El mito en la literatura, tema de la clausura de las conversaciones sobre mitología
Ayer se clausuró en la Universidad Nacional de Educación a Distancia la semana de Conversaciones sobre mitología, con una sesión en la que intervinieron Ignacio Gómez de Liaño, Fernando Savater, Luis Alberto de Cuenca y Carlos García Gual, y en la que ofició de moderador Alberto Bernabé.
El tema del día (Mitología y literatura) permitió cuatro discursos bien distintos: el de Ignacio Gómez de Liaño comparaba el jardín de Armida, tal como aparece en La Jerusalén libertada, de Tasso, con el creado por Goethe para su tragedia Tasso. Fernando Savater estudiaba las características del mito -enfrentado al símbolo y a la fabulación-, y a partir de ahí, el carácter de la poesía. Luis Alberto de Cuenca recorrió y rastreó el corpus legendario artúrico hasta sus frutos más tardíos en la cultura de masas, y Carlos García Gual explicó el modo de funcionamiento de la creación mítica con el ejemplo del profesor de Oxford, casi estrictamente contemporáneo, que es Tolkien.Tras una referencia al mito del Paraíso y de todos los jardines del Origen situó Ignacio Gómez de Liaño su tema en aquel recinto en que la lasciva Armida mantiene prisionero -y fascinado- a Reinaldo, y aquel otro en que un Tasso agónico permanece encerrado en las palabras de Goethe. «Mientras en el jardín renacentista», dijo, «se nos muestran plásticamente los peligros a que está expuesta la humanidad heroica, en el otro, el romántico, asistimos al drama de la humanidad poética».
«La entrega al presente», dice Ignacio Gómez de Liaño, «es lo que detiene al héroe de Tasso, haciéndole olvidar la búsqueda de la gloria. La huida a otro tiempo, la desaparición del poeta en una suerte de paranoia y despego, es la característica del Tasso de Goethe y del tiempo mismo de la poesía. El propio Tasso, en su jardín, descubre que ambos son el mismo: el final rechazo y descubrimiento de la verdad en el peligro».
Fernando Savater hizo una exposición irónica en el sentido de que distanció desde el principio cualquier exposición racional -en la que nos movemos- de la verdad del mito. Caracterizó el mito como fundamentalmente dotado de autonomía y gratuidad, al margen del contenido racional que se le quiera encontrar, y comenzó el camino que lleva del símbolo a la fábula, por el primer concepto. Los símbolos -«que a lo mejor son los dioses»- son epistemológicamente premíticos, según Savater, y son la expresión espontánea de la implantación de la subjetividad en el mundo.
El símbolo», dijo, «no remite más que a sí mismo», y, adelantando lo que después diría, la narración desemboca en símbolo. El mito fue definido como articulación histórica de un juego de símbolos que remite, pues, a toda una cultura. Colectivo y anónimo ve con una eficacia comunitaria, incluso en el caso de que sea del tipo que llamó instrumental. La fábula, entonces, es el gesto de rescate epifánico de lo individual, el gesto de implantación de una personalidad diferenciada frente a lo colectivo y mítico. La consiguiente creación de la comunidad perdida en el fabulador podría ser uno de los papeles de la literatura, y quizá su razón de ser sea su gratidad, no su servilismo.
Por su parte, Luis Alberto de Cuenca siguió el mito del rey Arturo y el,Grial como uno de los fundamentadores de Occidente, del mito solar del héroe, por todas las literaturas, europeas y norteamericana, para llegar a lo que quizá resultó más sorprendente al auditorio: la presencia de los caracteres heroicos y caballerescos en los tebeos como Flash Gordón, por citar el que más abundantemente analizó, o en los ciclos novelescos y cinematográficos norteamericanos. Vigor y belleza del héroe.
Por fin, Carlos García Gual se detuvo en «la historia de un profesor de Oxford inventor de mitologías», que no era otro que J. R. R. Tolkien, y concretamente en su libro, publicado póstumamente, The Sigmarillion, la cosmogonía en que narra, con un lenguaje cercano al de los viejos mitos, y fundacional en el sentido en que lo puede ser la relación con una lengua nueva y no colectiva, la aparición del mundo de los Elfos y de los hechos que empujaron su historia. La obra de Tolkien, mitos estrictamente individuales, que viven como fruto de una especial fuerza poética individual, son el fruto último de la tradición poética y mítica de raíz indoeuropea.
Babelia
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