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Los siete "países ricos de Occidente" congelarán sus importaciones de petróleo al nivel de 1977

La cumbre económica occidental, que agrupa a los primeros dirigentes de Estados Unidos, Canadá, Japón, RF de Alemania Francia, Gran Bretaña e Italia, se abre hoy en el palacio de Akasadka, en la capital japonesa, con un acuerdo de principio, definido en contactos bilaterales previos para limitar las importaciones de petróleo durante 1979 y 1980, tomando como base las importaciones realizadas en 1977. El compromiso inicial, antes de inaugurar oficialmente esta quinta cumbre económica occidental, después de las celebradas en Ramboillet (1975), San Juan de Puerto Rico (1976), Londres (197.7) y Bonn (1978), es un compromiso que viene impuesto por la subida de los precios al petróleo, que pone en cuestión el despilfarro energético de los principales países occidentales.

El «acuerdo de Tokio» no será, sin embargo, un tratado aplicable de manera matemática, sobre todo porque las situaciones económicas son distintas, la dependencia exterior en petróleo también y, a fin de cuentas, cada jefe de Estado o de Gobierno quiere dejar una puerta abierta para que su Gobierno pueda «corregir» sobre la marcha los buenos propósitos de economía general de petróleo que se pactarán en Tokio. Al margen de las apariencias siguen existiendo tres frentes, que pasan por Washington, Tokio y Bruselas; este último, subdividió en las ideas distintas, entre París y Bonn en especial. Además de la energía, punto central de la cumbre, se analizará la evolución de la coyuntura económica internacional, con particular inquietud por el despegue de las tendencias inflacionistas, la situación monetaria y el llamado «diálogo Norte-Sur», entre países industrializados y países en vías de desarrollo, cuyos resultados prácticos desde su creación en París, en junio de 1976, son prácticamente nulos.Al margen del temario oficial de la reunión se abordará la necesidad humanitaria de encontrar soluciones al drama de los refugiados de Vietnam.

Valery Giscard d'Estaing llegó el penúltimo, en Concorde, y la primer ministra británica, Margaret Thatcher, y el canciller Schmidt aprovecharon su ruta. siberiana para unas escalas en Moscú, donde se entrevistaron con el presidente, Alexei Kossiguin, para tratar temas políticos de interés bilateral.

Objetivo común para tres economías distintas

El nuevo precio del barril de petróleo obliga a moderar el apetito de las economías industrializadas. Ahorro y nuevas fuentes de energía (nuclear y otras) son los objetivos globales.

Sin embargo, la dependencia en petróleo varía sensiblemente entre Japón y los países europeos de la CEE (excepto Gran Bretaña, que cubre la mitad de su consumo gracias a los yacimientos del mar del Norte), ya que el petróleo para Japón proviene casi al 100% del exterior. Estados Unidos y Canadá cubren, respectivamente, la mitad y más de los tres cuartos de su gasto interno en «oro negro» gracias a las reservas propias. Los índices de crecimiento son igualmente distintos, contando Japón con el más elevado. De ahí que el primer ministro, Ohira, sea partidario de una «estrategia común», adaptada en función de cada país y posiblemente proporcional a su crecimiento económico anual. Estrategia que apoya el presidente Carter. «Sin un programa común de todos los países industrializados no se podrá superar la crisis energética», declaró Roy Jenkins, presidente de la Comisión Europea y un poco el «convidado de piedra» de una cumbre económica occidental intergubernamental a la que Giscard d'Estaing, en especial, opone sus reservas para una delegación conjunta de todos los nueve Estados que forman el Mercado Común. Actualmente quedan directamente excluidos, a pesar de la habilidad del compromiso diplomático con la presencia de Jenkins, países tan importantes económicamente como Bélgica, Holanda (cuyo potencial económico es superior a Italia), Dinamarca, Irlanda y Luxemburgo, todos ellos miembros del Mercado Común.

Plan por dos años

Los «cuatro grandes» del Mercado Común mantendrán su posición, definida en el Consejo Europeo de Estrasburgo los pasados 21 y 22 de este mes. Sin embargo, hay serias dudas que puedan sostener su programa quinquenal de limitación de importaciones de petróleo al mismo nivel que el realizado en 1978. De momento, los otros «dos grandes», Estados Unidos y Japón, lanzan un plan sólo vinculante a dos años, y muy hábilmente el presidente de Estados Unidos toma como año base para calcular la reducción de importaciones 1977, simplemente porque EEUU importó mucho más petróleo que en el pasado 1978.

Habrá compromiso en la cumbre de Tokio, pero frágil. Podrá romperse en el momento que cada uno deba defender sus intereses propios, políticos y económicos, como demuestra la estrategia preelectoral de Jimmy Carter, que, a un año y medio de la nueva elección presidencial estadounidense, no quiere que sus electores pasen frío este invierno. Carter ordenó hace varias semanas a su Administración que subvencionara con cinco dólares por barril el petróleo comercializado en el mercado libre, sin contar con el notable perjuicio que esto supondrá para europeos y japoneses, que hoy intentan recomponer el triangular castillo de naipes.

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