concertistas españoles, cada uno con sus particulares características personales, hicieron de la parte protagonista diálogo matizado y rico en contrastes. Antes, la sinfonía número 15 nos trajo el Mozart joven, a punto de superar la galantería. Por parte de orquesta, coro y director no hay que insistir ,en la brillante e intencionada traducción de una página tan de repertorio como la segunda suite de Dafnis, de Maurice Ravel.
Babelia
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