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Reportaje:

Madrid carece de catálogo arqueológico

Un campesino, en Perales de Tajuña, en sus ratos libres, se dedica a engrosar su pequeño museo arqueológico particular. Le basta con ir desenterrando las piezas de cerámica o sílex que, a flor de tierra, se encuentran en su campo de labor. La villa romana de Valdetorres, el sarcófago de Chinchón y Miguelito, un elefante que vivió hace 200.000 años, son otros de los muchos hallazgos casuales e importantes ocurridos en Madrid. Por otros motivos, el patrimonio cultural de tiempos más recientes, sobre todo el eclesiástico, se encuentra en parecidas condiciones de abandono, esperando que alguien invierta tiempo y dinero en su rescate.

En Madrid, como en el resto de España, la escasa investigación arqueológica oficial se completa con los descubrimientos, casuales y múltiples, de los profanos. Para dar una idea de la falta de interés y coordinación por parte del Ministerio de Cultura, baste decir que la comisión provincial del Patrimonio Histórico Artístico, obligatoria por ley, aún no se ha constituido. El servicio de extensión cultural de la Diputación, organismo que desde hace unos años ha mostrado una clara preocupación cultural en este ámbito, no ha contactado con el delegado provincial de Cultura, y Madrid aún no tiene confeccionada una carta arqueológica en la que se recoja la distribución de los yacimientos más importantes.En todos los casos, el problema fundamental es la falta de recursos. La Subdirección General de Arqueología tiene un presupuesto de poco más de quinientos millones para toda España. La Iglesia, prácticamente, no lo tiene. La Diputación Provincial cuenta con veintitrés millones, aunque, para paliar la falta de recursos, echa mano de otras partidas del presupuesto general.

Una de las últimas iniciativas de la Diputación ha sido, precisamente, subvencionar a un equipo de expertos encargados de la prospección y valoración científica de los yacimientos plehistocenos, prehistóricos y paleontológicos de la provincia. Madrid se supone muy rica en restos prehistóricos, concentrados, sobre todo, en las cuencas de los ríos. Ahora se está cribando la ribera del Jarama, entre Arganda y Vaciamadrid. Después habrá que redactar una verdadera carta arqueológica entre dicho organismo, el Instituto Arqueológico Municipal y la Universidad Complutense.

En cuanto a los hallazgos obtenidos, la política de la Diputación se orienta a mantenerlos en los pueblos donde aparecieron, para asentar la tradición histórica de las comarcas y los municipios. Así se ha hecho con unos sarcófagos aparecidos en el subsuelo de la iglesia de Valdilecha, donde la excavación realizada para restaurar un edificio condujo al hallazgo de dos sarcófagos. Hoy están en el mismo lugar donde permanecieron cientos de años, expuestos a la mirada de los visitantes, pero protegidos por dos gruesas planchas de cristal.

En última instancia, lo que se pretende es conseguir una cierta descentralización cultural, que no todo lo que se encuentre y sea importante vaya a parar a Madrid capital.

«Miguelito», un elefante de 200.000 años

El desprecio al patrimonio arqueológico, actitud favorecida por la falta de previsiones de la Admistración, se ha traducido en la pérdida de potenciales hallazgo prehistóricos. El caso de la gravera de áridos de Arganda del Rey donde una pala excavadora puso al descubierto el esqueleto completo de un elefante que vivió hace unos 200.000 años, es excepcional. El elefante, bautizado con el cariñoso nombre de Miguelito, ha permitido deducir datos importantes sobre la vida de nuestros antepasados de la edad de piedra. Hace miles de años, el Jarama sería un río muy caudaloso, con grandes zonas pantanosas en sus márgenes. Los cazadores arrinconaban a sus presas hacia los pantanos, y cuando estaban inmovilizadas por el barro, se acercaban sin demasiado peligro para matarlas con lanzas y flechas. Miguelito parece que aún conserva entre sus grandes costillas la punta del sílex de la flecha que lo mató.Pero la práctica más común es la contraria. Empresas constructoras que al excavar los cimientos de los edificios se han encontrado con indicios de yacimientos arqueológicos, se han apresurado a continuar las obras y silenciar el descubrimiento, en aras del negocio inmobiliario. Otros, adoptando una postura intermedia, han entregado a las autoridades algunos restos, pero al continuar la construcción a toda prisa, han cortado toda posibilidad de realizar excavaciones.

