Teatro callejero
Estábamos paseando con nuestra hija por la plaza Mayor cuando vimos el ti,nglado que todos los años se monta para hacer «teatro popular» a doscientas pesetas y vimos también a un grupo de personas que hacía otro teatro popular sólo «por la voluntad». El de las doscientas pesetasho había empezado todavía, el de la voluntad ya terminaba a la fuerza, porque unos agentes del orden detenían a los actores. Los espectadores se indignaron y nos unimos a la indignación, rodeando e impidiendo que saliese el coche de la policía con sus detenidos. ¿Qué delito habían cometido? Nadie lo sabía. El caso es que llegaron refuerzos: demasiado, ¿no?, para tratarse de unos inofensivos artistas; creemos que la policía tendría otras cosas más importantes que hacer en estos días,Pero estees sólo el hecho y no nos fijamos sólo en él y en el cabreo consiguiente ante lo que allí se consideró una injusticia. Vamos más allá, al fondo, a decir que esos artistas hacían algo por un teatro popular que no vemos (a pesar de las buenas intenciones del Ayuntamiento de poner las entradas a doscientas pesetas, y con descuentos del 50% a los ancianos y a las asociaciones de vecinos), que estaban aportando algo para que el pueblo tenga esa cultura que se nos niega de mil y una formas (precios, falta de tiempo, alienación, selectividad en la enseñanza, etcétera).
Porque consideramos esas multas que se les impusieron una injusticia y un atentado contra la formación cultural del pueblo, pedimos (no podemos exigir) a quien corresponda que se les retiren las multas. Lo hacemos no sólo por nosotros, sino, y sobre todo, por nuestra hija que estaba con nosotros y por otros hijos de otros que tienen derecho a ver teatro, aunque sea en la calle.