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Andres Cillero: "He pintado estos cuadros bajo el acoso de las formas"

Ayer, lunes, se inauguró en la galería de arte La Pinacoteca, de Madrid, una exposición de la obra reciente del pintor Andrés Cillero. La investigación del artista valenciano se centra, según sus propias palabras, en el lugar «donde las formas dejan de ser lo que son», y también donde la creación de ese espacio particular, que es el cuadro, que, según dice Andrés Cillero, «sigue sintiendo la necesidad del volumen».

El estudio de Andrés Cillero, donde bajo una luz implacable esperan materiales en proceso, contiene también los 31 cuadros de distintos tamaños, desde ese tríptico anaranjado y terrible, pasando por la serie de manzanas, que en seguida dejan de ser manzanas, o las ambiguas banderas. «Mi bandera», dice, «descubierta, jugando con las bandas de color». «Conservo el soporte de madera», dice Andrés Cillero. «No he vuelto o no he llegado a la tela, porqué tengo que conservar la sensación de que, si quiero, podré añadir a esa superficie resistente un volumen, más allá de la ilusión del color». «Esto significa», dice después, «que ando investigando lo que es pintura: mejor, que lo hago así libremente. Porque si los impresionistas podían dejar tres milímetros de materia en sus pinceladas, no sé yo quién puede poner los límites en centímetros, o en milímetros, del relieve que configurará el cuadro».Según Andrés Cillero, su pintura de esta exposición, de esta época, «está volviendo de alguna manera a la época grotesch». Según decía Raúl Chávarri en el libro que le dedicó, este grotesch art, inventado por Cillero, supone una visión distante e irónica del gran tema que vertebra su pintura: el erotismo, producido, más que por la efusión de la vida, por la presencia de la muerte. Formalmente, el collage de maderas y objetos, a los que se hace cambiar de función y, consiguientemente, de significado, es el recurso fundamental. «Quedan todavía», dice Cillero, «restos de la presencia de Bataille, sobre todo de la Historia del ojo, que si son más perceptibles, homenajes clarísimos, en la época que llamo "del amor y de la muerte", se les puede rastrear también en los demás».

Y, efectivamente, esas manzanas, «cuya fuerza erótica nace», dice Cillero, «más de la repetición de la figura de la manzana cortada que de cada una de ellas, y de la repetición y variaciones de la serie que de cada cuadro parecen, de algún modo, una incursión en el mundo de la madre, una madre vista como separación, desde el prisma de, Bataille y bajo la sombra del mito de Ediper. «Cortar una manzana», dice Andrés Cillero, «es un acto erótico, y la manzana cortada ofrece una imagen erótica. Aún más, en esa frontera de sugerencia, donde las formas, sobre todo la repetición de las formas, hace que dejen de ser lo que son para convertirse en otras cosas». «Creo que he pintado estos cuadros bajo el acoso de las formas».

El lugar elegido para la exposición, que además de galería es un pub, es también materia de reflexión para el pintor: «Cuando uno ha estado en esa forma de selección que es la vanguardia tanto tiempo hay que investigar otros medios. Por ejemplo, una galería típicamente comercial. O, por ejemplo, un lugar de celebración y fiesta como este, para que el arte se contagie con la vida, se sienta cómodo con el ocio y lo cotidiano. O, por ejemplo, un lugar donde los cuadros convivan con los muebles, porque también en eso estamos cambiando: antes pintábamos para los museos. Los cuadros grandes, enormes, debían ser exhibidos en lugares sagrados, en recintos exclusivamente para el arte, Pero, vaya. Los museos están llenos, y si no lo están, para lo único que sirven a los artistas vivos es para clicheizarlos y convertirlos en modos de hacer fijos. Ahora llega la hora de pintar para las casas, para los salones y las salas de estar. Por eso, los tamaños de los cuadros se reducen, y por eso a mí me gusta verlos convivir con muebles, porque su lugar va a ser encima de un sofá o sobre un tocadiscos ... ».

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