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Doce horas de improvisación musical en la Complutense

El Aula de Música de la Universidad Complutense se ha mostrado particularmente activa durante la presente temporada. Bajo la dirección del compositor y crítico Lloreng Barber, este aula universitaria ha demostrado, con un inteligente programa, lejos de toda rutina, que es, en nuestro país, uno de los escasos focos de irradiación musical, entendida como vivencia íntima y activa participación. El Aula de Música de la Complutense ha llegado, en poco tiempo, a convertirse en un símbolo de la más auténtica vanguardia.Entre las actividades reseñables, en lo que va de temporada, figuran el Curso de creación musical, desarrollado en octubre por el compositor canario Juan Hidalgo; El hombre, voz y música, un curso a cargo del Roy Hart Theater, en no viembre; Objetos musicales encontrados y música contextual, a cargo del compositor inglés Trevor Wishart, en diciembre; otro curso en enero a cargo de Takehisa Kosugl y Nana Suzuki, compositores e improvisadores japoneses; Un seminario sobre Música e informática, con intervención del Eco-Grupo Instrumental, y numerosas sesio nes de concierto.

Ahora, el Aula de Música de la Universidad Complutense prepara para el jueves, día 13, una larga serie de intervenciones en el Paraninfo de la facultad de Filosofía (edificio A), que, iniciándose a las diez de la mañana, finalizarán a las diez de la noche.

El orden de actuaciones de este Festival de la Libre Expresión Sonora será el sigu ¡ente: Charanga de la Doctora, Andreas Prittwitz (flauta de pico, clarinete); Grupo Actum (guitarras, música electrónica, flauta); Javier Maderuelo (vocalizaciones); Juan Hidalgo (zaj); lborra-Benet (percusión) y Paco Guerrero (piano); Grupo Universitario de Danza Española, Grupo Piolín, Jean-Luc Vallet Quartet, Taller de Música Mundana, Carles Santos, Emiliano del Cerro, y Orgón + 2, grupo de Pere Estevan.

En el texto de presentación a estas Doce horas de improvisación musical, Lloreng Barber, escribe, entre otras cosas: «La tiránica dominación de la partitura no es más que un producto del equívoco «progreso» que ha esterilizado al intérprete y ha convertido la sala de conciertos en un hospital.»

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