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FERIA DE OTOÑO: QUINTA CORRIDA

Un título para el toreo de Curro Vázquez

Esta crónica, como tantas -pero ahora más- admitía diversos títulos. Uno de ellos, el que figura arriba, y que ha prevalecido porque lo importante de la tarde fue, efectivamente, el toreo de Curro Vázquez. Bien es verdad que el título resulta un tantico equívoco, con lo cual a lo mejor nos estamos tomando la licencia de transgredir una de las reglas del periodismo. Los títulos no deben ser equívocos, muchacho.Aunque en verdad se justifica, a los toreros les suelen premiar con trofeos en forma de escapularios, placas, estatuillas, abalorios. A nadie se le ha ocurrido, sin embargo, concederles un título. «El planeta de los toros», como bautizó el maestro Cañabate a este mundo aparte, debería recoger la idea. Por ejemplo, El Cordobés merecería el título taurino de «conde de la Rana», y Curro Vázquez, que fue el protagonista máximo de la corrida de ayer, el de «duque de los Doblones». No es una proposición gratuita: sus doblones resultaron tan impresionantes como toreros. Los de su primer toro, rodilla en tierra, ceñido, templando la embestida, mandando en el viaje, obligando a que el toro se mordiera el rabo.

Plaza de Las Ventas

Quinta corrida de la feria de otoño. Cinco toros de Camaligera, bien presentados, mansos, y el quinto de El Torero, feo, escurrido y manso. Curro Vázquez: estocada atravesada y descabello (oreja). Dos pinchazos y media (silencio). Fabián Mena, que confirmó la alternativa: tres pinchazos y estocada caída (silencio). Pinchazo y estocada (silencio). Currillo: estocada que asoma y dos descabellos (vuelta con algunas protestas). Estocada atravesada y descabello (aplausos).

Una estampa clásica muy difícil de ver en estos tiempos.

Suave dejó al camaligera con ese castigo y luego lo embarcó en dos estupendas series de derechazos. El defecto que se le apunta es que no bajaba la mano, como, al fin y al cabo, exige el toreo hondo, pero -el cite medio de frente, el muletazo largo y suave, el remate impecable- había armonía y aroma en aquellos pases. La primera serie la remató con el de pecho; la segunda, con un trincherazo que ni dibujado.

La torería subió aún algunos enteros cuando, a continuación, se echó la muleta a la izquierda y el toro se le descolocaba y no le iba. Porque en lugar de cortar el muleteo, lo continuó con unos ayudados por bajo a dos manos que volvían a actualizar las estampas de la tauromaquia clásica. Mas, independientemente del detalle de los pases -los mencionados, y los cambios de mano, y los abaniqueos, y los desplantes y el irse de la cara de la fiera con garbo-, la importancia de la faena estuvo, sobre todo, en su construcción, en los terrenos que eligió, en la variedad de las suertes y el momento en que las ejecutó. A su otro toro, entrepelao, cuajado, poderoso, astifino, guapo y difícil, le quitó los bríos con otras dobladas eficaces y toreras, que se jalearon, y después no pudo cuajar faena porque lo impedía el sentido del animal.

Un título para el toreo de Curro Vázquez, se lo mereció ayer; pero la tarde -decíamos- merecía otros títulos. Así:

Galería de mansos

La corrida estuvo bien presentada, a pesar de las desigualdades que mostraban los toros en las cabezas. Incluso el quinto, protestado por gato -¡fuera ese gato!, gritaban varios aficionados-, tenía seriedad, aunque fuera escurrido, y mucha leña. Derribó una vez. Varios toros de Camaligera también derribaron. Sin embargo, la mensedumbre fue la tónica, y el feo estilo durante la brega y en el último tercio. La papeleta no era fácil para los toreros, y es lamentable, pues alguno se jugaba mucho esta tarde. Tal es el caso de Fabián Mena, nuevo matador, que también debe tener su título.

Los tres brindis de don Fabián

El toro de la alternativa huía, a pesar de lo cual el confirmante, señor Mena (don Fabián), lo brindó tres veces: una a la presidencia, otra al público, otra a una señora de buen ver. Hubo quien protestó tanto ringorrango, sin mucho motivo, pues nada hay escrito sobre las veces que se puede brindar. El caso es que cuando un torero brinda un toro se supone que lo ha visto bueno, y si es tres veces, será porque lo vio tres veces bueno. Bien, pues tres veces se equivocó don Fabián. El manso se le escapaba a chiqueros. Allí metió bien la cabeza, mas el diestro no aprovechó la oportunidad. El quinto, ya no brindado a nadie, tenía sentido, se revolvía y tampoco hubo faena. Currillo, en cambio -otro título para él- sí la logró.

Salió a por todas

Fue en el tercero, que se quedaba corto, y suplió Currillo con valor la escasa embestida del toro. Entregado, pisando terreno que no era suyo (era del camaligera), consiguió arrancar pases y ovaciones. Sobraron desplantes en el alarde, pero se perdonan, pues Currillo venía a por todas, hizo quites en sus turnos e incluso al otro manso que le correspondió intentó sacarle partido, aunque carecía de recorrido.

El señor presidente, "El Lupas" y los pitones de ese toro

Y en esto -se lidiaba el sexto- que se levanta El Lupas, ya famoso aficionado del siete, y vocea: «iSeñor presidente!», un tenso silencio en la plaza, «¿ha visto usted los pitones de ese toro?» Y el presidente hace muecas, y El Lupas se sienta, tan orondo, y el público aplaude, y los pitones siguen ahí, sospechosamente cornicortos y romos. ¿Qué les pasa, hogaño, a los pitones de los toros?

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