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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Franco y el Botánico

Es evidente que ni Franco ni sus ministros de Educación (exceptuando quizá a Ibáñez Martín) manifestaron interés por las ciencias naturales, en parte, tal vez, por una palurda prevención contra el siglo XVIII, y, en otra, quizá, por despecho debido a la nutrida emigración de científicos y naturalistas, entre los que descollaba la presencia fabulosa y mundialmente reconocida -aunque aquí injustamente olvidada- de Bolívar.Ahora bien, achacar el desguace del Botánico -según manifiesta su actual director -don Salvador Rivas- al anterior jefe del Estado, lo considero salirse de madre.

Las amenazas contra el jardín surgieron cuando el pintor Sotomayor dirigía el Museo del Prado. Suya fue (creo) la idea de anexionar un sector para instalar la obra de Goya pero, el Botánico se salvó, pese a que Sotomayor contaba con la particular amistad de Franco. Los sucesivos directores del jardín, a falta de atribuciones, mostraron atributos, y sus estructuras -si bien muy en precario- se iban sosteniendo a la espera de mejores días.

Y tanto es así, que, a finales de 1974 (fecha del bicentenario), el Botánico mantenía su diseño habitual, como, si el caso llega, puede demostrarse con testimonios cinematográficos.

El «jardinicidio» -según gráfica expresión de don Santiago Amón- se consumó entre los años 75 y 76, por supuesto contra viento y marea, ya que se elevaron voces y escritos en su defensa, entre ellos unos artículos del citado señor Amón aparecidos en EL PAIS, y en otras publicaciones.

A mi entender, los únicos responsables de la destrucción de lo que fue un hermoso jardín, ahora convertido en una especie de mierda irrefrenablemente cursi, son quienes lo han dirigido -es un decir- a partir de 1975, y achacar su muerte al muerto Franco es, en el más graciable de los casos, una estolidez que difícilmente pueden aceptarla los deficientes mentales. Nadie puede creer que un Franco senil y en la más absoluta decadencia se preocupase por el Botánico. Lo más probable es que ignorase su existencia. Y eso, en el supuesto de que lo hubiese sabido alguna vez. Que me perdone el señor Rivas, pero su posición se me antoja bastante poco gallarda.

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