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Cierto retroceso de la vía radical en el electorado vasco

La relación participación-abstención registrada en el referéndum vasco coincide con la apuesta avanzada en privado, a lo largo de las últimas semanas, por algunos de los más significativos lideres de los partidos favorables al sí. La apuesta incluía el convencimiento de que, a su vez, no menos de un 90% de los votos emitidos serían favorables al Estatuto. En este sentido, no puede decirse, por tanto, que haya habido sorpresas.

Sin embargo, parece evidente que esas apuestas eran, en su día, optimistas. Más concretamente: que una estimación en base a los resultados de las últimas confrontaciones electorales no permitían esperar ni que seis de cada diez vascos acudirían a las urnas, ni que el 54% del censo se pronunciaría a favor del texto de Guernica.En las elecciones municipales, la abstención fue en Euskadi de un 42%. Si a ese porcentaje se añade el obtenido por los partidos que, como HB, EMK y LKI, participaron entonces y se han abstenido ahora, el nivel previsible de abstención se hubiera situado entre el 53% y el 55%.

Si se toman como punto de referencia los datos de las elecciones generales de marzo -más precisos que los de las municipales, por la heterogeneidad de posturas coexistentes en algunas de las candidaturas que concurrieron a estas últimas-, la abstención previsible se hubiera situado por encima del 45 % (34,7% de abstención entonces registrada, más 10,82% obtenido en marzo por HB, EMK y LKI). En dichas elecciones, los partidos que siete meses después iban a propugnar el sí al Estatuto obtuvieron el 51% de los votos.

Parece evidente, por tanto, que desde la primavera al otoño se ha producido un significativo desplazamiento del electorado vasco. Si son los resultados de las municipales los que se toman como referencia, ese desplazamiento habría afectado a no menos de 120.000 personas.

El diputado nacionalista Marcos Vizcaya adelantaba, instantes después de haber depositado su papeleta, la hipótesis -que a esa hora no pasaba de ser una esperanza- según la cual «mucha gente que, si hoy hubiera elecciones políticas, seguiría votando a Herri Batasuna, van, sin embargo, a decir sí al Estatuto». El diputado consideró «muy significativas» en ese sentido algunas de las firmas incluidas en un llamamiento a votar sí rubricado por un centenar de personalidades de la cultura vasca publicado en la prensa local una semana antes del referéndum.

El PNV no ha ocultado nunca su esperanza de lograr recuperar buena parte del voto que en las dos anteriores confrontaciones electorales se había desplazado hacia el abertzalismo radical. En la última fase de la campaña, el Partido Nacionalistas sustituyó las críticas frontales -y a menudo viscerales- contra Herri Batasuna, que caracterizaron los primeros mítines, por una argumentación basada en la ausencia de alternativas creíbles, realistas, al Estatuto de Guernica. Es posible que este argumento -junto con el paulatino desvanecimiento de la Asamblea Nacional Popular vasca de HB y su Estatuto alternativo- haya, efectivamente, hecho mella en el electorado abertzale radical. Pero parece exagerado que esa sea la única causa del desplazamiento de más de 100.000 votos.

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Seguramente, habría también que considerar la posible existencia de una atracción directa, en positivo, del Estatuto para sectores potencialmente de izquierda que se abstuvieron en marzo y abril. La inexistencia de desigualdades notables en los resultados registrados en las zonas rurales y en las industriales, y el relativamente alto nivel de participación en localidades como Baracaldo, Irún y Eibar, parecen abonar esta valoración. Valoración que, sin embargo, se vería matizada por el igualmente constatable aumento de la abstención en algunos barrios populares de Bilbao, como Rekalde, Otxarcoaga o Santutxu.

Otro dato que salta a la vista es la tendencia a la homogeneización política de los tres territorios que revelan los porcentajes registrados en Alava. En el referéndum organizado por la República en 1933 votó a favor del Estatuto el 89,52% del censo en Guipúzcoa y el 88,44 % en Vizcaya, mientras que la altísima abstención registrada en Alava redujo al 46,4% el porcentaje de votos «sí» -sobre el censo- registrado en esta última provincia. Ahora, sin embargo, Alava se ha situado en primer lugar en cuanto a nivel de participación (63,23%), si bien es también aquella en la que es mayor el número relativo de votos negativos.

Por otra parte, no parece aventurado deducir de los datos del referéndum un cierto retroceso de la vía radical. De todas formas, su peso sigue siendo muy superior al habitualmente obtenido por los partidos de extrema izquierda en el conjunto del Estado o en la Europa del Mercado Común. En un estudio publicado esta misma semana por la Cámara de Comercio de Bilbao (Clases sociales y aspiraciones vascas) se incluye la cifra del 15,60% de vascos partidarios de la independencia de Euskadi, de los que un 3,5 % sería partidario de la vía armada. Pero, a su vez, el 75 % de este último grupo tiene menos de treinta años. Y el 55% del paro actualmente existente en el País Vasco corresponde a jóvenes de menos de veinticinco años.

El mismo Marcos Vizcaya, comentando estos datos y las reacciones observadas -durante los coloquios que siguieron a los mítines en los que participó el diputado nacionalista- en «adolescentes de apenas dieciséis o diecisiete años que no tienen en la cabeza otra idea que la de la violencia», recordaba el día 25 por la mañana que «son jóvenes que tenían diez o doce años cuando sus hermanos mayores o sus padres eran detenidos en masa, por ejemplo, durante los últimos estados de excepción del franquismo. Esas imágenes», comentó Marcos Vizcaya, «no se borran tan fácilmente y dan idea de la magnitud de la tarea de reconstrucción a todos los niveles, a todos los niveles», recalcó, «con que ahora debemos enfrentarnos».

Esa tarea no se inicia hoy, pero sí puede decirse que entra en su fase decisiva. Será la labor de las instituciones vascas que nacerán del Estatuto aprobado por el 53,9% de los vascos el 25 de octubre.

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