Basura
Según parece, Nueva York, aparte de otros récords más o menos divulgados o conocidos, detenta el de la mejor y más cara basura del mundo. Ropas, muebles, colchones, bebidas, electrodomésticos, abarrotan la calle cada madrugada, desecho colosal de la eterna sociedad de consumo, algo así como un placton especial del que viven legión de marginados.Tal basura dorada presta su nombre al filme de Morrissey y, a la vez, viene a resultar símbolo del mundo en el que vegeta la pareja protagonista de la historia. Todo es basura en torno, miseria, en la calle y en la sórdida habitación donde tratan de hacer el amor inútilmente.Todo el relato, articulado en una serie de capítulos sin demasiada relación entre sí, cuenta la frustación sexual del hombre al que la droga ha llevado a la impotencia. El sexo como mero pasatiempo, como droga barata cuando las caras faltan, y a la vez como bien de consumo, pasea por todo el filme su perfil menos amable, entre pinchazo y pinchazo.
Trash
Guión, fotografía y dirección: Paul Morrissey. Intérpretes: Joe d'Allesandro, Holly Woodlawn, Jane Forth, Bruce Pecheur, Geri Miller, Andrea Feldman, Johnny Putnam, Diane Podlewski. EEUU. Dramático. 1969. Local de estreno: Bellas Artes.
El hombre lleva aquí la peor parte. Son las diversas mujeres quienes a la postre intentan o consiguen llevar, a solas, adelante la partida frustrada en la que el compañero queda como un ser inútil, estúpido y pasivo. Incluso los momentos de humor, la imagen de la aguja en la vena del brazo sólo sirve de contrapunto visual a la acción verdadera que se desarrolla fuera de cámara, contándonos verdadera historia de otra pareja que, por azar, ha recibido a tan insólito huésped en casa.
Nueva York aparece retratada en la temible miseria de las grandes ciudades, en retazos a un tiempo burlescos y trágicos, sin autocompasión, a lo largo de una serie personajes que, como en las viejas historias tradicionales, surgen, hacen su número, saludan y se van. Lo que no resulta tan tradicional es el tratamiento del sexo. No hay aquí ninguna preocupación por mantener en pie el interés de los espectadores ocultando el final de la aventura. Aquí se sabe desde un principio cómo son los personajes. Se conocen, se juntan e intentan acostarse. Lo demás se va en consideraciones sobre el trance en cuestión y sus condicionamientos lo cual permite infinitas variaciones que, a ratos, llegan a caer en la franca monotonía.
El filme, realizado muy simplemente, casi todo en planos muy cortos, en parte por razones técnicas tiene un estilo funcional que le da indudable personalidad, a pesar los barridos de cámara excesivos. Eficazmente interpretado, viene a ser buena muestra del famoso cine underground de Nueva York y obra fundamental de su realizador, perdido, más tarde, por los senderos tenebrosos del barón Frankesteir y de su amigo el conde Drácula.
Babelia
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