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El Gobierno vence, pero no convence

El Gobierno, con una legislación laboral dictada en un momento de tránsito político y aún no adecuada al espíritu de la Constitución, ha obtenido con el laudo de Renfe una nueva victoria sobre los sindicatos, especialmente sobre Comisiones Obreras, central que por su presencia hegemónica en el comité de empresa ha marcado la tónica de la negociación y la consiguiente presión social.La victoria, no obstante, ha costado tres jornadas de huelga general y otros dos días de paros parciales, perfectamente asumidas, tanto por la Administración como por la propia sociedad, sobre la que en primer término recaen de manera directa las consecuencias de la paralización de cualquier servicio público.

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La central comunista, empeñada en la dura batalla del acuerdo-marco, en la que el enemigo a combatir era antes la central socialista que el propio empresario, mantuvo paralelamente abierto el frente de presión ante la Administración. El convenio de Renfe fue el leitmotiv para un primer reto y, de esta manera, a propósito de la revisión salarial en junio del pasado año, CCOO intentó, sin éxito, movilizar a los trabajadores. Entonces, tanto la firmeza del Gobierno en no aplicar más de un 1,7% de incremento como el cambio de actitud registrado en la estrategia socialista, al aceptar la fuerza de los hechos y renunciar a la presión desde la convicción de su esterilidad, dieron al traste con la movilización convocada por CCOO.

En esta ocasión, la negociación del convenio de Renfe ha supuesto un revival del enfrentamiento comunistas-Gobierno. Las tensiones entre el PCE y el Gabinete Suárez centraron la estrategia sindical de CCOO de cara a la negociación colectiva de este año, y de manera particular en el convenio de Renfe, en el que el auténtico interlocutor -dado el carácter público de la empresa- ha sido Abril Martorell, representado en primera instancia por la dirección de la compañía ferroviaria.

En esta batalla se encontró inmersa la central socialista, minoritaria en el comité de empresa, aún en contra de la estrategia de moderación pactada con la patronal a nivel estatal. Esta ambigüedad a la que se veía sometida UGT -que había incluso motivado una llamada de atención del Gobierno a través del PSOE- se decantó finalmente por la retirada ugetista de la convocatoria de huelga durante los pasados días 4 y 5.

De esta manera, CCOO quedó sola frente al Gobierno, firme en su postura de no superar el porcentaje de incremento salarial aplicado a la Administración pública. Esta circunstancia, unida al desgaste lógico de los trabajadores (cinco jornadas de huelga en algo más de un mes) y la prepotencia de un Gobierno que dispone de disposiciones legales para recortar a discreción, el derecho constitucional de huelga, ha dado nuevamente la victoria al Gabinete Suárez.

Pero, al margen de vencedores y vencidos, situaciones como las que comentamos ponen de relieve una importante rémora que persiste en las relaciones laborales de nuestro país: ni sindicatos ni Gobierno han sido aún capaces de superar la dialéctica del intervencionismo de la Administración.

En resumen, el Gobierno vence, pero no convence.

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