La cuadratura del círculo vasco
La aprobación en referéndum, el 25 de octubre próximo, del proyec to de Estatuto para las Vasconga das plantea serios problemas. Vistas las cosas superficialmente y desde fuera del País Vasco, podrá parecer que un proyecto avalado por los tres partidos electoralmente más fuertes (el PNV, el PSOE y la UCD, amén de la coalición Euska diko Ezkerra, que el 1 de marzo último demostró ser la quinta fuerza electoral en el conjunto de las tres provincias, siendo la cuarta Herri Batasuna), así como por el PC y otros grupos menores, forzo samente ha de llevarse de calle la votación, pese a la oposición del nacionalismo vasco, más radical, y del nacionalismo español, más irreductible. Pero las cosas son mucho menos sencillas, al menos un mes antes de la votación. Quizá cambien de aquí a entonces...Nadie pone en duda que el Estatuto será aprobado. Es decir, que el número de síes superará holgadamente al de noes. Pero esto, aunque formal y legalmente es bastante, no lo es ni política ni psicológicamente. También la Constitución obtuvo en el País Vasco una amplia ventaja de los votos afirmativos sobre los negatívos el 6 de diciembre del año pasado, y esta aprobación formal no ha dejado de ser puesta en tela de juicio. Dejando aparte Navarra (donde más de la mitad del censo electoral dijo sí a la Constitución), la suma de votos negativos, de votos en blanco y de abstenciones fue superior a la de votos afirmativos en el conjunto de las provincias Vascongadas; y como el PNV había recomendado la abstención, resultaba muy fácil, para los adversarios del texto constitucional, capitalizar a su favor la pasividad de un sector del cuerpo electoral que, si fue amplio en el resto de España, fue entre los vascos amplísimo. Y ahora podría ocurrirle lo mismo al Estatuto, el cual nacería así disminuido en su prestigio, vulnerable -y, no lo dudemos, vulnerado- a ojos de la opinión pública, carente de esa aureola de legitimidad indiscutible que le proporcionaría una votación masiva a su favor.
Excesiva seguridad
Precisamente porque nadie duda de su aprobación, el Estatuto dejará de movilizar a un número de electores que puede ser considerable. Si esa aprobación fuese incierta, muchos se desplazarían a votar que sí (o a votar que no), pese a su falta de entusiasmo por el asunto. Y si el entusiasmo por el asunto estuviera generalizado, muchos se desplazarían a votar ansiosos de triunfalizar la aprobación. Lo que ocurre es que el entusiasmo dista de ser general.
El vasco poco politizado se encuentra fatigado, desilusionado y escéptico. Son ya muchos años de tremendos problemas que no acaban de resolverse: el paro, el desmoronamiento de las empresas, la agitación, el terrorismo político, la inseguridad creciente, las pugnas entre partidos que hoy se querellan, mañana se reconcilian y, en cualquier caso, hacen mangas y capirotes a espaldas de la ciudadanía, la poca eficiacia de unas corporaciones locales que dedican la mayor parte de su tiempo a debatir sobre cuestiones ideológicas o políticas cuya solución está en sus manos, ni mucho menos... Y es muy difícil convencerle de que con el Estatuto van a arreglarse todas esas cosas: en primer lugar, porque ni con él ni sin él se arreglarán a corto plazo, sino que requerirán su tiempo; un tiempo que a los ciudadanos se les hace ya interminablemente largo.
En cuanto al vasco politizado (relativamente abundante, en comparación con el resto de España), se halla tan dividido en tendencias rivales que resulta imposible darle satisfacción, porque lo que agrada a los de una tendencia contraría o enoja a los de las restantes.
Cuando el PNV trata de ganar para el Estatuto los votos del nacionalismo vasco más radical diciendo que se trata sólo de un primer paso por el camino del autogobierno, despíerta,las suspicacias de los electores de la UCD y de la derecha; y cuando Euskadiko Ezkerra, con igual propósito, intenta demostrar que el Estatuto llevará a la independencia y al socialismo, despierta su hostilidad. Cuando el PSOE y la UCD afirman que la autonomía que se va a conseguir no puede poner en peligro la unidad y la robustez del Estado, suscitan a su vez la suspicacia o la hostilidad de amplios sectores nacionalistas vascos. Así, es dificilísimo hacer a favor del Estatuto una propaganda coherente.
Frente de apoyo, unitario y plural
Se ha creado un frente unitario de apoyo al proyecto, del que forman parte el PNV, el PSOE, el PC, ElA (que es el principal componente de Euskadiko Ezkerra) y otros grupos menores. No todos hablan el mismo lenguaje; pero, si se esfuerzan, lograrán hacer una campaña que no sea muy incongruente, pese a que las contradicciones entre los participantes en esa campaña unitaria son bastante considerables. Así, después de los atentados de Madrid del 29 de julio, el secretario general del PC vasco dijo que si Euskadiko Ezkerra quería seguir participando en el frente unido, tendría que romper abiertamente con ETA político-militar; pero la verdad es que esta exigencia ha quedado olvidada, probablemente porque piensa que la exclusión de Euskadiko Ezkerra mermaría aún más la popularidad del Estatuto en la extrema izquierda nacionalista vasca. Tras el atentado del 15 de septiembre, reivindicado también por ETA político-militar, algunos dirigentes del PSOE vasco han formulado idéntica exigencia, aunque con muy dudoso resultado.
La UCD se halla al margen de ese frente. Su presencia en él fue vetada por EIA; después, ella misma decidió no incorporarse. Esto sitúa al partido del Gobierno en una posición incomodísima. Muchos de sus electores, que (sobre todo en Guipúzcoa, donde el ministro Oreja salió elegido con la aportación decisiva de los votos de la derecha) no son propiamente centristas, sino derechistas, y en todo caso acendradamente españolistas, se dan cuenta de que van a quedar marginados en el marco del régimen autonómico, y por tratarse de un electorado poco disciplinado, no seguirán en numerosos casos la consigna del voto afirmativo. Y quizá haya, como el 6 de diciembre, muchos miles de votos en blanco.
Mientras tanto, Herri Batasuna se dispone a capitalizar las abstenciones (tanto las políticas como las apolíticas), lo mismo que lo hizo el PNV en el referéndum constitucional. Y tras de haber recurrido entonces a toda suerte de argumentos, incluso los más sofísticos, para demostrar que la abstención es una actitud limpiamente democrática, el PNV carece hoy de autoridad moral para demostrar lo contrario. De aquí su malestar y su nerviosismo, que no puede disimular.
En tales condiciones, conseguir para el Estatuto el voto favorable de la mayoría del censo electoral es algo así como conseguir la cuadratura del círculo. A menos que... Porque todo lo que antecede está escrito desde el supuesto de que se va a jugar limpio hasta el final. Es decir, de que no va a haber pucherazo. Ahora bien, si los grandes partidos lo quieren y las autoridades cierran los ojos, el pucherazo es posible. Las dificultades quedarían así salvadas. Pero el prestigio y la autoridad moral del Estatuto?
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