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Los veintidós años ininterrumpidos de "La cantante calva", de lonesco

Se representa en un pequeño teatro de París

Acaban de cumplirse los veintidós primeros años de la representación ininterrupida de La cantante calva, de Eugenio lonesco, que, con La lección, también, se interpreta en el minúsculo teatro de La Huchette. Las 7.600 representaciones de estas dos obras de lonesco suponen un récord sin precedentes. En París, otra obra va a festejar sus veinte años de vida escénica, Boeing-Boeing, de Mare Camoletti, un vaudeville que hace reír, como la «tragedia del lenguaje» que para Ionesco es La cantante, pero sin tragedia.

Las historias y anécdotas que se han acumulado a lo largo de los veintidós años de la vida, de La cantante ya no se cuentan. Varios de los actores que la han representado, con La lección, han muerto; algunos papeles han sido interpretados por hijos de los actores que la estrenaron. Desde hace algunos años, para evitar el «aburguesamiento», cada papel es interpretado alternativamente por media docena de actores. El autor, naturalmente como el director de escena, Nicolás Bataille, continúan siendo los mismos, pero al margen de estos últimos, la única persona que ha envejecido en el «santuario» de La Huchette (una especie de monumento del barrio latino parisiense visitado por turistas de los cinco continentes) es la cajera, que no ha cambiado de ocupación desde el primer día. Ella es la que más sabe de los entre bastidores de estos veintidós años, y, entre otras cosas, ha observado que, actualmente, la mayoria de los espectadores son adolescentes de catorce o quince años, hijos o alumnos de padres y profesores que se la recomiendan.La cantante calva fue la prirnera obra de teatro escrita por lonesco, que, con Samuel Beckett, formó el tándem que, hace un cuarto de siglo, protagonizó el nacimiento del llamado «teatro del absurdo». El alumbramiento público de La cantante, como le iba a ocurrir poco después a Esperando a Godot, de Beckett, fue más que penoso. Los mismos críticos que veinte años más tarde aplaudirían la entrada de lonesco en la Academia Francesa y la concesión del Premio Nobel a Beckett, se estrellaron con aquellas «antipiezas».

La cantante fue la obra que rompió el hielo. Tras habérsela ofrecido a varios directores e incluso a la Comedie Française, lonesco había perdido la esperanza de representarla: no sólo se la rechazaban, sino que se asombraban de que «aquello» fuera teatro. Una amiga común, del autor y del director de teatro de vanguardia, Nicolás Bataille, fue la que puso en contacto a los dos hombres, que decidieron presentar la obra, en el pequeño teatro (hoy inexistente) llamado Noctámbulos, el día 11 de mayo de 1950. La desastrosa acogida que recibió la pieza por parte de !a crítica no favoreció lo que iba a convertirse en un acontecimiento que pasaría a la historia del teatro. Una hora antes de cada representación, los actores se transformaban en hombres sandwich y se paseaban por las calles del barrio latino para interesar al público. El teatro, sin embargo, continuaba vacío. Años después, Beckett relataba las cuitas que él había vivido para ver la obra: La cantante sólo se representaba el día que llegaban al teatro un mínimo de diez espectadores. «En tres ocasiones, contaba el autor de Fin de partida, tuve que volver a casa, porque sólo éramos dos o tres.»

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