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Cien años de la orquesta Santa Cecilia, de Pamplona

Entrevista con su director, Javier Bello

La orquesta Santa Cecilia, de Pamplona, la más antigua de las que existen en España, ha cumplido su primer siglo. Fundada en 1879 por el violinista navarro Pablo Sarasate, para su acompañamiento en los conciertos de la época, la orquesta ha logrado superar los múltiples problemas que han ido surgiendo a lo largo de los cien años. Y hoy, dirigida por el maestro Javier Bello, Santa Cecilia inicia una nueva etapa y espera la obra sinfónica que Pablo Sorozábal, director de honor de la orquesta desde 1977, ha prometido escribir y estrenar en homenaje al centenario de los «cecilios».

Pablo Sarasate, consciente de que el gran concierto es el de violín acompañado de orquesta, decidió, durante una de sus visitas a Pamplona, crear una orquesta, y tomó contacto con los músicos que había en aquella época en la capital navarra. En 1879, la orquesta Santa Cecilia, junto con Sarasate, dieron el primer concierto y se inició una nueva etapa en el panorama musical de la provincia. «A Santa Cecilia le ha ocurrido», señala Javier Bello, «que ha tenido grandes avatares en su vida. Comenzó a funcionar, desapareció, apareció de nuevo, en fin, le pasó algo parecido a lo del Guadiana. Cuando se fue Sarasate, la actividad decreció. Cuando volvió el maestro vinieron otra vez los conciertos. Hay otras épocas en las que por imposibilidades materiales o falta de ayuda, la orquesta permaneció parada incluso años. Esto les ha sucedido también a las grandes orquestas, aunque no con tanta intensidad como a Santa Cecilia. Pero el hecho es que siempre hubo una voluntad de actuación y de ser Santa Cecilia. Porque de lo contrario no hubiéramos llegado al centenario. »En los últimos años de vida de Sarasate «de quien habla Tolstoi en unos escritos de arte publicados recientemente en Moscú», dice Bello Portu, la orquesta contrató a directores de Madrid y Barcelona, que se desplazaron hasta Pamplona con los solistas de las orquestas de las dos localidades. A sí, Saco del Valle, Fernández Arbós, Pérez Casas y otros, dirigieron la orquesta Santa Cecilia en los ciclos ordinarios, así como en los conciertos tradicionales de San Fermín. Hasta la llegada de la República, Santa Cecilia atravesó un período gris que superó en los años treinta. «Entonces se produjo el renacimiento de la orquesta», indica su director, «con bastante ímpetu. Eran los tiempos en los que Pamplona, con aquella modesta academia de música fundada por Javier Echebeste, tenía más músicos de atril que hoy con el rimbombante conservatorio. Ya en la posguerra, la orquesta se limitó a acompañar a los solistas contratados por la Sociedad de Conciertos

Santa Cecilia y, al final de la década de los cincuenta, tomó un gran impulso, gracias al apoyo firme de la Diputación Foral, el Ayuntamiento de Pamplona y las cajas de ahorros de Navarra y Pamplona.

Estudios con Von Karajan

Javier Bello, cincuenta y nueve años, natural de Tolosa, llegó a Pamplona después de haber realizado un curso con Von Karajan y de haber estudiado con Alceo Galliera, director de la orquesta de la Scala de Milán, con Dean Dixon, director de la Sinfónica de Sydney y de haberse diplomado en Mozarteum, de Salzburgo, que dirigía Leopoldo Hager. «Yo vine a Pamplona», afirma Bello, «en 1962, después de varios contactos con la sociedad de conciertos y de haber dirigido algunas veces a la orquesta. Yo había participado en la creación, por los años cincuenta, del ballet Duguna, en Pamplona. Este ballet fue una creación del escritor José María Iribarren, junto con José María Traburu e Ignacio Baleztena.Desde entonces, la orquesta Santa Cecilia ha mantenido una línea uniforme, ofreciendo a sus socios los nueve conciertos ordinarios además de los extraordinarios que se programan cada año. Actualmente cuenta con unos cincuenta profesores, «el número depende de las circunstancias », que perciben al mes la módica cantidad de 8.000 pesetas. Su director, Javier Bello, que vive en París, pero que se desplaza a Pamplona todas las semanas, cobra «unas veintitantas mil al mes». No creo que toquen las treinta. «No tengo ni Seguridad Social, ni retiro, ni dietas, ni nada ¿De qué vivo? Pues del aire, como los camaleones. Haciendo milagros. Yo soy la encarnación de aquello que dijo Larra: "Empeñarse en vivir de lo que no da para vivir." Con estos medios económicos tan escasos, la orquesta mantiene un promedio de 48 a 55 profesores, según las necesidades del programa.» Hay quien cuenta el número de componentes del programa y dice: con tan pocos músicos no pueden ser buenos. porque esta obra hay que tocarla con más profesores.

«Esto es tan absurdo y tan falso», afirma Bello, «que cuando se fundó la Filarmónica de Berlín, en 1882, en una sala de patinaje -tres años más tarde que Santa Cecilia- fueron sólo 54 músicos los que comenzaron y tocaron las seis sinfonías de Tchaikovsky por primera vez en Alemania, todo el repertorio de Schuminan, Mendelssohn, Brugner y Malher. Y todo esto con grupos instrumentales que no pasaban de los sesenta. Siempre aparece la idea absurda de comprobar cuántos estamos en el escenario. Hay gentes que para oír necesitan ver. Y Mendelssohn lo dijo bien claro: "Para oír no hacen falta más que los oídos."»

La música, esa enfermedad

Javier Bello, un director locuaz que por reloj lleva en el bolsillo de su gabardina un considerable despertador que consulta de cuando en cuando, se muestra optimista en cuanto al futuro de la orquesta, a pesar de la edad considerable de la mayoría de sus componentes. «¿De dónde sacamos dinero nosotros para pagar a nuevas gentes? Este es el gran problema de la música de nuestro país», se contesta Bello Portu. «Suponiendo que haya músicos, ¿dónde está el trabajo para estas personas y el dinero para pagarles? ¿O es que nos vamos a creer que va a haber personas que van a estudiar la carrera de música para ganar 7.000 pesetas al mes? Mire usted, para poder tocar el violín en una orquesta, hacen falta alrededor de doce a catorce años de estudio. Y con catorce años de estudios, dígame usted qué no se puede hacer en otros órdenes de la vida. No hay dinero; se gana 7.000 pesetas al mes y aún nos han dicho que tenemos sueldos europeos. Lo que sucede es que la música es una enfermedad que ha existido siempre. »Para celebrar los cien años de existencia, la Sociedad de Conciertos Santa Cecilia comenzó el centenario el mes pasado, con un concierto del arpista guipuzcoano Nicanor Zabaleta, y espera que Pablo Sorozábal, presidente honorario de la orquesta, estrene y dirija una obra sinfónica escrita especialmente para la orquesta. Además, Santa Cecilia prepara, con el coro Easo, la sinfonía Fausto, de Listz, y espera reponer, en San Sebastián, por encargo de la Caja de Ahorros Municipal, el Mendi Mendiyan, de Usandizaga, estrenada en 1910.

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