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Entrevista:

"El Gobierno portugués no ha devuelto las fincas de ganado bravo"

Entrevista con el ganadero José Infante da Cámara

José Infante da Cámara, ganadero portugués de una divisa con solera, en la que hay procedencia de algunas de las mejores castas españolas, es el presidente del grupo de ganaderos de su país, y, por esta condición, miembro de la Unión de Criadores de Toros de Lidia de España. Cuando llegó a Madrid para asistir a la asamblea de la Unión, los colegas españoles le felicitaban. «Yo no sabía por qué. ¿Cuál es el motivo para tantos parabienes? Y me dicen: "¿Te parece poco? Ya sabemos que os han devuelto las fincas que expropiaron a raíz de la revolución." Yo les digo: ¡Pero si es mentira!»

Infante da Cámara, 62 años, ganadero de toda la vida, y toda la vida viniendo a España para asuntos relacionados con la fiesta, es un hombre muy afable, muy corpulento, muy claro en todas sus expresiones. Tan rudo como los campinos de Vale da Figueira, donde está su finca, en la que habita con su esposa y seis hijos, y a la cual, por estar fuenta del Alentejo, no le afectó la reforma agraria; tan mundano como los hombres de negocios habituados a viajar y a los grandes hoteles. «¿Un café va a tomar? ¿No preferiría bebida de guerra?» «No no; café está bien a esta hora. Y no güisqui.» Apenas se distinguen las siluetas de los clientes en las penumbras del salón del hotel, y la voz de Infante da Cámara retumba entre los susurros de las conversaciones, y las domina hasta reducirlas a silencio. Desde el principio somos el centro de todas las atenciones.«Yo no distingo», eleva el tono, apoya las manos en la mesa, «entre derechas e izquierdas, pues no soy político, ni lo seré nunca. Sólo distingo entre gente seria y granujas. Bien; pues quienes nos expropiaron las tierras y el ganado, y luego, ahora, vuelven a hacernos daño, son unos granujas. ¿Que se definen políticamente como de izquierdas, y me daría lo mismo que se definieran de derechas? Yo no les llamo así; granujas, ladrones, eso son.»

La expropiación se hizo en el Alentejo, para proceder a la reforma agraria. El Alentejo es una región con algunos sembríos y caucho, en general muy pobre, que ocupaban los latifundistas, y entró en ella el pueblo llano, apoyado por el Ejército, para explotar las tierras en régimen cooperativo. Buena parte del ganado bravo portugués se criaba allí y varias ganaderías se vieron seriamente afectadas por la reforma. Los propios cooperativistas se encargaron de continuar la crianza del toro; pero, según opinión de Infante da Cámara, sin tener el menor conocimiento ganadero y sin éxito comercial, pues los empresarios se negaron a comprarles las reses. «Sólo consiguieron venderlas a algunos organizadores de corridas, poco serios, gente sin escrúpulos, de esa que en todas partes hay.»

Sin embargo, el daño no fue grave, por la intervención de los mayorales, según nos explica Infante da Cámara: «Muchos mayorales se quedaron en las propias fincas e hicieron una magnífica labor en los trabajos de selección y crianza. ¿Quiere usted creer que gentes que en su vida habían visto un toro de cerca participaban en las tientas y decidían qué res podía valer y cuál no? Pero el mayoral estaba presente; él callaba y apuntaba en su libreta. En ella tenía todos los datos de lo que se había hecho bien y lo que se había hecho mal, y este ha sido ahora un documento precioso para hacer la re tienta con suficientes garantías, de manera que, en cuanto a calidad, la ganadería portuguesa de bravo no ha sufrido ningún bache.»

Luego les han devuelto a ustedes ganado y fincas. «No es así; ni mucho menos. Todas las fincas han sido clasificadas mediante unos sistemas de puntuación, según sus características específicas, y lo que se nos devuelve es hasta un máximo de setecientas hectáreas, en aplicación del baremo. Ya me dirá, por tanto, cómo metemos una ganadería en setecientas hectáreas, cuando para una explotación media, como puede ser la mía, donde hay -digamos- 120 becerros, cien vacas, toros, construcciones, utensilios y, en fin, todo lo necesario para el ganado, se necesitan unas 2.000. Es como si nos dan un león para meterlo en la jaula del canario.»

«Desde que se produjo la revolución», añade Infante da Cámara, «en lo que a nosotros respecta sólo ha actuado con inteligencia, cordura y siempre dentro de la legalidad, Vaz Portugal, que fue ministro de Agricultura, con Nobre da Costa y Mota Pinto, y ahora es (como lo fue antes de dedicarse a la política), director de la Estación Zootécnica Nacional. La situación actual, en cambio, con el Gobierno de María Lurdes Pintassilgo, ha vuelto a empeorar, o por lo menos yo tengo gran pesimismo. De entrada, ha suspendido la devolución de fincas. Ya veremos qué pasa. Y el caso es que somos necesarios. ¿Por qué cree que nos devolvieron las ganaderías? Pues porque sin fiesta de toros se resistía el turismo; estaban en paro los toreros, y al portugués, me refiero a la gente de campo principalmente, le gusta el espectáculo. Hay ahora, es lógico, escasez de toros en mi país, pero si nos dejan trabajar espero que podremos recomponer las divisas y situarlas en límites normales de explotación.

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