"Camus sería hoy el destinatario de la lucidez de Occidente"
Homenaje al escritor francés en el vigésimo aniversario de su muerte
«Camus sería, en estos tiempos, el destinatario de la lucidez de Occidente ante una avalancha de amenazas que obligan a restringir las ambiciones de reforma y, sobre todo, a luchar por el cambio de las condiciones presentes, sin que ello suponga un sacrificio de las actuales generaciones». Esta es una de las ideas que desarrolló el director de la revista semanal Le Nouvel Observateur, Jean Daniel, en el transcurso de una mesa redonda celebrada ayer en la sede del Instituto Francés, de Madrid, sobre el tema AIbert Camus, hoy (en el veinte aniversario de su muerte).
El debate, en el que participaron también el escritor Jorge Semprún, el filósofo Fernando Savater y el periodista Rafael Conte, se convirtió prácticamente en una exposición del papel que todavía, en nuestros días, puede tener la obra y la persona de Camus, y en una constante comparación con el recientemente fallecido filósofo francés Jean Paul Sartre.«Existe un parecido extraordinario», dijo Jean Daniel, especialista en la obra de Camus, además de hombre de prensa, «entre la desaparición de Sartre y la vuelta de Camus. Sartre fue un hombre de escándalo, apóstol de la disidencia, de la marginación y de la vanguardia, pero murió con algunas ideas que ya no producían escándalo, al mismo tiempo que se puede decir que esas ideas formaban parte de lo que podríamos llamar el mundo de Camus».
«En los últimos tiempos», añadió el director de Le Nouvel Observateur, «Sartre, a sus 76 años, de vuelta de tantas experiencias, se mostraba muy cambiado. Todo lo que se le reprochó a Camus por sus posiciones socialdemócratas lo estaba experimentando últimamente Sartre. Este mostró interés por la socialdemocrcia sueca, por el Partido Radical italiano, por la ecología, por la no violencia ¡Sartre hablando de la no violencia! Su último acto público fue una salida en una noche de mucho frío para manifestarse contra la Unión Soviética ante la Embajada de este país en París».
Por la misma vía de comparación de las dos personalidades del mundo intelectual que probablemente más han destacado en Francia en los últimos tiempos, discurrió la intervención de Rafael Conte. «Entre Sartre y Camus», dijo Conte, «siguiendo con la asociación que la vida y la muerte nos imponen, hubo muchos desfases hasta en sus paralelismos, y sus obras son distintas. Sin embargo, hoy, al volver a pensar en ellos, creo que para la experiencia personal de las generaciones de españoles que descubrimos sus libros en la década de los cincuenta, existe una extraña identificación entre ambos. Por eso creo que Sartre no se interpone entre Camus y nosotros, no se contrapone a Camus, simplemente se superponen ».
Tras analizar una serie de diferencias, tanto de origen social como de pensamiento y postura ante la vida a lo largo de las vidas de Camus y Sartre, Rafael Conte afirmó que «ambos lucharon y escribieron en favor del hombre, por su liberación, contra la opresión y el dolor en el mundo terriblemente amenazado de su época. Fueron dos disidentes unidos por encima de sus propias disidencias interiores. Al final de sus vidas existe un paralelismo terminal esclarecedor: ambos buscaron denodadamente una moral, una esperanza. Camus la formuló en la praxis, no en la teoría. Sartre no ha llegado a formularla, a no ser que algún escrito póstumo nos la vaya a revelar más tarde. Pero el Sartre final, aislado con un grupo de militantes de extrema izquierda, convertido más en su propia conciencia que en la de los demás, me recuerda casi a la figura de un nuevo juez penitente camusiano».
En definitiva -añadió Rafael Conte-, «Sartre quiso cambiar el mundo. Camus fue más modesto. Pretendió sencillamente cambiar la vida. Para los dos, el arte no fue nunca un goce solitario. Camus, por encima de todo, ha sido como un intercesor, un héroe absurdo, austero, desesperado, moralista y virtuoso, cuya figura nos cae cercana».
Las intervenciones del escritor Jorge Semprún y del filósofo Fernando Savater se centraron más en la persona de Camus. Para Jorge Semprún, «pensar en Camus, hoy, es pensar en lo precarios que son los intelectuales "inorgánicos", o sea, los que no se ponen al servicio de la historia inmediata, sino que expresan lo fundamentalmente moral de toda empresa de transformación del mundo».
Fernando Savater piensa, por su parte, que «el interés de Camus lo presenta su opción por la dimensión ética, por la rebelión frente a su aspecto,exclusivamente político o milenarista. Esa dimensión ética no excluye la política o la utopía, sino que las corrige, las completa y, sobre todo, las fija en el presente».
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