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Manuel Vicent: "Me conformo con que «Angeles y neófitos» sea una diversión bien escrita"

Acaba de aparecer la última novela del escritor

Manuel Vicent acaba de publicar Angeles o neófitos, en la Editorial Destino, donde el pasado año, por estas fechas, apareció su Anarquista coronado de adelfas. El autor de Pascua y naranjas, la novela con la que Manuel Vicent ganó en su día el premio Alfaguara, ha narrado en esta ocasión, la historia de un personaje que tiene todas las características de un ser sacado de la España cotidiana posterior a la dictadura franquista. El se conforma con que su último libro «sea una diversión bien escrita».

«El protagonista de la obra», dice Manuel Vicent, «es de carne y hueso, es el beato Ripo y vive entre nosotros. Es un artista pintor, un santo que renueva su carné de identidad cada cinco años, como un san Francisco de Asís que quiere estar a bien con la policía. Es un tipo que te quita el gafe».En cuanto a la historia que protagoniza Ripo, «se puede decir, más o menos dentro de una información de solapa, que es el boceto de una pequeña pastoral escrita con la ingenuidad del santoral antiguo, la historia milagrosa de un beato moderno y desnudo instalado en medio del paisaje, alejado de los vertederos de envases, en busca de una felicidad agraria. Es un cuadro solar de flores, moscas, olores agrestes, prodigios y recetas para el espíritu, la ventana abierta de un santuario donde entra el relámpago seco del desierto».

Manuel Vicent trata de disminuir, con sus adjetivos, la importancia de la obra que ha escrito. «Uno es consciente de sus limitaciones. Me conformo con que este libro sea una diversión bien escrita. Por desgracia, uno siempre trabaja como si se estuviera examinando de redacción. Sólo aspiro a que la gente, después de haberme leído, tenga la sensación de que ha pensado».

A pesar de lo que a primera vista puede parecer, Angeles o neófitos no es una fábula religiosa, «sino un invento naturista, una fábula ecológica. Trata de encontrar el medioevo en las afueras de la ciudad, en el primer descampado, o de descubrir personajes vivos que condensan cierto magnetismo cósmico. Hoy existen muchos gurús de importación.

Manuel Vicent es uno de los autores españoles en los que se da una síntesis más evidente entre lo que es la forma y lo que es el fondo de una creación literaria. «Ante cualquier cuestión yo nunca me planteo en primer lugar qué tengo que decir, sino cómo decirlo. Puede ser esterilizante. Pero creo que la forma puede llegar a tener un gran poder de penetración, esa pronfundidad de la piel de la que hablaba Gide. El adjetivo es, un medio de comunicación, el único instrumento literario para luchar contra Ia competencia de las imágenes visuales. Frente a tantas máquinas que nos suministran tantos datos objetivos creo que hay que volver a refugiarse en la mentira de la literatura. La forma es un campo inagotable de mentira, de imaginación, de invención. Todo está dicho. Pero no la manera de decirlo. Eso es el arte. Algo que no sirve para nada. Sólo para pasar el rato ».

A Manuel Vicent le parece milagroso «que alguien tenga cierto interés en leer lo que escribo ». Este libro en particular no va dedicado a ningún lector en especial, «porque uno va por libre. Este oficio consiste en meterte en lo que no te importa, en acudir a donde no te llama nadie. Cuando me pongo a escribir nunca puedo evitar la sensación de estar perdiendo el tiempo, agrediendo inútilmente al prójimo. Sería increíble tener un éxito de público. Te leen los amigos. Puestos a imaginar, me gustaría que me leyeran 2.000 personas elegidas por mí. Gente divertida y marchosa».

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