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Entrevista:

Lula: "Los trabajadores brasileños han conseguido desenmascarar al régimen"

Hace dos años y medio, los obreros de la industria automovilística de Sao Paulo se pusieron en acción guiados por un tornero de 31 años de edad, Luis Ignacio da Silva, más conocido por Lula. Lograron pasar por encima de un decreto del Gobierno, por el cual los salarios se hacían depender de la tasa de inflación. Era la primera vez desde el golpe militar de 1968 que los obreros se atrevían a hacerle frente al Gobierno. Curiosamente, fueron muchos los empresarios que acogieron con satisfacción la aparición de Lula. Pensaban que era necesario repartir los frutos del increíble crecimiento económico brasileño, ya que, de otra manera, podía darse el caso de no generar la demanda suficiente para permitir el continuo avance económico. Dos factores vinieron a cambiar esta situación. El país está atravesando una gran crisis económica, con la mayor deuda externa del mundo. En segundo lugar, Lula ha comenzado a aparecer como una fuerza política viable que podría actuar como el detonador que impulsara a Brasil a sacudirse la camisa de fuerza impuesta durante los dieciséis años de régimen militar.

Cuando los obreros de la industria automovilística iniciaron su tercera huelga en el mes de mayo de este año, el Gobierno soltó el látigo. Enviaron la segunda sección del Ejército para aplastar las manifestaciones de los obreros y Lula fue encarcelado (sin juicio) y cesado de su cargo sindical.Lula ha salido ya de la cárcel y se encuentra de nuevo en activo. Este personaje, una especie de Martín Lutero King, sigue siendo la fuerza principal entre los trabajadores.

Lula, en la primera entrevista desde su salida de la cárcel que concede a un corresponsal extranjero, reveló en pocos minutos la elocuencia que le ha convertido en una estrella del mitin político de la televisión.

Pregunta. ¿Fracasó la huelga?

Respuesta. La huelga no acabó cuando me encarcelaron. Me arrestaron el 19 de abril y la huelga duró hasta el 12 de mayo. El período de huelga fue más largo después que antes de mi arresto. Creo que no se puede evaluar la huelga tomando sólo en consideración las ganancias económicas. Hay que evaluarla considerando el ánimo de los que participaron en ella. Creo que, pocos países han conseguido una victoria tan grande para la clase trabajadora como la que logramos en Brasil; no creo que en ningún otro país se mantuviera una huelga de cuarenta días, sin ningún tipo de ayuda económica, enfrentándose al Ejército y a la policía, que trataban la huelga como si se tratara de una guerra, con todo tipo de armas: ametralladoras, bombas, todo menos cañones.

Creo que la clase trabajadora desenmascaró al régimen. Creo que dentro de dos o tres años veremos cómo se aceptan las peticiones de los obreros de la industria automovilística. La situación es insostenible para este Gobierno. Se puede apreciar claramente el desgaste que esta huelga le ha producido al Gobierno.

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Estábamos seguros de que podíamos lograr, si no ventajas económicas, sí avances políticos que, de otra forma, hubiéramos tardado diez años en conseguir. Lo que sucedió aquí el 1 de mayo fue una muestra importante, cuando las esposas de los obreros, con sus hijos y flores en las manos, se enfrentaron a la policía que intentaba impedir una manifestación de los obreros. Los obreros están ahora dispuestos a realizar una huelga de ochenta días, en lugar de cuarenta, el año que viene, y de 120 días dentro de dos años. No niego el hecho de que los trabajadores de Sao Bernardo (un distrito industrial de Sao Paulo) sean una élite. Pero hay que comprender a esta élite. El que lo seamos no significa que estemos bien pagados; significa que el trabajador brasileño está mal pagado. De manera que si el salario mínimo es de ochenta dólares al mes, los que ganan cien dólares no tienen un buen salario. Hay que decir que Sao Bernardo, la ciudad más industrializada de toda Latinoamérica, tiene en la actualidad 80.000 favelados (chabolistas), y que el 80% son obreros metalúrgicos, trabajadores especializados, que viven en favelas porque no pueden permitirse pagar un alquiler.

P. La lucha por una mejora salarial va a ser más difícil en el futuro. El Gobierno está decidido a reducir el crecimiento económico y, por consiguiente, a reducir todavía más los salarios reales de los trabajadores. ¿Cuál piensa que va a ser el resultado de la estrategia del Gobierno?

R. Creo que lo que se necesita es un ligero cambio de la mentalidad del Gobierno. No queremos más aumentos de salarios que elevarían la inflación. Sería estúpido de nuestra parte porque sabemos que si los salarios aumentan se crea un círculo vicioso. No deseamos que nuestros salarios suban el 100% y que luego suba la inflación el 120%. Lo que el Gobierno debe comprender, y la clase trabajadora se lo va a hacer comprender, es que no queremos un aumento que incremente la inflación, queremos un aumento que reduzca los beneficios de las empresas. El Gobierno tiene que comprender que continuaremos luchando por mejoras salariales y que si quieren controlar la inflación tendrá que emplear medios más satisfactorios. El Gobierno tendrá que poner fin a los enormes beneficios de las empresas y tendrá que acabar con la especulación financiera. Lo que no puede hacer el Gobierno es reducir nuestros salarios.

P. ¿Cómo cree realmente que el pueblo de este país puede cambiar el Gobierno? ¿Por medio de elecciones y partidos políticos o por una crisis provocada por la represión de las huelgas? ¿Se va a ver en Brasil lo que se ve ahora en Corea del Sur, tanques en las calles luchando contra el pueblo, o va a ser algo similar a lo de Nicaragua?

R. La gente decía que las huelgas eran algo para las élites, que sólo irían a la huelga los obreros metalúrgicos. Dos años después de nuestra primera huelga hay muy pocas clases de trabajadores que no se hayan puesto alguna vez en huelga. Incluso la policía lo hizo. Y también los recogedores de basura y los funcionarios. Mire lo que están haciendo ahora los campesinos, invadiendo tierras que son suyas.

También creo que los partidos políticos son una forma de encauzar las energías de la clase trabajadora. Por eso nos interesa crear un partido político. Creemos que podemos hacer mucho en el Congreso para abrir caminos a la clase trabajadora. Creemos que el camino hacia una sociedad más justa sólo podemos encontrarlo en nuestra propia experiencia. Hay algo que sí sé: las cosas no se pueden poner ahora mucho peor. La sociedad no lo tolerará. Por eso soy optimista: la situación sólo puede mejorar.

P. Si hay más huelgas y el Gobierno aumenta la represión, ¿descartaría la necesidad de que los trabajadores se defiendan de manera violenta?

R. En primer lugar, nunca digo a los trabajadores lo que tienen que hacer. Todo lo que se le propone a la clase trabajadora es producto de un consenso. No hace falta que repita que creo que la violencia engendra violencia. Si el Gobierno se radicaliza, los trabajadores también se radicalizarán.

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