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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La OTAN y el Pacto

LAS "CUMBRES" de la OTAN en Bélgica y del Pacto de Varsovia en Polonia han coincidido en el tiempo y también en su contenido simétrico: cada una de las dos organizaciones militares ha denunciado la agresividad creciente de la otra. Y cada una ha reducido la impórtancia de las medidas de conciliación que su adversaria ha tratado de apuntar: mil carros de combate que la URSS retira de Europa, mil cabezas nucleares que Estados Unidos se llevará del continente. Lo que queda, o lo que se repone -los misiles Pershing 2 y Cruiser, americanos; los SS-20, soviéticos-, son, ya se sabe, suficientes para la destrucción total. Predominan las medidas de rearme -se solicita un 3% más del presupuesto para gastos militares de los países de Europa-, pero no parece que el problema sea de más o menos armas: hay suficientes en los arsenales. La cuestión está en la reducción del rearme verbal y político que se ha iniciado en los dos bloques, de las actitudes de hostilidad que ya están ocurriendo. El país disidente del Pacto de Varsovia, Rumania -la OTAN ha tenido dos, Francia y Grecia-, ha señalado que Europa debería zafarse de esta tenaza, en la que la sujetan los dos grandes bloques, y que debería irse a una disolución, pura y simple, de los dos pactos, llamados defensivos por sí mismos, y ofensivos por los contrarios, Es un ideal lejano, que en estos momentos parece más inalcanzable que nunca. Rumanía puede correr la suerte común de quien pretende mediar entre dos matones. Como Francia, como Grecia, que ya han recibido las andanadas de Estados Unidos, repetidas ahora por el nuevo rostro antiguo de Muskie. La primera gran comparecencia internacional del secretario de Estado de EE UU no le distingue en nada de Brzezinski; de Kissinger sólo le separa el talento diplomático de aquél. Muskie ha regañado a los países que retrasan o tratan de suavizar sus sanciones contra la URSS y contra Irán (aunque el tema de Irán haya quedado ausente del debate oficial de la OTAN), y a los que no creen que la détente pasa por la disuasión; copio a los que no niegan su participación en los Juegos Olímpicos de Moscú (pueden «provocar la irritación del pueblo y del Congreso» en Estados Unidos). Los españoles nos salvamos de esa ira, a pesar de no pertenecer a la OTAN y de tener el pequeño esptuto de «neutrales». Vamos a recibir la visita de Carter, probablemente, en el mes de junio, en una serie que comprende también Lisboa y Belgrado. Ocasión temible para intercambio de discursos oficiales de guerra fría, que ya se va instalando en nuestro país en su aspecto meramente interior de «caza de brujas». Esta semana militar de las dos Europas conduce directamente al acontecimiento de hoy por la tarde: el encuentro entre Muskie y Gromiko en Viena, donde acuden los dos a celebrar el aniversario de la neutralidad de Austria (que ha sabido guardar las formas y explotar admirablemente las ventajas políticas y económicas de esa posición sin abandonar nunca su modo de vida occidental; porque Austria siempre ha tenido políticos auténticos y no maniquíes hinchados por el viento de otros poderes). El pronóstico general para esta conversación es malo. Carter no puede dejar que decaiga la crisis: cabalga sobre ella Como sobre un potro desbocado, y eso le da la sensación de que va velozmente hacia adelante. La Unión Soviética no tiene ni siquiera el resquicio por donde reducir su postura internacional, por donde evacuar sus tropas de Afganistán, en el supuesto, nada probable, de que lo quisiera. No hay que devaluar, sin embargo, esta reunión; el hecho de que se produzca es en sí positivo, y todas las ocasiones de diálogo deben ser favorecidas y alentadas.

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