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Reportaje:

Bolonia del imperio romano al nuclear

No hay grandes edificios ni bloques de apartamentos en Bolonia. Tampoco hoteles y restaurantes de lujo. «Y no hacen ninguna falta», comentaba un parroquiano de los dos o tres chiringuitos que existen en el pueblo, «aquí estamos muy tranquilos. No queremos bullas».Pocas bullas, de todas maneras, pueden inquietar a Bolonia en un largo futuro. Zona militar desde octubre de 1935, como todo el campo de Gibraltar, no se pueden levantar edificaciones turísticas ni complejos de ninguna especie. Con lo cual, estética y ambientalmente, ha salido ganando la ensenada.

La Bolonia de hoy -Baelo Claudia para los romanos, sus fundadores- llegó a tener una población entre los 5.000 y 6.000 habitantes, lo que da una idea de la importancia de la industria de la salazón que funcionó en aquella época. Se trataba, de todas formas, de asentamientos sujetos a la campaña del atún, lo que explica la ausencia de grandes restos monumentales.

En contraste con los tiempos antiguos, Bolonia hoy día es un pueblecito pequeño, humilde, apacible. Apenas 150 habitantes mal contados. «De la pesca no se vive», nos contesta ahora Isidoro Otero, dueño de un bar y guardia oficial de las ruinas; los pocos jornales que hay son de la emigración local. La gente se desplaza a los municipios cercanos más importantes, como son Tarifa o Zahara de los Atunes. El complejo Alan Terra que están construyendo los alemanes en Zahara emplea ahora a unos 2.000 hombres, entre Tarifa, Vejer y Medina Sidonia. Ahora no es como antes, ya se tienen medios de locomoción para salir fuera a trabajar.»

La Diputación ha prometido arreglar la pista militar de acceso a Bolonia y construir una carretera que llegue hasta las propias ruinas. Para ello existe un presupuesto de 53 millones. Porque incluso las calzadas romanas eran mejor que la pista de piedras y arena anterior.

La Sevillana mira a Bolonia

Hace algunos años, la noticia corrió como un reguero de pólvora: en Bolonia querían construir una central nuclear. Los pocos habitantes del lugar comenzaron a especular con un posible futuro. Unos lo veían color de rosa, con puestos de trabajo, prosperidad y dinero. Otros, más pesimistas y que habían leído algo sobre el tema, esperaban más noticias y confirmaciones de lo que se avecinaba como algo terrible. Sobre todo, después de un sensacionalista y exagerado reportaje aparecido en la fallecida revista Qué. Allí se venía a decir, poco más o menos, que la construcción era inminente y que iba a acabar no sólo con Bolonia, sino con la totalidad de las ruinas.La verdad es que, en efecto, en diciembre de 1973 la Compañía Sevillana de Electricidad solicitó el permiso para un proyecto de central nuclear del que está iniciada la autorización previa. Si bien en el PEN recientemente aprobado en las Cortes no se observa nada en relación a los proyectos de centrales nucleares andaluzas, no se descarta la posibilidad de que la propia central de Bolonia pueda empezar a construirse dentro de unos cuatro años. La fecha de su puesta en funcionamiento -según fuentes de la propia Compañía Sevillana de Electricidad que hizo pública una nota- estaría dentro del decenio 1990-2000.

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Se sabe que por parte de la Junta de Energía Nuclear se ha iniciado un estudio sobre la central. (El informe en el que sólo se analiza la seguridad y la protección radiactiva y se envía a la Dirección Nacional de la Energía, la cual deniega o concede la autorización previa. Esto sólo faculta a la empresa titular a seguir con los trámites y no le permite el inicio de las obras de construcción de la central.)

Según la solicitud, la central de Bolonia, cuya construcción no se ha abandonado, sino que se ha retrasado, llevaría dos reactores Westinghouse de cerca de 1.000 megavatios de potencia cada uno, aunque el segundo no funcionará hasta un año o dos después del primero. El citado modelo de reactor se refrigeraría, en circuito abierto, con las aguas del océano Atlántico. Según el colectivo ecologista AGADEN, de Cádiz, el sistema de construcción de las plantas nucleares del tipo de los que se quieren montar en Bolonia han sido desechado en Estados Unidos.

Miedo a los terremotos

Por su parte, la Compañía Sevillana de Electricidad nos manifestó que no sólo se han realizado los estudios previstos y que son normativos para el proyecto, sino que se han realizado otros más exhaustivos por parte de físicos, químicos, etcétera, tanto españoles como extranjeros. La conclusión definitiva, según estos expertos, es que la instalación de una central nuclear no perjudica en absoluto a la ciudad romana Baelo Claudia. Otra cosa muy distinta es la seguridad y protección de las personas y el medio ambiente circundante, sobre todo después de lo demostrado en Harrisburg por la segurísima, perfeccionada y sofisticada industria nuclear norteamericana.Sin embargo, según AGADEN, el colectivo ha tenido noticias de que el informe geomorfológico oficial de la zona en la ubicación de la central de Tarifa (ensenada de Bolonia) es negativo, porque en esa zona existe una falla que es propicia a terremotos. Asimismo se tienen noticias de que, pese a ese informe, la empresa promotora presentó otro positivo de un geólogo particular.

Lo que sí es cierto es que la Compañía Sevillana de Electricidad tiene comprados y vallados en Bolonia dos millones de metros cuadrados, donde se construiría la central. Se trata de una gran ladera que baja progresiva y lentamente hacia la playa. Por ahora, según todos los indicios, no habrá central, al menos, en unos cuatro años.

Posibilidades turísticas

Y, sin embargo, hay que vislumbrar un futuro turístico prometedor para Bolonia. Llevará bastantes años todavía descubrir todos los restos de Baelo Claudia. A pesar de que es mucho lo realizado desde 1918, fecha del comienzo de las excavaciones, aún queda un importante trabajo, no sólo de excavación, sino de restauración y consolidamiento. «Sólo se excava un mes al año», afirma uno de los responsables de los trabajos, Salvador Sancha, «lo que significa luego un trabajo de laboratorio de ocho meses.» «Aunque es muy importante lo descubierto, aún falta por desenterrar tanto más», es ahora Isidoro Otero el que nos habla. «Y quedan muchas cosas por hacer. Dentro de poco, por ejemplo, cuando esté construida la desviación que circunda el conjunto monumental, se quitará esta carretera vieja que parte en dos la ciudad romana y debajo de la cual está lo que falta de la basílica. Ya tuvieron que construir veinte viviendas para gente del pueblo que vivía encima de los restos, y habrá que construir otras ocho o diez más. La importancia de todo esto rebasa los intereses particulares de cada uno, porque esto es patrimonio de todos.»Cuando esté lista la nueva carretera de acceso, el pueblo puede sufrir una vitalización turística y cultural de primer orden. Para que ello se produzca, el Estado ha adquirido las siete hectáreas del campo arqueológico y cien más que lo circundan. Esta compra, que ha ascendido a quince millones de pesetas, se ha realizado por varios motivos, que Salvador Sancha nos resumió: «Se trata de formar un cinturón de defensa en tomo al monumento. En esas cien hectáreas, además, ICONA creará un parque natural, tal y como existía en el siglo I a. de J. C. Los árboles que existían entonces se van a replantar y vamos a poder conseguir que Baelo Claudia, después de restaurada, esté igual que hace dos milenios.»

«Se puede plantear un turismo de calidad que, aparte de las ruinas, cuente con el disfrute de un día de buen clima y de una fantástica playa», decía, al mismo pie de las columnas romanas, un estudiante. «Y, desde luego, es verdad. Aquí los romanos vivían como dioses.»

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