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Deterioro de la situación política en Cuba

Los recientes cambios ministeriales cubanos -que han supuesto el relevo de nueve ministros y otros altos cargos, así como el incremento del grado de control del propio Fidel Castro y de los vicepresidentes sobre las ahora veinte carteras del Gobierno- permiten diversas interpretaciones, aunque todas revelan la existencia de graves errores en la dirección administrativa de Cuba, con consecuencias políticas todavía difíciles de evaluar....

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Hace unos dos meses comenzó a detectarse en Cuba un serio deterioro de la situación política, reflejado en el protagonismo de Raúl Castro, hermano de Fidel, y «número dos» del régimen, con una serie de apariciones públicas en las que criticó con dureza los pequeños brotes burgueses de un sector de la dirigencia cubana.Esta situación, según ha podido saber EL PAÍS, ha comenzado a ser aprovechada por los sectores contrarrevolucionarios, que han emergido como no lo habían hecho desde los primeros años de la revolución castrista. A este respecto, cabe destacar la llegada, en diciembre, al Ministerio del Interior, de Ramiro Valdés, creador hace veintiún años de ese ministerio y el organizador de la «limpieza» contrarrevolucionaria en los primeros años del castrismo.

En diciembre se inició una campaña contra los elementos «antisociales», con detenciones masivas. En quince días, más de mil presos de este tipo, acusados de prácticas delictivas en el mercado negro, vagabundeo, delincuencia común y, en algunos casos, faltas políticas no concretadas, ingresaron en la cárcel de La Habana, ante la cual se produjeron algunas manifestaciones de familiares preocupados por la situación de los detenidos.

Ha sido destituido recientemente el jefe de policía de La Habana por algunos asuntos de malos tratos y mercado negro dentro de la propia policía. En las últimas semanas se detecta una mayor severidad en el tratamiento de las fuerzas de seguridad con la población y una disminución del «compadreo» que tradicionalmente regía esas relaciones.

A nivel popular, se confiaba en que Raúl Castro, ante el aparente abandono de la realidad por parte de Fidel, iba a «limpiar la mata» de la corrupción en el sector público e iba a dar una nueva moral al pueblo. Pero pronto Fidel suavizó el tono de la crítica con el pretexto de que estaba siendo aprovechado por la contrarrevolución. Paulatinamente fue oscureciéndose el protagonismo de Raúl y en estas circunstancias se produjo el reajuste ministerial de la semana pasada.

El pasado 5 de agosto, el número dos del régimen, Raúl Castro, general primer vicepresidente del Consejo de Estado, vicepresidente del Consejo de Ministros y segundo secretario del Partido Comunista cubano, en un discurso público señalaba con vehemencia las deficiencias existentes de manera general en el país por el reblandecimiento de la autoridad y la disciplina: «Se trata de un fenómeno altamente pernicioso, que abarca a todas las esferas de nuestra sociedad y que hay que empezar a erradicar con la misma urgencia con la que se combate la peor de las plagas.»El 28 de octubre, durante el XX aniversario de la desaparición de Camilo Cienfuegos, Raúl Castro volvía a insitir sobre el tema: «...Es el momento de aplicar, sin preámbulos dilatorios, medidas concretas para resolver con toda decisión los problemas que entorpecen el desarrollo, dificultan el normal desenvolvimiento de la sociedad y crean justificadas irritaciones en los barrios, en los centros de trabajo..., en cualquier lugar donde la irresponsabilidad, la desorganización y la falta de exigencia hayan podido crecer como el marabú...»

Raúl Castro avanzaba medidas inminentes contra una situación administrativa donde el alto grado de burocratización, el acomodamiento y las negligencias observadas en muchos sectores habían contribuido a degradar el ascendiente y el entusiasmo que en un principio la revolución cubana despertó. Se trataba de corregir y rectificar el rumbo negativo de unas prácticas caracterizadas desde el sistema como «pequeñoburguesas» y lesivas para la sociedad cubana.

De las duras palabras del número dos del régimen a la adopción de medidas no ha transcurrido mucho tiempo. Los pronunciamientos públicos de los ministros y dirigentes políticos fustigaron con dureza las corruptelas y los tratos de favor, el creciente mercado negro con bonos de gasolina y el acaparamiento de bienes escasos. Pero una parte de estas prácticas tenia su centro de imputación en ellos, por su tolerancia hacia estas manifestaciones.

Una cuestión que está provocando también fuerte malestar en la isla caribeña es la de la apertura a la comunidad exiliada en Estados Unidos. Las pasadas Navidades, más de 80.000 miembros de la comunidad volvieron a Cuba de vacaciones. Su llegada con los bolsillos llenos de divisas y el trato de favor de que gozan durante su estancia en la isla provoca una explosión de la ansiedad consumista -imposible de contentar para la población que vive todo el año en el país- y una inevitable comparación. Los cubanos que han aguantado el bloqueo desde la revolución. en condiciones de vida bastante penosas, ven ahora cómo los antiguos «gusanos» regresan a su país para disponer de todo lo mejor. El poder, hasta ahora, no ha podido o no ha sabido explicar esta contradicción al pueblo, que la tolera con creciente irritación.

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