El gato burocrático
El gato ha tenido carta. Le escriben del Centro Veterinario: « Le recordamos que el próximo día 8 feb. 1980 le corresponde al gato Rojito desparasitarse, para estar al corriente de las pautas y blablablá.» Le he leído la carta al gato.¿Me han convertido mi gato, mi único y úItimo contacto con la naturaleza directa y salvaje, con la dulce bestia azul del cielo errante, en un gato burocrático? En parte, sí, claro. Desde que llevé el gato al veterinario, clínica Canis, hace un año, le he obligado a pasar, sin darme cuenta, de la selva a la burocracia, de la naturaleza a la estadística, de la salud a la vacuna. Es ya, si no un ángel caído, cuando menos un gato caído, un querubín de uñas y cautela, caído de la angeología y la gatomaquia a la veterinaria. De Lope y Santo Tomás a la penicilina. Es lo que hace con todos nosotros el Estado burocrático moderno, el Estado tecnificado, profiláctico y policiaco. Socapa de vigilar nuestra salud, nos vigilan a nosotros. Un joven investigador francés publicó hace no mucho tiempo un sensacional informe, en libro, sobre los males de las vacunas polivalentes y universales, indiscriminadamente aplicadas a los niños de cualquier raza, condición y complexión personal. Este libro, naturalmente, no ha sido importado a España. Nos urge más importar porno.
Por una parte, muchos -niños han muerto de vacuna, según dicho informe, y, por otra, las vacunas forman parte de la -multinacional laboratorista que necesita producir mucho, vender mucho, tener una clientela universal y fija. No voy yo ahora, tan fanático de los venenos farmacéuticos, yo, que cada mañana me monto una misa negra, o al menos rosa/píldora, a denunciar las farmacopeas en que consisto, pero lo cierto es que el Estado total, de derechas o de izquierdas, nos ha burocratizado el alma y el hígado (residencia del alma para los griegos).
He estado con Ramoncín, que viene de Londres, donde Diana ha tenido una niña que ya se llama Andrea:
-Verás, tronco, aquí todo era burocracia, la niña tenía que llevar el apellido del anterior marido de Diana, un vacile, o mis dos apellidos, o sea niña de madre desconocida, mira cómo se lo hacen, entonces, aunque me hubiera gustado mucho que mi hija naciese en Madrid, hemos tenido que abrirnos para Londres, donde no hay problemas para nada, Diana se ha divorciado por cien libras, y no sólo han barrido la burocracia, sino que se mataban de risa cuando les explicábamos el cirio de pólizas, instancias y expedientes que es este país.
Ramoncín está escribiendo un largo libro, Cheli, entre la narración informal y el diccionario vivido de los argots, los juegos, los trucos y los ritos del inframadrid que a él le ha forjado. Juan Goytisolo, que tampoco nos aguanta, y hace bien, saca su novela Makbara, donde pulula Africa, último continente aún no burocratizado, vacunado ni desparasitado, aunque cualquier genio del marketing decidirá un día vacunar a los tigres de la selva como yo estoy vacunando a mi tigrecillo de moqueta. lan Gibson, que utiliza como tarjeta de presentación lo que yo escribí de él -«el hispanista más golfo y más listo de Europa»-, publica ahora El vicio inglés, que no es otro que los azotes en el culo. ¿Y el vicio español? El vicio español es la póliza, el pegar pólizas con la lengua, uso inmoderado, ambiguo, sospechoso y general de nuestra saliva que hacemos todos los españoles desde siglos atrás y que quizá responda, como la azotaina inglesa, a alguna desviación freudiana, colectiva, nacional e inconfesable.
Al Rojito, que ahora duerme a la sombra del folio que se riza sobre él a medida que escribo, me lo han burocratizado. Claro que es buena esta desparasitación preventiva de los bichos, pero la Administración nos desparasitiza a diario mediante la tele y otros detergentes, porque el hombre de este fin de siglo no es sino el parásito del Estado total. A no ser que le nombren a uno asesor cultural de Ricardo de la Cierva.
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