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Valery Giscard d'Estaing ofrece a Hua Guofeng ayuda tecnológica

Sobre una alfombra roja de 220 metros de largo, que ya había servido para recibir al número uno soviético, Leónidas Brejnev, posé ayer los pies, en el aeropuerto parisiense de Orly, Hua Guofeng, el primer ministro y presidente del Partido Comunista chino, que a los 58 años, por primera vez, llegaba a Occidente. Fue recibido por el presidente francés, Valery Giscard d'Estaing, y ambos exaltaron la importancia histórica de este primer contacto, al máximo nivel.El «todo París» de la diplomacia occidental recibió ayer al señor Hua Guofeng y a las cuarenta personas de su séquito que a lo largo de esta semana. cubrirán en Francia la primera etapa del periplo europeo, que los conducirá, después de París, a Bonn, Londres y Roma.

En el mismo aeropuerto, los dos presidentes (el chino sin su esposa) situaron diplomática y económicamente el viaje, Para el señor Giscard d'Estlaing, la «signficación histórica de esta visita se debe a que sitúa a China en el puesto que le corresponde en el concierto de las naciones». Subrayó también el papel que Francia puede jugar «en el mantenimiento de la paz y la cooperación internacionales", para, acto seguido, pensando en el subdesarrollo casi medieval que aún padecen los mil millones de chinos, ofrecerle a su huésped «el concurso de nuestra experiencia y de nuestra tecnología».

El primer ministro de Pekín exaltó la amistad franco-china y estimó que «los cambios que se han producido en el contexto internacional clarifican la afinidad de los intereses fundamentales de nuestros dos continentes».

Pocas horas antes, Moscú alertaba al pueblo soviético sobre «el sentimiento de inquietud, perfectamente comprensible, que suscita en Occidente esta visita». En opinión de los dirigentes de la URSS, esa «inquietud» se debe a que China practica cuna abierta hostilidad respecto a los problemas de la distensión, del desarme y del mantenimiento de la paz ». La hostilidad chino-soviética, la rivalidad americano-soviética y el interés que Pekín le concede a la construcción de una Europa que, gracias a su autonomía, contrapesaría a los dos grandes «coronados» por el fin de la última guerra mundial y, en particular, moderaría el «expansionismo» de Moscú, sitúan la importancia «histórica» de la tournée.

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