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TRIBUNALES

Juicio contra un comunista que dio muerte a un falangista en Valdemoro

El día 9 de mayo de 1977 se produjo en la localidad madrileña de Valdemoro un enfrentamiento entre dos vecinos, con el resultado de la muerte de uno de ellos, Ramiro Figueroa. El suceso no hubiera trascendido el ámbito local, saltando a la primera página de los periódicos, si el autor de la muerte no hubiera sido militante del Partido Comunista de España, y la víctima, militante, a su vez, de Falange Española de las JONS.

El drama vecinal que se abatió aquel día sobre Valdemoro adquirió rápidamente dimensión política, dada la enfrentada posición ideológica del agresor y de la víctima, la reciente legalización del PCE y las primeras reacciones violentas que aparecían ya en aquel momento contra el proceso democratizador de España. Aquel suceso, centrado en lo posible en el contorno objetivo y jurídico de los hechos, fue enjuiciado ayer a lo largo de más de cuatro horas ante la Sección V de la Audiencia Provincial de Madrid.Sentado en el banquillo, rodeado por dos números de la Policía Nacional, el procesado, Vidal Justo Bello, comparece a juicio a los veinticuatro meses de ocurridos los hechos. Sus rasgos son de hombre maduro, ya casi bordeando la vejez, aunque confiesa tener sólo 44 años, y su aspecto es de inconfundible hombre de campo, con la tez curtida por el sol. Su abogado lo definió como «hombre de escasa cultura, que casi no sabe escribir ni leer y que se ha abierto camino a través de una vida tremendamente dura».

Los hechos, sobre los que la defensa, el fiscal y la acusación particular dan versiones distintas, sobre todo en su motivación, ocurrieron el día de las fiestas patronales de Valdemoro, en la calle principal de la localidad, mientras el procesado vendía, junto con otros militantes comunistas, el órgano del PCE, Mundo Obrero. El enfrentamiento entre el procesado y la víctima, al que acompañaba su esposa, su hija y su yerno, se desarrolló en tres momentos, a distintas horas, produciéndose en el último de ellos, hacia las once de la noche, el fatal desenlace. El procesado produjo la muerte de la víctima de un navajazo.

Versiones contrapuestas

El procesado, en la versión que da de los hechos al tribunal, insiste en sus buenas relaciones con la víctima, de la que era no sólo vecino, sino también compañero de trabajo en la empresa Fibrotubo-Fibrolit, a pesar de sus distintas posiciones políticas. Para corroborar sus afirmaciones, el procesado recuerda que «Ramiro me instaló el butano en casa y en una ocasión me llevó en su coche al trabajo.» En otro momento precisa que no había enfrentamiento ideológico entre ellos: él respetaba mi ideología y yo la suya, como debe ser». El procesado intenta echar sobre la mujer de la víctima la responsabilidad de lo que ocurrió. «Me dijo que me iba a comer los periódicos con sangre», añade.

En el segundo encuentro entre el procesado y la familia Figueroa, la esposa de éste, sigue relatando el procesado, le dio un botellazo en la frente, produciéndole una herida. «Yo le dije que me dejase en paz, que era un asunto de hombres, y después me fui a casa a curarme.» Pocos minutos después se produjo el tercer y trágico encuentro. Según el procesado, la mujer de la víctima le dio dos botellazos que le hicieron caer al suelo al mismo tiempo que caía también la mujer. La víctima se inclinó para ayudar a su esposa y después sacó una pistola, ante lo cual el procesado sacó una navaja e hirió mortalmente con ella a Ramiro.

Esta versión fue negada a continuación por la esposa, la hija y el yerno de la víctima, que declararon como testigos. «La primera vez que nos encontramos con el procesado, éste dio con un periódico a mi marido. Este no reaccionó», manifestó. «La segunda vez el procesado nos dijo que ya había vendido todos los periódicos. Bueno, ¿y qué?, le contesté yo. No es cierto que le diera un botellazo. En el tercer encuentro el procesado salió de entre el público con una navaja abierta, yo le di dos botellazos para defender a mi marido, y éste fue herido de muerte, mientras me ayudaba a levantarme, ya que me había caído al dar dos pasos hacia atrás. Mi marido no sacó ninguna pistola, porque no la tenía.»

Quién provocó?

En sus informes finales, la defensa, por una parte, y el ministerio fiscal y el abogado de la acusación particular, por otra, centraron sus posiciones en atribuir la provocación que dio origen a los hechos a la parte contraria. Mientras la primera defendió la existencia de buenas relaciones entre el procesado y la víctima y culpó a la esposa de haber provocado el enfrentamiento, el ministerio fiscal y la acusación particular hablaron de «relaciones personales tirantes» entre el procesado y la víctima y de «resentimiento y animadversión» del primero contra la segunda, respectivamente.

A lo largo del juicio, la defensa, a cargo del letrado Juan Francisco Martín de Aguilera, solicitó la suspensión de la vista, a fin de realizar información suplementaria sobre varios aspectos que, a su juicio, no habían sido investigados suficientemente. «Aquí», manifestó dicho letrado, «han salido detalles que no están en el sumario. Se ha dicho que el hecho fue presenciado por mucha gente. ¿Por qué no han venido a declarar y sólo viene la familia del fallecido? Esto llama la atención. Otra cosa que llama la atención es que el compañero del procesado en la venta de Mundo Obrero (aquella tarde este periódico fue distribuido en Valdemoro por tres parejas de vendedores) tampoco ha sido llamado a declarar. Otra revelación inesperada en la vista ha sido que la víctima llevaba pistola. Esta defensa no sabe si llevaba o no pistola. Lo que sí es cierto es que por testimonio de compañeros de trabajo de la víctima se decía que ésta llevaba pistola. Por otra parte, en el sumario no consta la diligencia de entrega de los efectos personales que en el momento del suceso llevaba la víctima. Esto es muy extraño. Asimismo, tampoco se ha realizado un informe psiquiátrico sobre el procesado. Sin embargo, una parte del tiempo que ha estado en prisión provisional ha permanecido en el centro psiquiátrico de Plasencia».

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