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Campaña para el referéndum andaluz

Andalucía: el subdesarrollo frente a unas posibilidades económicas por explotar

Nacionalidad para unos (PSA, PTA), comunidad diferenciada para otros (PCA), importante y peculiar región para los más, todos están de acuerdo, sin embargo, en que Andalucía es la mayor bolsa de paro y la principal productora de emigrantes con que cuenta el Estado español. La afirmación, ya tópica, de que se trata de «la mayor reserva de mano de obra barata de Europa» no ha perdido actualidad, desgraciadamente, con el paso de los primeros años del posfranquismo y la democracia. Y ello a pesar de su enorme riqueza potencial, capaz por sí sola, en teoría, de alimentar a media Europa y ocupar a la totalidad de su población activa autóctona, e incluso recibir inmigrantes de otras regiones.

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La situación de subdesarrollo, hambre analfabetismo e incomunicación en que se encuentra sumida buena parte de Andalucía contrasta efectivamente con la realidad de sus recursos económicos aún por explotar o la broma de sus ahorros obligatoriamente invertidos en cubrir déficit de ayuntamientos catalanes, por poner sólo un par de ejemplos.Mientras tanto, los cultivos que tradicionalmente han dado más puestos de trabajo y mayor rentabilidad van poco a poco desapareciendo, sustituidos por otros más mecanizables, según se quejan los propios trabajadores agrícolas andaluces. El algodón, la remolacha, el tabaco..., ceden su sitio en los campos andaluces al girasol, e incluso al trigo, en tierras de regadío, lo que no deja de ser un verdadero esperdicio.

La consecuencia lógica de esta situación no puede ser otra que un nuevo y desorbitado aumento del paro -con todas sus secuelas de penurias, hambre física, tensiones sociales y hasta esporádicos estallidos de violencia- y la emigración -definitiva, cuando ello ha sido posible, o temporera, en la mayoría de los casos actualmente-, con lo que la pescadilla de la historia andaluza vuelve a morderse la cola por enésima vez.

La sangría de la emigración

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Lejos de la estercotipada imagen oficial de charanga y pandereta, de palmas y copitas de manzanilla, de folklore y viva tu mare a que la Administración nos tiene acostumbrados -y en esto las mayores responsabilidades recaen, cómo no, sobre TVE- la elocuencia de las cifras siguientes hablarán mejor que nada de la penosa realidad que actualmente vive Andalucía.

El 46.3% del territorio andaluz. en efecto, puede conceptuarse hoy en día como zona deprimida o en proceso de depresión socioeconómica. Granada y Almería son, en este sentido, las provincias donde se alcanzan los mayores porcentajes al respecto: el 84,9% de la superficie de Granada (más de un millón de hectáreas) y el 61,8% de la de Almería (542.6 10 hectáreas).

Más de dos millones y medio de andaluces se han visto forzados a emigrar en el último cuarto de siglo. Solamente entre 1960 y 1973, la friolera de 788.000 andaluces se colocaron en Cataluña, otros 250.000, en Madrid; 170.000, en el País Valenciano, y 50.000, en Euskadi. En ese mismo período de tiempo, 1.200.000 andaluces se instalaron en distintos Estados europeos, fundamentalmente en Francia (600.000), Suiza (300.000) y Alemania (200.000).

No obstante, a pesar de tan tremenda riada humana hacia el exterior, a finales del pasado año había otros seis millones y medio de andaluces viviendo en Andalucía. De ellos, un total de 317.000 eran oficialmente reconocidos como parados, lo que supone un 17,3% de su población activa -unos dos millones de personas- y una cuarta parte del desempleo total registrado en España por esas fechas.

Estas cifras oficiales, sin embargo, escasamente representan la mi tad de las declaradas por los sindicatos obreros andaluces, que calculan el desempleo real en la región por encima de los 600.000 parados. Así, según CCOO, uno de cada seis andaluces que quieren trabajar no puede hacerlo. Y el porcentaje resulta mucho más preocupante si se tiene sólo en cuenta los trabajadores asalariados, pues en este caso los parados suponen nada menos que el 22%; es decir, casi uno de cada cuatro.

