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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Recital Brahms, por Joaquín Achúcarro

Ciclo de Música de CámaraPianista: J. Achúcarro.

Programa Brahms: «Variaciones: Schumann», «Rapsodia en si menor»,

«Cuatro piezas» y « Sonata nº' 3»

Teatro Real

22 octubre

Con un programa Brahms ha terminado la que podríamos llamar Semana Achúcarro, iniciada con el segundo concierto de Rachmaninoff para la RTVE, continuada con el Concierto en sol para la Nacional y, por tanto, dado tres veces y clausurada con un recital que, a mi entender, constituía el empeño más comprometido. Siempre lo es Brahms, no sólo por las dificultades técnicas, sino, más aún, por la hondura de contenido que admite muy diversos niveles de lectura. Ante todo, ha de consignarse que Joaquín Achúcarro se marcó uno de los más importantes tantos de su carrera, como lo demostró el entusiasmo del público, al que correspondió el concertista vizcaíno con tres encores.

Las obras seleccionadas por Achúcarro nos daban diversas dimensiones y representaban varios momentos biográfico- estilísticos de Brahms: la Tercera sonata y las Variaciones- Schumann son de 1853 y 1854, esto es, del Brahms veinteañero; la primera rapsodia, de las dos que componen la opus 79 data de 1879 v en fin las cuatro piezas op. 119, nacen en 1892, cinco años antes de la muerte del compositor. Las Variaciones sobre un tema de Schumann (Hoja de álbum, op. 99, nº 1) anuncian muy tempranamente la manera brahmsiana de tratar el género, aun cuando, a decir verdad, en la Sonata en fa menor está ampliamente desarrollado el procedimiento variativo, cíclico, expensivo e interrelacionado, que alcanzará su cima en páginas como la cuarta sinfonía. Independientemente de las fechas, en las Variaciones no está omnipresente, como en la Sonata, el llamado pianismo sinfónico del músico hamburgués, de tan gran calado como íntima sustancia poética. Poesía tierna, como se muestra en los intermezzi y vigor de gran vuelo, como en las rapsodias en si menor y en mi bemol.

Joaquín Achúcarro ha mostrado el grado de madurez en que, ideológica y técnicamente, se encuentra. Su enfrentamiento con Brahms modifica, forzosamente, algunos supuestos que el público daba por ciertos sobre nuestro pianista. Una capacidad de interioriación, un planteamiento sereno de los pentagramas, una solución nítida de los problemas mecánicos se animan por una potencialidad expresiva que no se vierte en efectos exteriores, sino que se intensifica con mesurada pasión. Como hombre del Norte por partida doble (como vasco, con relación a España, y por su ascendencia noruega, con relación a Europa), Achúcarro es un lírico, lo fue siempre. Sucede que la primitiva introversión, con el paso del tiempo, ha ganado en comunicatividad afectiva. En suma, la expresividad postromántica de Brahms se identifica, en el Achúcarro de hoy, con la manera y el sentimiento del pianismo actual. Los mensajes del pasado se reflejan de diverso modo en cada artista; el auténtico, acaso inconscientemente, equilibra la fidelidad al espíritu de la letra con la fidelidad a la ideología de su tiempo. Es entonces cuando los pentagramas de cualquier tiempo cobran en el intérprete frescor, emoción y vigencia de cosa nueva. Tal fue, a mi entender, el mayor valor del recital brahmsiano ofrecido por el gran pianista vasco, figura, bien representativa de la «generación del cincuenta cuyo arte circula cómodamente en los medios internacionales.

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