Resnais y Salgot, lo científico y lo urbano
ENVIADO ESPECIAL, Mi tío de América, de Alain Resnais, con guión de Jean Gruault, inspirado en los trabajos del biólogo Henri Laborit y con la interpretación de Gerard Depardieu, Nicole García y Roger-Pierre, es, probablemente, la película francesa con más posibilidades de figurar en el palmarés algo a tener en cuenta en un país en el que lo propio es ensalzado hasta límites insospechados. Al margen de esta supravaloración de lo autóctono, el filme de Resnais es uno de los experimentos científico-cinematográficos más sugerentes.La participación del biólogo Laborit es básica en esta comedia, que pretende ser también reflexión sobre el comportamiento animal en general y humano en particular. Resnais y Gruault han conseguido un didactismo científico de primera magnitud, a la vez que cuentan tres historias personales ajustándose a los cánones tradicionales de la farsa. A juicio del biólogo, nuestras sociedades están organizadas sobre el modelo Cro-Magnon de la dominación. Nuestro cerebro no ha evolucionado después de 15.000 años de existencia. O se domina o se es dominado. Ante esta situación surgen tres reacciones posibles: la lucha, la huida o la inhibición. En este último caso se produce toda suerte de enfermedades, úlcera, cáncer, locura, etcétera, salvo que podamos darle salida agrediendo a un congénere.
Estas teorías se muestran en el filme de dos maneras: de una parte, analizando el comportamiento de unas ratas en el laboratorio del científico, de otra, contemplando las reaccion es de los tres personajes, compartamiento -tamizado por los hábítos sociales- muy similar al de las ratas. Sin duda alguna, Mi tío, de América es una de esas películas «de festival» en las que al buen hacer cinematográfico hay que añadir la aportación de numerosos hallazgos formales. En definitiva: Resnais ha conseguido conjugar la búsqueda, de nuevos modos de expresión artística con el rigor científico. El resultado es un excelente filme.
Mater amatisima, de José Aptonio Salgot, basada en un argumento de Bigas Luna, exhibida en la Quincena de los Realizadores, demuestra varias cosas: en primer lugar, que existe un nuevo director en España con el talento suficiente como para realizar películas de interés; en segundo lugar, que la ausencia radical de referencias bulturales, geográficas y políticas no presupone la abstracción de una anécdota. Mater amatisima podía haber sido realizada en la República Federal de Alemania o en Japón sin que por ello perdiera la menor significación. Ello se debe a que el filme narra historias individuales en 1980, año y siglo en el que ya está sobradamente demostrada la interinfluencia de los mass-media, y concretamente de la televisión, en el comportamiento del ser humano.
Si las canciones de los Rolling Stone conmueven por igual a las multitudes de todos los continentes, películas como la de Salgot pueden conectar con cualquier sensibilidad en cualquier parte. También demuestra que la calidad final no está directamente vinculada con el coste inicial. Película de pocos medios y brillantes resultados. Por último, demuestra también que una actriz como Victoria Abril puede desempeñar un papel difícil con una gran profesionalidad. En resumen: una película española intimista, actual, con un presupuesto muy bajo y que ha conseguido conmover a buena parte de la población de cinéfilos que pasea sus ojeras por La Croisette.
Películas como Mater amatisima, las dos últimas de Bigas Luna, Bilbao y Cañiche, o la aún sin estrenar Arrebato, de Iván-ZuIueta, van conformando un nuevo concepto de cine en el que la ciudad, lo urbano, se convierte en el condicionante decisivo del comportamiento individual, y todo parece indicar que las grandes ciudades hace tiempo que perdieron su fisonomía propia. El acero, la especulación, el ritmo de vida podrían explicarlo.
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