Cuando los descubrimientos se realizan en tierras de labor, las seguridades de recuperación son mayores. El propietario del campo donde se está excavando una importante villa romana, en Valdetorres, lo dio a conocer voluntariamente y ha vendido su finca a la Diputación Provincial. No habrá problemas, por tanto, en sacar a la luz este valioso descubrimiento, una de cuyas más preciadas piezas es la escultura de un tritón, en mármol negro, única en España.

La época romana es la que en Madrid tiene más posibilidades de recuperación. A las casas, mosaicos incluidos, encontrados en Alcalá de Henares hay que añadir un sarcófago hallado en Chinchón por unos jóvenes que salieron al campo de excursión, y muchos otros. Actualmente se realizan excavaciones en este pueblo, en Pezuela, Valdilechas y Valdetorres. La Diputación aporta los fondos que puede, y la Subdirección de Arqueología, los técnicos necesarios.

El patrimonio eclesiástico

La situación es similar si nos referimos al patrimonio de épocas más recientes, en su inmensa mayoría depositado en las iglesias de cada localidad y casi totalmente desatendido por las autoridades eclesiásticas, que, según manifiestan, no cuentan con los fondos mínimos para garantizar su conservación.Se producen así casos tan curiosos como el de Buitrago, donde se guarda una custodia de plata (preciosa, en opinión del responsable del Servicio de Extensión Cultural de la Diputación, Luis Vázquez), desmontada pieza a pieza y repartidas éstas entre los concejales. El día del Corpus la custodia se monta de nuevo y se coloca en el altar. Retablos de gran valor de los siglos XV o XVI se guardan en Pajares (Sevilla la Nueva) o casas particulares. El anterior alcalde de Anchuelo guarda celosamente varias casullas de gran valor artístico (se dice que una de ellas podría haber pertenecido al cardenal Cisneros), y así hasta el infinito.

También en este aspecto es la Diputación Provincial quien aporta el dinero necesario para las obras de recuperación más importantes. El fuerte importe de las mismas retrasa considerablemente las posibilidades de un plan de restauración completo. Así, las obras de la capilla del Oidor, en Alcalá de Henares, costaron veinte millones. La restauración de la iglesia de Leganés, en la que se exhibe un enorme retablo churrigueresco, está valorada en sesenta millones. En varias ocasiones ha sido el fervor religioso y el amor por su riqueza artística los que han motivado que grupos de vecinos emprendieran iniciativas de este tipo. En el mismo Leganés, una colecta popular recaudó siete millones de pesetas. En Valdemoro se consiguió millón y medio, y otro medio millón, en Ajalvir.

A menudo no ha sido el tiempo sólo el responsable del deterioro del patrimonio. La política de las autoridades eclesiásticas es dejar en manos de los sacerdotes de las parroquias, y de los consejos parroquiales, la administración de las iglesias y lo que en ellas se conserva. La práctica de vender obras de arte para obtener fondos y destinarlos a obras sociales ha sido negativa en este sentido. Llevados por su buena fe, y al mismo tiempo por su falta de criterios científicos, se ha perdido un valioso bagaje de obras de arte. Otras veces se han realizado obras de remozamiento e incluso de ampliación que han deteriorado, a veces irreparablemente, la importancia inicial del edificio.

Es muy posible que se hayan producido también actos de rapiña, ventas clandestinas o robos, pero, dada la falta de un inventario detallado, las pérdidas por estos conceptos son imposibles de evaluar.

También en este campo se ha producido en los últimos años un avance de la iniciativa popular en aras de salvaguardar lo que queda, que es mucho. En Chinchón se creó un museo de arte sacro, y lo mismo se quiere hacer ahora en Pezuela de las Torres.

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