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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Pornomitología

Me llega un libro de Fernando Díaz-Plaja titulado irónicamente Mitología para mayores, pero al mismo tiempo me llega el semanario Lib, que con un toque lírico y canalla se ha atrevido (se atreven a todo) a crear, mediante un dibujante original e imaginativo, la verdadera mitología de nuestro tiempo, la mitología fálico/priápica de lo que aquí mismo he llamado, con frase de mi querido Berlanga, «la sociedad ereccional».Y aclaro en seguida para femeninas (feministas o no) que la obsesión priápica y la sociedad ereccional, submitología de eso que los franceses llaman ya «el nuevo desorden amoroso», no es achaque de la mujer, sino más bien del hombre, que en la guerra de guerrillas de la sociedad competitiva ha incluido la competitividad sexual, lo ereccional como petición de principio en línea con lo moral, lo fundamental, lo imperial y Emmanuel Kant.

Un nuevo machismo de quienes fuimos felices y silvanos cuando éramos solamente machos. En la antología de Lib, Rodríguez de la Fuente aparece dotado de una víbora sexual, Bibi Andersen, de una genitalidad masculina con boquita pintada, Camilo Sesto con un lazo, el ya citado Berlanga, con una ortopedia, Angel Nieto con un émbolo, Tip y Coll con sus respectivos sombreros, Iñigo con peluquín pubescente, el Cordobés velado por la muleta, Amestoy con gafas inguinales, Jomeini con metralleta urológica, y yo mismo, Paco/Paco, con frutos de oro y una pluma de ave, en lugar del práctico y doméstico instrumental que de niños nos duele en el corazón y de viejos en la próstata.

¿Quiere decirse que ha escrito uno mucho/ demasiado sobre el tema? Lorenzo López-Sancho, en el tenso y apasionado estreno de Buero (en los estrenos siempre se habla de otra cosa, como en los entierros), me decía:

- Los amores diurnos es uno de tus tres mejores libros. Llevo varios meses asombrado, dándole vueltas para hacer un artículo. Es la gran literatura libertina que en España no se ha hecho nunca, porque aquí sólo tuvimos un Joaquín Belda, antes de la guerra, que representaba «lo verde».

López-Sancho, que es algo así como el último afrancesado, y que en mi doncellez literaria me descubrió nombres como Queneau o Michaux, me ha dicho lo mismo que Carrillo en la fiesta del pecé:

- Umbral, que he leído eso tuyo tan erótico, Los amores diurnos.

Salvador Pániker, el editor del libro, me contaba hace poco en Barcelona, poniéndome las cuentas claras:

- Aquí hemos vendido cuatro mil ejemplares de tu libro y en Madrid novecientos.

¿Y cómo no va a creer uno que Cataluña es otra patria, si además Muntsa Alcañiz y todo el Teatro Lliure están haciendo una breve y bellísima temporada en el María Guerrero, para salvar en catalán el teatro que muere en castellano, como dijo Buero en su acción de gracias?

Libertino o no, el libro anda y me ha valido esta alegoría/mitología/simbología de Lib, entre el surrealismo y el undergraund, viñeta que voy a utilizar como ex-libris de mis libros más castos, para edificación de las señoras de peluquería que me leen, según la agudísima Bel Carrasco.

El dibujante, con su serie de Lib, ha venido a expresar el subconsciente colectivo de la sociedad ereccional, donde cualquier actividad masculina, de la ecología al golf, del circo a la política, es ya una actividad machista, una sublimación priápica que necesita el varón en esta tierra de hombres, y en todas las tierras, precisamente porque el siglo anda carrozona, el sentimiento está en crisis y el mero sexo relacional nos crispa y disminuye. Decía Marías, cuando el Régimen, que por haber suprimido de la vida la política, todo era ya política en la vida. Hemos suprimido el mito y las Humanidades, querido Díaz-Plaja, y ahora el mito (siempre de raíz sexual) somos nosotros. Cansadísimo.

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