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ALMERIA: ULTIMA CORRIDA DE FERIA

Los jóvenes, más toreros que el veterano Palomo

ENVIADO ESPECIAL, La primera faena de Palomo tuvo su aquel, reposo, ritmo y torería, lo cual complace mucho a quien gusta del toreo bueno. No es el caso del público almeriense en general, pues, por lo visto, lo mismo le da cadencia que violencia, y lo aplaudía todo con enorme entusiasmo: tanto ese trasteo correcto como el otro, vulgar, torpón y tremendista.Palomo, tan puesto con el inocentón toro de Guardiola Domínguez, no podía con el de Salvador Guardiola, serio y encastado. El primer muletazo fue un desarme. Siguió por naturales e hizo girones la muleta, la cual quedó como esas banderas que nos pintan de la guerra después de una encarnizada batalla. Pasó a los derechazos y vino otro desarme. De ahí en adelante se metió en la producción de las espaldinas, las giraldillas, el desplante rodilla en tierra, los molinetes, el exagerar la nota. Pena da ver a un torero veterano, como es Palomo, recurriendo a los tirones y a los pechugazos, porque de otra forma más ortodoxa es incapaz de cortar orejas. Da la sensación, triste sensación, de que las limosnea.

Plaza de Almería

Ultima corrida de feria. Cinco toros de Salvador Guardiola, y el primero de Guardiola Domínguez, bien presentados, bien puestos, con casta y manejables. Palomo Linares: estocada corta atravesada (oreja). Estocada (dos orejas con protestas). Macandro: pinchazo y media trasera tendida (dos orejas). Estocada tendida y atravesada, rueda insistente de peones y tres descabellos. La presidencia le perdonó un aviso (dos orejas). Emilio Muñoz: pinchazo, otro sin soltar, aguantando, y estocada atravesada (algunas palmas). Pinchazo y estocada (oreja).

En cambio, sus compañeros de terna, mucho más jóvenes, parecían (al menos en la intención) los toreros maduros, serios y conscientes de la grandeza de su oficio. Lo hicieran bien o mal, ni una vez torearon para la galería. Por el contrario, muy valientes y centrados ambos se emplearon a fondo en las suertes fundamentales. Palomo recibía una lección que, a estas alturas, no va a aprender.

Macandro alcanzó una tarde de triunfo. Estuvo bien en las verónicas y muy bien -en los quites por chicuelinas, y sus dos faenas poseyeron el mérito de la entrega. Otra cosa es que su toreo fuera hondo y puro, pues citando con la muleta retrasada y embarcando con la mano alta es difícil que los toros se sometan y resulten los pases tan acabados como deben ser. De todas formas, en los naturales de frente compuso la estampa del toreo bueno, y en uno de ellos sufrió una voltereta seria.

También en los naturales de frente brilló Emilio Muñoz, a quien, de todas maneras, vemos estancado. En su primero quizá pecó de ahogar la embestida, mientras que con el otro, corto de recorrido, no se acopló. Con el capote estuvo mal. La andadura de Emilio Muñoz en esta su primera temporada de matador de toros tiene acusados altibajos, seguramente lógicos porque es natural que aún no haya cogido oficio. Sin embargo, ya es hora de que maneje el capote con arte y de que redondee la gran faena que se espera en quien hizo una brillantísima campaña de novillero. Nos defraudó que no fuera en el tercero de la tarde.

Desigual presentación de los guardiolas

Los guardiolas tuvieron la casta, la buena casta, que es habitual en esta ganadería. Algo desiguales de presentación, pues, por ejemplo, había mucha diferencia entre el cuajo del quinto y la estampa terciada del tercero; todos tenían el trapío adecuado para la categoría del coso y estaban bien armados. Por lo general, sólo soportaron un puyazo -también, por lo general, administrado a modo-, y en el comportamiento con el caballo predominó la bravura. Para los toreros de a pie resultaron manejables y hubo ejemplares de gran boyantía. Los guardiolas, en sus distintos hierros, siguen en alza.

Trofeos, alegría y música

Con muchos trofeos para la estadística, mucha alegría, música, ovaciones, aires de fiesta, terminó la feria almeriense, donde las merendolas han sido de época. La pitanza también cuenta. A salvo la primera tarde, de indecorosos, desmochados, medio muertos moritos (El Cordobés, en escena), el. ganado ha tenido una presencia digna y la organización del abono ha sido excelente. Hay en esta tierra gusto por la fiesta, afición y, en definitiva, grandes posibilidades para montar un abono importante, de esos que cuenten en el concierto taurino. La casa Chopera puede conseguirlo. Quizá sólo haga falta, aparte de aumentar el número de festejos, cambiar la presidencia, que está incapacitada para dirigir el espectáculo con un mínimo de coherencia, e informar al público de que a los toros, cuando son tales toros, hay que picarlos, y que si no tienen fuerza para soportar más que un puyacito, es que no valen un duro y deben ser rechazados.

Cuando por otras plazas más frías, no más doctas en tauromaquia, aunque presuman de lo contrario, el espectáculo atraviesa un período de declive o quién sabe si de rechazo, las capitales y pueblos de Castilla, toda la Mancha, Andalucía, Valencia -no digamos Madrid-, etcétera, mantienen unas posibilidades incalculables de promoción. Nada importa si se cambia el calendario y la geografía de las grandes ferias. Un empresario inteligente puede hacerlo y muy bien, con el apoyo de los restantes estamentos taurinos. La fiesta, singular y cargada de historia, no tiene por qué sufrir la asfixia de ese cerco que forman los intereses de grupo, los tópicos y los tabúes. Todos los ruedos tienen categoría.

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