Escándalo político en torno al ministro de Exteriores belga
Nuevo escándalo en la política belga: Henri Simonet, ministro de Asuntos Exteriores y miembro del buró del partido socialista francófono hasta hace poco menos de un mes, candidato oficioso a la secretaría general de la OTAN, podría estar indirectamente implicado, a través de su esposa, en un feo negocio de venta de armas a Argentina y Uruguay.El escándalo ha sido destapado por el semanario Pour, revista independiente de izquierda, que ha dedicado sus tres últimos números a un amplio informe titulado Simonet connection.
Según la revista, que publica numerosas fotocopias de documentos confidenciales, la esposa del entonces ministro de Asuntos Exteriores, Marie Louise Simonet-Angenet, fue nombrada a finales de 1977 administradora delegada de la sociedad Bruxelloise d'Auto Transport (BAT), fabricante del carro blindado BDX, cuyas características le convierten más que en una máquina de guerra en una pieza ideal para reprimir manifestaciones y disturbios.
En enero de 1978, el presidente de la Cámara de Comercio belga-argentina anunció la visita a Buenos Aires y Montevideo de tres directores de la empresa constructora del BDX, entre ellos la señora Simonet. El embajador en la capital uruguaya envió a su ministro un telegrama pidiendo instrucciones urgentes sobre la actitud a adoptar ante la visita de su esposa y otras dos personas «a fin de presentar a las autoridades militares de este país un vehículo blindado». El telegrama, que pasó en Bruselas por las manos de varios funcionarios, estupefactos, fue rápidamente contestado por Simonet: «Usted no debe intervenir en asuntos de exportación de armas más que con instrucciones precisas de mi parte».
La señora Simonet, que se encontraba ya en Buenos Aires, canceló inmediatamente su viaje a Montevideo y regresó apresuradamente a Bruselas. Cinco meses más tarde presentaría su dimisión. «He dimitido», explicaría al estallar el escándalo, «porque la empresa me podía mezclar en actividades que no están de acuerdo con mis convicciones». La revista Pour apostilla: «La señora Simonet es el colmo de la ingenuidad. Acepta un puesto en una empresa que fabrica blindados y luego descubre que eso puede ir contra su conciencia». Marie Louise Simonet no se quedó «en paro». Inmediatamente aparece como presidente de la firma Sivanco, dedicada a la exportación e importación de bienes diversos».
El escándalo está ya en la calle y probablemente encontrará también eco en el debate parlamentario que, a petición de los socialistas flamencos, enemigos acérrimos de Simonet, se celebrará próximamente en Bruselas con un sólo punto en el orden del día: la venta de armas. Bélgica es proveedora habitual de todo tipo de armamento ligero. Una ley reciente impide las ventas a regímenes que no respeten los derechos humanos, pero como diría con algo de cinismo el propio Simonet, cuando se le reprochó que a los pocos días del asesinato de monseñor Romero en El Salvador zarpara de Zeebrugge un barco con destino a Uruguay transportando veintidós carros y toneladas de municiones: «Si Bélgica no los vende, otro país lo hará... Sin querer mezclar temas distintos pienso que el Gobierno belga debe tener en cuenta los intereses económicos del país».
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