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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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El abrigo de Villalonga.

El frío, como las señoritas, nos coge siempre de improviso, y a mí este año me ha cogido con un abrigo en el tinte, otro en la casa de empeños y otro de manta de la cama, que es el último uso y provecho que les saco yo a los abrigos.Los tres viejos y de varios fríos, como decía Juan Ramón; ha tenido que prestarme abrigo un querido y doblemente noble amigo (noble de raza y, lo que es más importante, de roce, de amistad). Desasistido de mis tres abrigos viejos, como de mis tres abuelos sensatos y reprochadores, me he acogido a un abrigo crema y confortable de José Luis de Vilallonga, que me lo ha ofrecido con naturalidad, como si no conociese, conociéndolo tanto, aquello que los biógrafos cuentan de Baudelaire: que le cedía el gabán y la amante a un amigo y se iba a casa dándose la frente contra las estrellas.

José Luis y yo estamos en lo del gabán (crema, como he dicho, de vicuña por fuera y forro burdeos por dentro). A lo de la amante no hemos llegado ni creo que lleguemos, pues me parece que no la tiene, que vive muy feliz con la que él llama «la estupenda señora de Vilallonga», efectivamente señora y efectivamente estupenda. Pero todo se andará.

Dice Sartre, hablando naturalmente del citado Baudelaire, que es «el parásito del parásito», y yo ahora soy el parásito de José Luis de Vilallonga, noble, actor, escritor, internacional, famoso, señor que gusta a las señoras y da buenos puros a los caballeros. Luis Berlanga le ha metido en su próxima película, película que cuenta, con fino instinto sociológico, la decepción de toda una clase heráldica que, a la reinstauración de la monarquía de Juan Carlos en España, cierra sus casas de campo o del exilio, abandona en el rastrojo a sus queridas y se viene a abrir la casa de Madrid, encender los candelabros y sentarse a esperar la invitación de los Reyes a Palacio, invitación que no se produce nunca.

Luis Escobar, López-Vázquez y Vilallonga protagonizan la película. A Escobar le retiró el saludo una par te de la aristocracia cuando hizo Escopeta nacional y, con ella, burla/homenaje de su clase. A Vilallonga le trae o traerá todo esto más que flojo. Pero a mí, en tanto, se me ha visto pasar con abrigo de rico, y uno, que tantos abrigos dados la vuelta, mareados, usó en la infancia y juventud, usa al fin el abrigo de un noble/noble, y sabe uno lo que es ese calor/confort que llevan por dentro los que han nacido confortables. Lo único que temo es encontrarme al marqués de Villaverde por una esquina, que se confunda de abrigo y le dé una bofetada en mi cara a su enemigo íntimo Vilallonga.

Bueno, me digo, pues ya estás, ya has Regado, ya lo has conseguido, desgraciado, ya vives dentro de la piel de un rico, de un triunfador, de un noble. Porque uno creía que triunfar era ganar premios literarios de provincias, o incluso dar conferencias mano a mano con Vizcaíno-Casas, como me proponía hace poco un promotor, o firmar autógrafos a las pasotas, a las passsadas y a las que no pasan, sino que se quedan a la vera de uno.

Pero qué va. La sensación real de triunfo, la instalación segura y definitiva, en el mundo, el ir por la vida con la estatura vital con que va José Luis, eso sólo puede darlo un abrigo como éste y el haber abrigado ya con vicuñas los primeros fríos de la infancia. Con jerseis de borra de Auxilio Social nos abrigábamos nosotros. Hoy los ujieres me sonríen mejor, en los Bancos me conceden créditos que no había solicitado nunca y hasta me ofrecen, en el Quexigal, muebles isabelino/victorianos, para que los pague cuando quiera. Gracias, José Luis.

Gracias por el abrigo en estos días de frío aún no convocado, que vamos a bautizar al niño de Sisita y con él Iré al bautizo. Gracias porque dentro de tu abrigo he conocido a esa clase más nobiliaria que noble, a veces, que le ha retirado el saludo a Escobar y que esperaba, en parte, la vuelta del minué intolerable. Gracias por este calor que me permite escribir en frío.

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