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Repercusiones de las elecciones al Parlamento catalán

Graves pérdidas de UCD y el Partido Socialista en Cataluña, en favor del nacionalismo moderado

Unión de Centro Democrático y el Partido Socialista han sufrido graves pérdidas en Cataluña durante el periodo transcurrido entre las elecciones del 15 de junio de 1977 y las del Parlamento catalán, celebradas el pasado día 20; simultáneamente, el ligero descenso que venían experimentando los nacionalistas se ha visto contenido por primera vez, y, en concreto, el partido de Pujol gana un espacio considerable. Esta situación trastoca el modelo político catalán, con una disminución de influencia de los partidos de ámbito estatal, sin que por ello pueda considerarse espectacular el respaldo político de los nacionalistas: así, la imagen de victoria construida alrededor del partido de Pujol se sustenta en el respaldo de sólo el 17% del electorado.

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Los resultados de Cataluña admiten comentarios desde muy diversos enfoques, y el conjunto de gráficos y cuadros que contiene esta página permiten variados análisis. En principio, la idea más clara es que los dos principales partidos de ámbito estatal, UCD y PSOE, han perdido mucha fuerza; el primero ha dejado por el camino a casi la mitad de sus electores, en menos de tres años, mientras los socialistas han sufrido pérdidas superiores a un tercio de su electorado en el mismo período de tiempo.Pero ello no quiere decir que otros partidos se hayan fortalecido de un modo muy notable. El mapa político catalán muestra una importante fragmentación de fuerzas, hasta el punto de que el partido vencedor -Convergencia i Unió- ha obtenido el respaldo del 17% del electorado, los socialistas suponen ahora poco más del 13%, mientras UCD cuenta con la aprobación de poco más del 6% de los catalanes. Multitud de pequeños partidos no han obtenido representación parlamentaria, pero si un cierto número de votos, y de esta forma el electorado catalán aparece muy dividido, aunque no pueda discutirse el hecho de que el segmento más grande haya dado su confianza a los nacionalistas de Jordi Pujol.

No parece aventurado estimar que buena parte de los votantes perdidos por UCD han entregado su sufragio a los nacionalistas de Pujol, mientras que un sector de los hasta ahora electores socialistas se ha decidido por Esquerra Republicana, e incluso por la propia Convergencia i Unió.

El problema, en realidad, es parecido al del País Vasco, aunque en Cataluña no hay ningún partido que se comporte parlamentariamente como Herri Batasuna -ausentándose de la institución-, y, por tanto, que otorgue al principal partido nacionalista la posibilidad de gobernar como si fuera mayoría, sin disponer realmente de la misma.

La impresión de fragmentación electoral, y sobre todo de falta de identificación del electorado con los partidos, se acentúa al examinar la evolución de las fuerzas que han constituido mayoría en los distintos procesos electorales. Para las Cortes españolas, los catalanes votaron sobre todo a la izquierda, y especialmente a los socialistas; para los ayuntamientos, el voto se repartió mucho, aunque el poder municipal quedó casi por entero en manos del pacto de progreso, formado por la izquierda y Convergencia, y en las elecciones autonómicas del pasado jueves, la izquierda y UCD han bajado, mientras los nacionalistas consiguen mejores resultados. La fluidez del voto catalán es muy notable y, por tanto, la identificación con los respectivos partidos resulta bastante escasa.

Paralelamente, la participación electoral ha mejorado un poco respecto a las últimas consultas -elecciones municipales y referéndum del Estatuto de Autonomía-, si bien el porcentaje de personas que continúan al margen del sistema político se aproxima al 40%.

Es fácil deducir, sin embargo, que también en este caso ha variado el tipo de electorado que se abstiene; todo parece indicar que la abstención de la población inmigrante ha golpeado a la izquierda, y singularmente a los socialistas, mientras que la participación de la derecha y del nacionalismo -este último bastante enraizado en lo que viene a considerarse como pequeña burguesía catalana- ha sido superior a la de pasadas consultas.

Repercusión nacional

Desde el punto de la repercusión de estas elecciones en el conjunto de España, se pone de manifiesto la imposibilidad de mantener el modelo bipartidista, que algunos llegaron a ver instalado en España a partir del 15 de junio de 1977. Las elecciones generales siguientes - 1 de marzo de 1979- ya ofrecieron indicios de que el bipartidismo no se confirmaba, y las elecciones autonómicas celebradas este año han mostrado con claridad el resquebrajamiento del modelo o las falsas imágenes difundidas a partir de los resultados del 15 de junio.

Conviene, desde luego, tomar este tipo de reflexiones con la debida prudencia, porque no en vano se han efectuado elecciones autonómicas precisamente en los territorios con mayores problemas específicos en este terreno, y no se puede asegurar que el voto catalán del pasado día 20 habría de ser el mismo en caso de elecciones generales. Pero, los síntomas de que el bipartidismo UCD-PSOE no funciona son cada día más evidentes y, por tanto, el sistema político se complica progresivamente.

Hay otra cuestión que parece también bastante clara, y es que la autonomía empieza a ser equiparable a proceso político conducido por el centro-derecha o, al menos, no conducido por la izquierda.

A lo largo de este proceso electoral, la dirección del Partido Socialista ha hecho un esfuerzo para tratar de identificar la idea de la autonomía con la de un proceso que los socialistas garantizan; los mítines de Felipe González han tenido este sentido, en concreto. Sin embargo, es evidente que una parte del electorado socialista no se lo ha creído, y ha preferido votar otras opciones o bien se ha abstenido, si no veía clara la salida autonomista.

La situación de UCD como partido político es también muy precaria, tras la triple convocatoria a las urnas de este invierno. Derrotada la opción defendida por el partido del Gobierno en Andalucía, casi destruida la UCD vasca y con graves pérdidas en Cataluña, la situación del partido centrista no es precisamente brillante, cuando apenas ha pasado un año desde su victoria en las elecciones generales de 1979.

Sin embargo, los fracasos del partido del Gobierno no suponen una pérdida de influencia del sector, que, desde un punto de vista sociológico, puede considerarse de centro-derecha. Está en discusión el modelo de organización política que finalmente adopte dicho sector, pero existen posibilidades de recomponer la unidad de acción o de criterios del mismo si funciona un acuerdo UCD-nacionalistas.

Pérdida de influencia de la izquierda

Por el contrario, la situación de la izquierda se agrava. El Partido Comunista contiene su electorado a duras penas, sin poder evitar algunas pérdidas -ejemplo de esto último es el caso del PSUC; pero la disminución de votos del Partido Socialista arrastra al conjunto de la izquierda a una pérdida de influencia cada vez más acusada en el conjunto del país. No solamente parece alejarse toda posibilidad política de plantear un cambio de Gobierno en España, sino que la única parcela de poder que actualmente ostenta -los principales municipios- no podrán apoyarse en el poder de las instituciones autonómicas. En este sentido, el caso catalán ha sido extremadamente significativo.

Naturalmente, las consecuencias de las elecciones catalanas aún no se han extraído por entero; existe incluso una posibilidad teórica de que los socialistas entren a formar parte del Gobierno de la Generalidad, pero sería en condiciones difíciles y sin el significado que el PSOE quería atribuirle.

Por tanto, y aunque sería arriesgado extrapolar los resultados del País Vasco y Cataluña al conjunto de España, al menos en esas dos regiones está claro que la izquierda ha perdido gran parte del capital político acumulado el 15 de junio de 1977 -primeras elecciones democráticas de este país tras el franquismo- y que en esa pérdida corresponde a los socialistas la parte fundamental.

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