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Reportaje:La cultura española y los cambios políticos / 14

La cuestión regional y Santander

El interés por los temas regionales, paralelo al lento y discutido proceso autonómico de Santander, es la característica del actual momento cultural en esa región. Una serie de instituciones caducas e inactivas-el Ateneo de Santander, la Institución Cultural de Cantabria- y algunas iniciativas positivas, como el preparado homenaje al escritor Manuel Llano, son analizadas por

Los escaparates de las librerías de Santander llevan tiempo ocupados por un género de literatura apenas vendible hace cuatro años: la literatura regional. El boom de los autores de Cantabria, paralelo al lento y polémico proceso autonómico, hacía escribir días pasados al catedrático de Literatura Carlos Galán (diario Alerta, 8-9-79) que, frente a los libros que hoy ocupan los primeros puestos de venta en España, El factor humano, de Graham Green; La mirada inmóvil, de Sender; Hijos de papá, Holocausto, etcétera, la lista en Santander «ofrece títulos muy diferentes». «Aquí se lee», añadía Carlos Galán, «todo lo que guarde relación con los temas regionales.... y nada menos que seis de los diez primeros libros reúnen conexiones con estos temas. Un riesgo posible: que caigamos en un provincianismo peligroso, porque los árboles inmediatos nos impidan ver el bosque. » « Si hemos tenido muchos años de provincianismo impuesto», concluía el crítico de Alerta, «habrá que pensar en ponerse al día de lo que se cuece por ahí fuera.»El fenómeno observado en la literatura trasciende a todos los campos de la cultura, incluido el de la enseñanza, donde el Instituto de Ciencias de la Educación, de la Universidad de Santander, acaba de publicar, para uso de escuelas públicas y privadas, una antología didáctica, Lecturas ¿te Cantabria, con muestras de una treintena de escritores de la región, desde Pereda a Manuel Llano, pasando por los hermanos Menéndez y Pelayo. Por otra parte, las exposiciones pictóricas de mayor éxito son las de pintores de Cantabria; los discos más vendidos, los regionales, incluido uno de rock del grupo Bloque, de Torrelavega, y, hasta el Festival Internacional de Música de La Porticada, que no dejaba de programar todos los años a Beethoven, era inaugurado el pasado con una sinfonía regional titulada Cantabria, cuyo autor, Cándido Alegría, había muerto cinco años atrás lleno de alabanzas y huérfano de estrenos.

Entre los ilustres

Si será importante el fenómeno, que acaba de convocarse un homenaje popular al maldito Manuel Llano, y el propio Ayuntamiento, en el pleno del día 12 pasado, aprobó trasladar sus restos al Pabellón de Hombres Ilustres de la Ciudad. Un Manuel Llano condenado al olvido, y que moría en 1940 aquejado de una enfermedad atroz: la del miedo. Horas después de que un compañero de trabajo le tachara de rojo y traidor, y le amenazara veladamente, el bueno de Manuel Llano, considerado por Unamuno o José María de Cossío como uno de los mejores escritores españoles (y ciertamente que lo es), moría en la madrugada, terminado su trabajo de corrector en un periódico local, en el que había escrito los mejores artículos costumbristas. De su situación laboral, condenados a muerte o exiliados sus mejores amigos, es un ejemplo una anécdota que aún se cuenta en la ciudad. Cuando alguien llamó al periódico preguntando por Llano y recibió la respuesta de que «ése no trabaja en la redacción; ese trabaja en talleres», al otro lado del teléfono se oyó este comentario: «El único que sabe escribir en ése periódico trabaja en talleres. Qué contradicción.»

Contradictorio o no, sus obras han estado congeladas y sus reediciones han sido caras y escasas, mientras los organismos correspondientes de la Diputación optaban por publicar grandes tiradas de libros de arqueología.

