Rescatar la afición de Madrid, objetivo de los empresarios
Hay una afición madura, muy entendida, apasionada por el espectáculo taurino, que no va a los toros. Diodoro Canorea, en sus declaraciones a EL PAIS publicadas el pasado viernes, detectó esta circunstancia: «El día de la presentación de Pepe Luis Vázquez volvieron a Las Ventas, después de años de ausencia, muchos aficionados.»Cualquiera de estos aficionados explicará así por qué no va a los toros: la fiesta se ha desnaturalizado; ha perdido variedad y emoción, y en modo alguno tiene el atractivo que le era característico apenas hace un par de décadas.
No siempre es así, pues, por lo menos, el toro de edad y trapío aparece de nuevo en los ruedos y a esos aficionados de la desilusión les hizo desertar, principalmente, el toro del fraude que se, impuso en los años sesenta. A las masas de aficionados auténticos, que hasta entonces eran clientela fija en todos los cosos, los sustituyeron otras de curiosos y turistas, atraídos por los ídolos populares que ideaba una publicidad bien encauzada. Pero éstas no tenían constancia: satisfecha su curiosidad, dejaban de acudir al espectáculo, pues les faltaba afición. La fiesta, en consecuencia, empezó a atravesar una alarmante crisis de público, que es muy dificil de resolver, pues también padece una acusada crisis de calidad. La década de los años sesenta ha sido nefasta para el mundo taurino. El taurinismo, tan corto de miras siempre, tiene la mayor parte de culpa, y la autoridad, en cierto modo, la comparte, por no atajar la corrupción y el fraude cuando esta intervención era vital para el futuro.
Ahora Canorea y otros empresarios intentan revitalizarlo, no siempre con los mejores criterios y con la adecuada colaboración, y desde luego en medio de fuertes dificultades. La económica es una de las más importantes. En la mencionada entrevista, el empresario de Las Ventas aseguraba que este año ha perdido un dineral con el arrendamiento de Las Ventas. En realidad, si su gestión discurriera por cauces de normalidad -a contar los ingresos en taquilla y los gastos de todo tipo, como ocurre en todo tipo de espectáculos-, habría ganado dinero. Cualquier empresa que obtenga a final de año un beneficio neto de 150 millones de pesetas, por ejemplo, consideraría óptimo el resultado de su gestión. Pero en Las Ventas, ganar sólo 150 millones es perder veinte, pues a los costes de organización hay que añadir más de 161 millones que se pagan en concepto de canon de arrendamiento, más otros flecos impuestos por contrato. En estas circunstancias es muy dificil hacer una labor positiva. Podría hacerla, en cambio, la Diputación Provincial, que se embolsa, limpio, el importe del canon.
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