En la muerte de Herbert Marcuse
Nacido en Berlín en 1898, Herbert Marcuse había cumplido 81 años el día 19 de este mismo mes. Soldado a los dieciséis años en la primera guerra mundial, cursó estudios de Germanística, Economía y Filosofía en las Universidades de Berlín y Friburgo, donde fue discípulo de Husserl y Heidegger. Sin embargo, la influencia de Hegel, Marx y Lukacs se advierte en su primera formación, mientras que su práctica política le convirtió en militante del Partido Socialdemócrata alemán.Su primera obra es de 1922, y se trata de un estudio filosófico y literario en el que rastrea los fundamentos de la narrativa alemana desde sus orígenes hasta Thomas Mann: La novela artística alemana. Aunque escrita según la metodología fenomenológica, se advierte en esta obra la huella de la Teoría de la novela, del filósofo marxista húngaro Gyorgy Lukacs.
Como miembro de la socialdemocracia alemana, fue redactor filosófico de la revista teórica Gessellschaft, pero su radicalización política le llevó a abandonar el partido a raíz de los asesinatos de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht. Bajo la dirección de Heidegger publicó en 1932 su primera obra filosófica de importancia: La ontología de Hegel y los fundamentos de una teoría de la historicidad.
Al mismo tiempo, trabajó en el Instituto de Investigación Social, que, bajo la dirección de Mark Horkheimer nucleó a lo que se ha llamado la Escuela de Francfort, de revisión crítica del marxismo, entre cuyos participantes se encontraban Theodor W. Adorno, Erich Fromm y Walter Benjamin.
Las obras de Marcuse de este período estudian los entonces recientemente descubiertos manuscritos juveniles de Marx sobre economía y filosofía, y constituyen un intento de aunar fenomenología y marxismo y resultan al mismo tiempo un precedente de los proyectos posteriores de relacionar existencialismo y marxismo al mismo tiempo: Contribución a la fenomenología del materialismo histórico, Sobre el problema de la dialéctica, Nuevas fuentes sobre las fundamentos del materialismo histórico y Bases filosóficas del concepto del trabajo.
Con la llegada del nazismo, Herbert Marcuse, de raza judía, huyó de Alemania, y tras un breve paso por Francia y Suiza se estableció en Estados Unidos, donde trabajó sucesivamente en las universidades de Columbia, Harvard y finalmente en Berkeley (California), donde ejerció su magisterio durante los últimos decenios, adquiriendo finalmente la nacionalidad norteamericana. En 1941, con su obra Razón y revolución (Hegel) y el nacimiento de la teoría social) abandona su pasado existencial y fenomenológico para retomar las teorías marxistas desde sus orígenes. Su marxismo, revisionista y profundamente crítico, le llevó a un profundo ataque a la realidad soviética en El marxismo soviético, donde critica la institucionalización dogmática y didáctica y la visión pragmática y objetivista de Engels y Lenin en su realización de la revolución soviética, que para Marcuse traiciona el marxismo.
La sociedad industrial de consumo
La última etapa de su carrera se centra en el estudio de la sociedad industrial de consumo, y en ella se advierte una gran influencia de la psicología, sobre todo a partir de las doctrinas de Freud y Wilhelm Reich. Tras los intentos de relacionar el marxismo con la fenomenología y el existencialismo, en esta etapa Marcuse aplica sus teorías marxistas liberadoras con las conquistas de la psiquiatría y el psicoanálisis. En 1955, Eros y civilización es una profunda crítica de las tesis de Freud en el sentido de que la represión de las pulsiones es la condición de la civilización. La llamada de Marcuse en pro de una civilización no represora tuvo un gran eco en los movimientos juvenilles de contestación de la década de los sesenta, sobre todo en Estados Unidos y otros países occidentales. Frente al fatalismo de Freud y el malestar de la cultura, Marcuse analiza la represión suavizadora de la sociedad de consumo, que crea y satisface deseos y necesidades ilusorios.
Con la publicación, en 1964, de El hombre unidimensional, Marcuse se convierte en el filósofo de la contracultura, en el líder ideológico de la rebelión estudiantil en Occidente. Su crítica de la alienación en la sociedad posindustrial desarrollada es radical: la supresión de las contradicciones mediante La tolerancia permisiva -título de otra de sus obras, de 1967- crea la más fabulosa manipulación que el hombre haya conocido jamás. La alienación traspasa las simples barreras económicas para convertirse en total. La ciencia deviene en tecnología para usos industriales, la lógica científica en lógica simbólica. La ciencia y la técnica son instrumentos de dominación, y el consumo, como única dimensión liberadora que le queda al ser humano, no es más que otra forma de alienación. La nueva clase obrera se integra en el sistema capitalista y el comunismo occidental deriva hacia la socialdemocracia. Otros grupos sociales, como los estudiantes y los marginados sociales y raciales, son el germen de la revolución.
Sus últimas obras: Ensayo sobre la liberación, El final de la utopía (1968) y Contrarrevolución y rebelión (1972), insisten en esta línea, que gozó de gran predicamento entre la juventud, sobre todo estudiantil, y que culminó con los sucesos de 1968 en diversos países occidentales. Pero posteriormente, frente a la extinción de la rebelión estudiantil, Marcuse ha alegado que algo ha quedado ahí, que lo que es no tiene por qué ser siempre así, pretendiendo seguir en busca de la liberación, considerando la filosofía como un arma para transformar el mundo. Su último libro, del año pasado, La dimensión estética. Para una crítica de la estética marxista, señala que el marxismo «ortodoxo» -no el de Marx- mantiene una concepción falsa del arte, porque impide a éste su función de abrir horizontes de cambio mediante la creación de formas nuevas.
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