Lo primero que hicieron las tropas nacionales cuando conquistaron la ciudad de Santander fue descalabrar algunas estatuas. Así, la de José Estrañi, fundador del periódico liberal El Cantábrico, magnífico escritor, y la de Augusto González de Linares, el sabio en cuya casona de Cabuérniga se decidió la creación de la Institución Libre de Enseñanza. Pues bien, José Estrañi no ha vuelto donde debía, y el busto de González de Linares fue desempolvado en los sótanos del Ayuntamiento por el concejal José Luis Arce, y colocado en su lugar, de madrugada, sin que nadie oficialmente se atreviera a plantear el tema en esta ciudad de Santander que, siendo liberal e ilustrada a principios de siglo, ha devenido en oscurantista e inquisidora. La reposición de la estatua del cofundador de la Institución Libre no acaeció hace veinte años sino cuatro, y la insólita historia de las estatuas desnudas de la Caja de Ahorros, que permanecieron tapadas durante meses ante el descomunal zafarrancho de combate en su contra que había montado la derecha local, es una historia de finales de los años sesenta. No hay ciudad en España en la que las librerías soporten más cocteles molotov, ni los quioscos más incendios provocados.

En este ambiente, el renacimiento de la cultura, aunque sea la regional, no ha sido fácil, y con ser ahora momento de optimismo, merece la pena contar alguno de sus capítulos.

La Institución Cultural

El de la Institución Cultural de Cantabria, dependiente de la Diputación, por ejemplo. Con ser un organismo que «ha creado cultura» con numerosas y variadas ediciones, no hay que olvidar que ahora mismo no tiene director, porque la anterior Diputación rechazó al propuesto por el presidente porque era socialista, concretamente, dirigente del movimiento Cristianos por el Socialismo, hoy presidente del Partido Regionalista de Cantabria, el catedrático Eduardo Obregón Barreda. O que, por las mismas fechas, todavía no hace un año, se publicaban por la puerta falsa unas Crónicas de la guerra civil en Santander, que daban una versión «distinta» del suceso.

La nueva Diputación no ha tratado todavía el tema de sus organismos culturales, a pesar del tiempo transcurrido desde las elecciones, y sólo el entusiasmo de los miembros de la Institución Cultural suple esa falta de iniciativa de unos políticos que no quieren saber (o no saben) nada del hecho cultural.

Frente a un panorama francamente positivo en lo que se refiere a iniciativas particulares -las ediciones de la librería Estudio, Ediciones Corocota, etcétera, y las enormes posibilidades de la Diputación, que han heredado instrumentos culturales cuajados de posibilidades- destaca últimamente la inactividad del Ateneo de Santander, que ha puesto un bingo. Una excepción a su favor: el premio literario que patrocina el indiano Eulalio Ferrer, y que en su quinta edición está dotado con 800.000 pesetas. Otra institución, la de Marcelino Botín, no está en su mejor momento. Y la Biblioteca Menéndez y Pelayo, que fue el gran argumento para la conquista de una facultad de Filosofía y Letras, tendrá que justificar en el futuro, lo mismo que la citada facultad, las muchas esperanzas que suscita.

Caso aparte es el de la Universidad Internacional de Verano, donde la polémica alcanza hasta su propio nombre. Frente a los que prefieren el de su fundador, Fernando de los Ríos, o el título inicial de verano, se alzan voces incluso airadas que defienden su actual denominación de Menéndez y Pelayo, como un derecho de conquista y un homenaje al polígrafo montañés. Por encima de esa polémica está la de quién debe dirigir sus destinos, si la Universidad de Santander (de invierno) o el actual rectorado, residente, en Madrid, y que programa los cursos desde el centro. La escasa participación del pueblo de Santander en sus actividades, y los deseos anexionistas del rectorado de la Universidad de Santander pudieran justificar un cambio de rumbo a esta institución, por la que han pasado grandes intelectuales europeos, desde Maritain a Ortega y Gasset. El rector Yndurain, que mantiene el criterio de su autonomía, ha sido apoyado por el ministro González Seara.

Donde se ha ganado la autonomía es en el Festival Internacional de Música, organizado hasta este año por el Ministerio de Cultura (antes de un mes ha nombrado un director de la región, José Luis Ocejo. Un patronato en el que habrán de estar representadas todas las fuerzas políticas y sociales de Cantabria velará por su futuro incierto y, como el presente, mucho menos «internacional» que en los orígenes. A cambio ya está decidido que el FIS abandonará alguna jornada su escenario de La Porticada para viajar a otras poblaciones de Cantabria.

En definitiva, un intento de salvar de la muerte un acontecimiento más social que cultural en estos últimos tiempos.

Próximo capítulo: Extremadura, unidad en la desgracia.

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