Bolivia, 29 de junio: elecciones o guerra civil
El domingo deben celebrarse en Bolivia elecciones generales, de las que saldrá el nuevo presidente del país, tras el período de interinidad que ha administrado Lidia Gueiler,esa mujer combativa y tenaz de 54 años, antigua secretaria de Paz Estenssoro, diputada hoy por La Paz, uno de los dos únicos diputados no varones. La señora Gueiler Tejada asumió la primera magistratura a raíz del semifracasado golpe del coronel Natusch, en noviembre, asfixiado por la reacción del pueblo, los partidos, el Parlamento. Decimos que, fracasado a medias porque ni hubo responsabilidades para los rebeldes -pese al copioso derramamiento de sangre-, ni significó el cese de los monipodios de la ultraderecha destinados a impedir la celebración de elecciones. Esas maniobras se multiplicaron desde que, el pasado enero, el Congreso fijó para el 29 de junio su fecha. A mediados de abril daban el fruto de la sustitución del constitucionalista general Riibén Rocha por García Meza en la jefatura del Ejército.El nuevo comandante en jefe fue uno de los principales apoyos de Natusch en su aventura y, un mes después de tomar el cargo, amenazaba al Congreso, usando el tema del juicio que tiene abierto el ex presidente Banzer por la corrupción y violación de derechos humanos durante su régimen. A primeros de junio, las FFAA pedían imperativamente el aplazamiento de las elecciones «al menos por un año». La intervención de¡ embajador norteamericano, Weissman, desaconsejando la injerencia castrense, dio lugar a que el Ejército le declarase «persona non grata», exigiendo su salida del país. El día 9, el coronel Jorge Estrada, de la mismisima guardia de la presidenta, intentaba, en estado de embriaguez, asesinarla.
Las últimas noticias que nos llegan del altiplano dan cuenta de intentos postreros de la ultraderechista Falange boliviana para impedir los comicios:. asalto al' consulado estadounidense y al centro boliviano-norteamericano en la cíudad de Santa Cruz, la segunda del país. ¡Qué lejos quedán los tiempos en que René Barrientos reprimió la guerrilla del Che Guevara y Regis Debray con la importante ayuda de asesores y fuerzas especiales de Estados Unidos! Dijérase que algunos militares -detentadores, a lo que se ve, de línea directa o cordón umbilical con la divinidad- no han comprendido aún que nada se puede, al menos en América, contra el pueblo unido entre sí y con la ley además, sobre todo cuando los intereses populares concurren con los del «poderoso vecino del Norte». No hace falta doctorarse en estasiología para llegar a tales evidencias. Ni tampoco en Ciencias Políticas para entender que en Bolivia hoy nadie quiere una dictadura constitucional de, emergencia, tipo «romano» (con un general recibiendo poderes especiales por un tiempo), ní se va ya a admitir uñ crudo despotismo «moderno», con sus clásicos mecanismos de dominación de clase por medio de un déspota o élite, fachada ideológica, cierto pluralismo dentro de la oligarquía y obediencia pasiva (junto a explotación económica) de la mayoría.
Militares leales
Por otra parte, la alianza sindicatos-partidos-Flarlamento, que se opone a cualquier solución de fuerza, obligaría a ésta, en todo caso, a devenir guerra civil, entre otras razones porque hay muchos militares leales a la ley, hastiados de un intervencionismo militar de quince años que dio pocos frutos de progreso y muchos de corrupción, y porque la política de Carter de promocionar democracias formales en Latinoamérica, como el mejor freno a una revolución aflorada en tanta injusticia socioeconómica, garantiza que habrá elecciones, y urge que se realicen cuanto antes. Nos cuestionamos si un eventual presidente Reagan muñiría mejores triacas.
También conviene decir que los partidarios del putsch no sólo han de tener en cuenta el anuncio de haelga general y la convocatoria a la resistencia pasiva en todo el país, si aquél se consumase, sino cosas tan elementales como que un golpe de Estado se decide a niveles políticos y sirve a la realización de objetivos puramente políticos, siendó únicamente su ejecución «técnica» encomendada a profesionales de las armas. ¿Y quiénes tienen en Bolivia interés en golpear?: parece que hoy, solitariamente, la derecha política más reaccionaria y los militares implicados en los excesos del periodo banzerista. Estos, lógicamente, han de intentar arrastrar a los compañeros de ar mas de buena fe. Siempre ha sido así. En Chile, los orquestadores de la rebelión de 1973 pregonaron por las salas de banderas el Plan Z (que tendría elaboradas listas y programados asesinatos hasta de los menos significativos miembros de las fuerzas armadas), buscando provocar entre los militares una reacción lo más irracional posible. Es que el núcleo de la cuestión lo constituye siempre la «preparación política» del terreno, pues la ejecución.meramente técnica de un golpe acostumbra a ser sencilla, como puso de evidencia Curzio Malaparte, como demostró ar quetípicamente el Ejército ar gentino en 1976: Quienes aspiran a romper la ley, la Constitución, deberían reflexionar acerca de la dinámica. sangrienta de violencia y represión de derechos humanos en que quedan atrapadas, abocadas, aquellas fuerzas armadas que se dejan usar como instrumento de intereses oscuros, como obstáculo a la justicia y a la dignidad nacional y social. Un somero repaso a la historia de las Repúblicas de Centro y Suramérica permite constatar la «definitiva» solución de los problemas políticos, el logro de la justicia y el derecho que trajeron consigo (sirva como ejemplo El Salvador o Guatemala para quienes no gusten de los del Cono Sur) cientos o miles de golpes de Estado en esa entraiíable América. Pero quizá la cultura histórica de aquellos «aspirantes» no llegue más allá de las rebeliones y sediciones. Puede que desconozcan otros logros del genio político latinoamericano, como la Constitución de Querétaro.
Bolivia, dos veces España, extensa para seis millones de habitantes, ercerrada sin salida al mar desde que perdiera la sola que tenía, hace cien años, en la «guerra del Pacífico». Fronteriza con Perú, Brasil, Paraguay, Argentina, Chile, ocupa el corazón de Suramérica, como Checoslovaquia el de Europa. País rico (estaño, petróleo incluso) de indios pobres y analfabetos, como los padres de aquel general-presidente Torres, asesinado en el ex¡lio argentino, igual que el chileno y patriota general Prats. «Antes morir que vivir esclavos» proclama el himno nacional boliviano.
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