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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Un español radical

Si el otro día hablé aquí de la España necesaria de Fernández-Ordóñez, anoche he descubierto la España radical o, más ajustadamente, un español radical, que encima es mi amigo y mi director: Juan Luis Cebrián. Los amigos íntimos dan casi tantos sustos y disgustos como las amigas íntimas.En el Siglo XXI, las azafatas del Club, con algo de mozas aeroiberia, porque realmente vamos a hacer un vuelo sin motor por encima de la península, pilotados por Cebrián, el conferenciante. Juan Cueto, todavía con el barro de la provincia en las botas, me anuncia la salida de su nueva revista de cultura y convivencia (que más o menos es como se llama también este ciclo del XXI):

-Mi revista vá a ser una cosa muy bimensual, muy bimensual.

Manolo Vicent me recuerda que tenemos pendiente de enterrar la sardina y, si ello es posibles que asista don José Gutiérrez-Solana al entierro. Vicent con la imagen barroca y Schommer con la prosa fotográfica, me anuncian nuevas series personales que van a llevar en nuestro colorín/Hermida. María Antonia Dans, que me ha pintado un gato verde y decadente (algo así como el gato de Colette). ¿Y no será uno ya, con el paso del tiempo, una Colette sin talento y con máquina de afeitar? Lola Rico, María Cuadra, la bella señora de Morodo, esta vez con Morodo incorporado, que me invita a Santander para el verano. Llevo más de doce años yendo a la Universidad Menéndez-Pelayo, como profesor o como alumno, según los tiempos y los rectores. Uno vale lo mismo para alumno roto que para profesor descosido. Emilio Romero, con abrigo nuevo y sin periódico:

-La democracia que han traído ustedes es una democracia antigua -le dice a Carrillo.

Pero el antiguo baranda de Romero, o sea Solís-Ruiz, hace pajaritas de papel toda la noche y parece que ya no le ríe las gracias al que fuera brillante heterodoxo vertical del verticalismo. En el Club Siglo XXI se cena infame. No es que no supiese o intuyera yo por dónde va la biografía interior de Juan Luis Cebrián, sino que anoche en el XXI, en plena represión fascista de la pornografía y el erotismo, Juan Luis hizo sex-living político y se lo quitó todo de encima. El franquismo de UCD, el romanismo imperial de la Iglesia española, el peso en oro del paleocapitalismo nacional y la túnica de Penélope de los partidos, que tejen y destejen como Penélopes que creen esperar a Ulises, pero, en realidad, están esperando a Godot: esperando a nadie, esperando a nada, esperando sin esperanza.

Alguna vez he escrito, ante el milenarismo autonómico, que ya no sé si hay España, pero lo que sí hay y ha habido es unos cuantos españoles acollonantes. Del mismo modo, no sé si la España radical de Juan Luis Cebrián existe como cuerpo votante o minoría actuante, pero afirmo que existe un español radical, radicalizado, dispuesto a denunciarlo todo desde todas partes, que quiere hacer la travesía completa de la democracia y tensa su ballestería desde los nombres y los hombres/ barbacana que son Joaquín Costa, don Manuel Azaña, Pérez de Ayala, la Institución Libre de Enseñanza y la Segunda República. Cuando Romero dijo eso de que «ustedes han construido una democracia antigua», yo le respondía, hablando para mi café amargo (que lo tomo en copa):

-Dichosa antigüedad la de esos nombres que ha citado Juan Luis, dichosos siglos aquéllos, que eran, quién lo diría, éste mismo.

Nuestra democracia no es ni siquiera antigua, porque es vieja: tiene la edad de Franco. El tardofranquismo es un olmo seco y antimachadiano que espera de UCD otro milagro de la primavera. A Carmela García-Moreno le sientan un demasié los pantalones estrechos de cuadritos. Luis González-Seara quiso devolverle a Cebrián algunas flechas ya sin curare, involucrando a la prensa como la mujer zurda del desencanto. Cebrián le recordó que la gran prensa nacional es hoy TVE, en manos del Gobierno. Y TVE es delenda, porque ha matado a Falconetti, un hombre radical, como Juan Luis Cebrián.

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