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Realismo ante la crisis: la X Feria de Arte de Basilea

La feria de arte con más solera del mundo occidental, la que se celebra cada mes de junio en el recinto de la Feria de Muestras de Basilea, ha cumplido su décimo aniversario. Si las tres primeras ediciones (1970, 1971 y 1972) fueron una tímida aproximación del mundo ferial al mundo cultural de las artes plásticas, el momento álgido de esta manifestación, los certámenes de 1973, 1974 y 1975, aún no superados en cuanto a metros cuadrados y superficie ocupada, representaron la definitiva aceptación por parte del marchandismo internacional de este tipo de ferias, que han sido emuladas en otros países (Francia, Italia, Alemania, EEUU, etcétera), pero que no han logrado acrisolarse como la de Basilea.De 1976 a 1978, la feria decrece en lo cuantitativo, como consecuencia de la crisis internacional, y en 1979 parece que ha logrado remontar con mucha contención el declive de participantes y metros cuadrados, para ofrecer una feria, a nuestro juicio, mucho más profesional, más equilibrada en cuanto a los expositores y mucho más definida en relación al tipo de arte puesto en licitación.

Anulada la hegemonía de las grandes bienales y puestos en crisis los certámenes culturalistas, marchantes, galeristas, coleccionistas, museólogos y tratantes de arte en general se han visto precisados de un aforo o bolsa internacional donde poner en juego, año tras año, el valor económico y el valor artístico de sus «poulains».

Durante seis días, del 13 al 18 de junio, Basilea, casi en el centro geográfico de la Europa occidental, ha logrado congregar 268 galeristas y expositores de más de veinte países, sobre una superficie total de 34.000 metros cuadrados, lo que ha movilizado a unos 40.000 visitantes de todo el mundo, si bien el predominio alemán, suizo, italiano y francés ha sido claramente ostensible. El papel jugado por España en cuanto al número de expositores y metros cuadrados es el séptimo, después de Austria y antes de EEUU, que este año, y como reacción a la notable subida del franco suizo, se ha abstenido de participar de la manera preponderante con que lo hizo en anteriores ocasiones.

Desde el punto de vista de mercado, las llamadas vanguardias históricas y sus más destacados protagonistas se han visto afianzados de modo definitivo. Picasso, Miró, Chagall, Klee, Dalí, Moore, Albers, Bacon, Sonia Delaunay, Duchamp, Max Ernst, Fontana, Kokoschka, Marino Marini, Rauschenberg, Schwitters, etcétera, mantienen o acrecen sus cotizaciones, de manera que cada día se hace más difícil encontrar una obra de maestros de este rango inédita o desconocida.

En cuanto a la producción de los años cincuenta y sesenta, todo tipo de obra que tenga un mínimo de calidad y de promoción sigue conservando con dignidad su presencia en el mercado.

En lo relativo a tendencias, los nuevos surrealistas se aproximan cada vez más a sus progenitores, si bien los toques hiperrealistas se dejan traslucir en su pulquérrimo acabado. Los constructivistas y cinéticos arremeten con nueva vitalidad al amparo de sus grandes figuras, particularmente los bauhausianos, con Max Bill a la cabeza, a quien se le ha tributado un particular homenaje; los grandes maestros del pop, como Rauschenberg, se muestran cada vez más amigos de la pintura propiamente dicha. Acaso la sola novedad defendida como la tendencia de última hora sea el pattern painting, promovido por EEUU, a medio camino entre los textiles decorativos de los indios y el viejo patchwork familiar, aportando a la pintura nuevos valores y enriquecimientos texturales. A su vez, las mil y una variantes del soporte-superficie han sido aceptadas sin reparos por todo el mercado de arte en ese renacer internacional de la abstracción sensible y cuidado proceso de trabajo.

Si un sector ha mostrado una clara recesión ha sido el de las vanguardias o el denominado «nuevas tendencias». Lo que en certámenes anteriores fue un intento estimable de apoyar al vídeo, al filme, los performances, las instalaciones y el happening, hoy por hoy ha sido una pura parodia de los movimientos más actuales, circunscrita en una pequeña reserva que llevaba el título general «Perspectivas 79». Perspectivas de lo ya sabido y de lo no vendible o, cuando menos, de aquello que los marchantes no consideraban digno de promocionar ni en lo cultural ni en lo comercial.

Por tratarse del décimo aniversario de la feria, la Exposición Nacional Especial se ha consagrado al arte helvético bajo el título general El arte suizo desde Giacometti. Al igual que en años anteriores, EEUU, Gran Bretaña, España, Italia, Alemania Federal y Francia mostraron una panorámica de las principales corrientes del siglo; Suiza ha querido ofrecer una miscelánea de las últimas generaciones, que, pese a su internacionalismo y falta de grandes figuras, poseía una cierta personalidad en dos campos muy concretos: el constructivismo geométrico, en sus variaciones estructurales, formales y cromáticas (los famosos «Concretistas de Zurich»), y el arte surrealista y fantástico, dentro de lo que se ha dado en llamar las «mitologías individuales». Un conjunto de cincuenta obras de artistas conocidos y desconocidos, desprovistos de una identidad étnica realmente diferenciadora, pero dentro de un nivel y de una dignidad muy aceptables.

Por lo que corresponde a la participación española, cabe relacionar la presencia de Gómez Pablos, en su vertiente informalista, en la galería Art-Labor, de Barcelona; la del escultor Mendiburu y el pintor Sistiaga, en la galería Ederti, de Bilbao; la de Subirachs, ya regular, en el stand del Estudi Regomir, de Barcelona; Eduardo Arroyo, con su The story of Blanco White, y el Equipo Crónica, en el marco de la galería Flinker, de París; el grupo de realistas fantásticos (Gallardo, Capozzoli, Alcoy, Sabillón, Rovira Brull, etcétera), también habitual de Sala Gaudí, de Barcelona; la del mexicano residente en Sitges Miguel Conde, en la galería Manus, de Stuttgart; la interesante trilogía Rafael Canogar, Juan Martínez y Lucio Muñoz, en el espacio de la veterana Juana Mordó, miembro del consejo consultivo de la Feria; Genovés, Guerrero, Millares, Saura y De Vargas, en el stand gemelo ocupado por la galería Mun, de Bilbao; la aportación tradicionalista de los figurativos catalanes, en Sala Nonell, de Barcelona; Alvar y Romero, en la galería Perspective, de Baduz; el elocuente One man show de Hernández Pijuán, en el stand de galería Joan Prats y Ediciones Polígrafa; la exultante presencia de Frederic Amat en la barcelonesa galería Trece, que se transformó en la vedette de la Feria, y el siempre interesante stand de Carl van der Voort, con sede en Ibiza y Basilea, exponiendo su amplio catálogo de obra gráfica y los dibujos originales de Antoni Marí.

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