Caciquismo e incomunicación

Frente a esto, resulta que un total del 63,6% de la superficie andaluza se encuentra repartida en fincas con un mínimo de cien hectáreas de extensión, aunque todo el mundo conoce en Andalucía propietarios con dos o más explotaciones a su nombre. Casos como los de la familia Oriol y Urquijo, el duque del Infantado o José López Mazuelo, un cacique de Osuna (Sevilla) más conocido como «don Pepe López», son sólo tres ejemplos significativos de latifundistas con varias grandes propiedades repartidas a lo largo y ancho de la geografía andaluza.

En resumen, de 420.000 explotaciones agrícolas existentes en Andalucía, sólo 11.600 de más de cien hectáreas -que, como se ha visto, no suponen otros tantos propietarios, sino bastantes menos suman una superficie total de más de cinco millones y cuarto de hectáreas de terreno, frente a los tres millones escasos de hectáreas, en su mayoría de regadío, que aproximadamente se reparten las 408.000 explotaciones restantes. La renta media andaluza continúa apareciendo hoy en el último puesto de la clasificación nacional. La provincia de Granada es, en este sentido, la penúltima del Estado, con una tasa de crecimiento anual de las más bajas de España.

Las carencias de infraestructura esencial son asimismo notables en no pocas comarcas andaluzas. Servicios de primerísima necesidad para cualquier comunidad -tales como abastecimiento de agua potable, luz, teléfono, médico, alcantarillado, pavimentación de calles, erradicación del chabolismo y las cuevas, etcétera- forman parte todavía, en plena década de los ochenta, de las reivindicaciones de numerosos núcleos de población en cada una de las ocho provincias andaluzas.

La incomunicación a que se ven forzosamente sometidas estas provincias, tanto a nivel interno como de cara al exterior, es otro de los problemas fundamentales que más ayudan a perpetuar la actual situación. El clásico ejemplo del andaluz que tarda menos en llegar desde Almería a Barcelona que a Huelva por carretera, o el otro, del que para ir en avión de una capital a otra de Andalucía necesariamente tiene que pasar por Madrid, ilustran la realidad de una red viaria totalmente insuficiente y de trazado peligroso y difícil, sobre todo en las provincias orientales y montañosas.

Una historia trágica, pero no triste

No es sólo mano de obra barata lo que sale de la región, sino que a esto hay que añadir además la riqueza que se va -o, mejor dicho, que se llevan- fuera de Andalucía para su inversión o transformación. Así, por ejemplo, 70.000 millones de pesetas del ahorro andaluz son invertidos cada año en otras partes del Estado, principalmente en Cataluña. Por otro lado, la totalidad del hierro de las minas de Alquife (Granada), que supone el 34% de la producción nacional, es embarcado asimismo en el puerto de Almería camino de las fundiciones asturianas o vascas. Unicamente en el caso del cobre de Riotinto (Huelva), cuya elaboración resulta altamente contaminante, se realiza en Andalucía todo el proceso de transformación, lo que no deja de ser significativo.

Para el profesor Rodríguez Fernández, de la Universidad de Granada, lo que sí está claro es que los campos andaluces. «no deben seguir produciendo miserias si sus tierras son fértiles, generando paro cuando tantos brazos necesitan para su actualización, provocando emigración cuando aún quedan tantas tierras por trabajar». El futuro Gobierno autonómico andaluz tendrá, según el profesor granadino, la histórica responsabilidad de «levantar Andalucía del lamento, la miseria y la explotación, para situarla en un nivel de seria competencia con el resto de los pueblos del Estado español».

Pero, sin duda, las siguientes palabras de uno de los más prestigiosos hispanistas del siglo XX, el británico Gerald Brenan -que desde 1919 vive en las provincias de Málaga y Granada-, definen, mejor que todos los datos o cifras de este informe, la realidad de lo que es Andalucía. «En definitiva, la historia de Andalucía», ha escrito Brenan en la revista El Despeñaperro Andaluz, «es trágica, pero no triste, sino muy rica y llena de un fuerte sentido por la vida y la supervivencia en las condiciones más adversas. Por eso los andaluces pueden dar lecciones al mundo. Porque saben lo que es sacarle fruto a un cerro pedregoso y hacer poesía de una batalla perdida, para que los niños sólo aprendan alegría y no se den cuenta nunca de las muchas lágrimas que los padres tienen que tragarse para vencer su trágica miseria.»

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