Escuchar a Mc Coy
La noche del 28 de marzo el sexteto de McCoy Tyner ofreció un bellísimo concierto en el teatro Alcalá Palace, de Madrid. Para mi amigo F., que vino desde otra ciudad a escuchar a, McCoy, el acontecimiento es inolvidable por motivos bien distintos del gozo musical: la empresa organizadora le privó de la audición del recital, a la que presumiblemente le daba derecho su entrada de setecientas pesetas, y le concedió la contrapartida de una paliza a la puerta del local. El motivo (?): mi amigo F. portaba una botella de jerez de la que hacía un uso peligrosísímo, a saber, beberse plácidamente su contenido. El agente: un gorila («servicio de orden») con aspecto «moderno», al que ningún funcionario público de los que, según sus propias palabras, estaban presentes opuso el menor obstáculo. Obviamente, la superioridad física del gorila no permitió a mi amigo F. otra alternativa que la rabia impotente y la humillación. Y, según parece, no es la primera vez que ocurren cosas así.Me preguntó si no hay alguna cortapisa legal para el montaje y la actuación de estas policías privadas que se permiten hostigar con la violencia y la vejación a quienes no concuerdan con el modelo ideal de consumidor de los empresarios. Me pregunto si estos últimos poseen alguna patente de corso para mejor garantizar su rapiña pesetera. ¿O es que se trata de acostumbrarnos a esta nueva forma de impunidad del mismo modo en que se nos ha ido acostumbrando a la ya habitual de las bandas fascistas?
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