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Las elecciones italianas

Comienza la difícil búsqueda de un Gobierno estable

Tras los resultados definitivos de las elecciones italianas, hechos públicos a primeras horas de la mañana de ayer y que confirman una profundización del retroceso del Partido Comunista italiano (PCI) -pierde el 4 % de los votos y veintiséis diputados en la Cámara de los Diputados-, los italianos empiezan a preguntarse sobre cuál será la composición del próximo Gobierno. Teniendo en cuenta el mantenimiento de la Democracia Cristiana (DC) y el levísimo avance de los partidos laicos del centro, coaligados con la DC (socialdemócratas y republicanos), los observadores se inclinan ante la posibilidad del mantenimiento de las actuales alianzas hasta que la DC reúna su congreso, el próximo otoño, y no desdeñan la hipótesis de que este centro-derecha se amplíe hacia la izquierda con la incorporación de los socialistas, antes de que finalice el presente año.

Aunque los resultados son una muestra de la estabilidad del electorado (si se hace abstracción del retroceso comunista y el avance notorio de los radicales, que han multiplicado por cinco su presencia en el Parlamento), la primera conclusión es que el electorado ha «premiado» a la Democracia Cristiana, que consolida su hegemonía en la política italiana, así como a los partidos menores centristas.No obstante, el hombre de la calle piensa que han sido unas elecciones inútiles, que repiten el mismo esquema de reparto del poder anterior a la disolución de las Cámaras, el pasado mes de mayo.

Los comentarios de la prensa independiente subrayan, por otro lado, una de las preocupaciones básicas del país: la formación de un Gobierno estable. En este sentido, no ocultan cierto pesimismo, porque consideran que ahora va a ser más difícil gobernar. La repetición de la mayoría gubernamental, con la presencia de los comunistas, parece mucho más dificil que cuando se constituyó, a finales del pasado año. Un Gobierno de centro-derecha o centro- izquierda cuenta, por el momento, con la incógnita de cuál será la actitud final del Partido Socialista, mientras se da por descontada la «oposición cons tructiva» del PCI.

El juego de las alianzas

A partir de ahora, pues, empezará a entrar en liza el sutil y bizantino juego de la búsqueda de alianzas políticas, más o menos estables, que permitan la permanencia de la actual forma de gobierno.

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De entrada, el primer ministro, Giulio Andreotti, reitera en una entrevista que hoy publica el semanario L´Espresso, su tesis de la necesidad de un proceso de «enfriamiento» de las disputas electorales, que permita «repensar» el cuadro de alianzas del futuro próximo. Para ello, nada mejor, según Andreotti, que la permanencia de la actual coalición gubernamental que él preside.

Su tesis se ha visto favorecida por los resultados electorales. Pero la gran incógnita es si será el propio Andreotti quien conduzca este Gabinete, ya que ayer el secretario general del Partido Socialista italiano, Bettino Craxi, volvió a reiterar su especie de veto a Andreotti, a quien considera «quemado», si la Democracia Cristiana, hay que insistir en ello, ha consolidado su hegemonía política, no es menos cierto que el PSI se ha constituido en una pieza determinante en el nuevo Parlamento italiano y si la DC quiere captarle, sea para un apoyo externo o para atraerle hacia el Gobierno después del otoño, tendrá que satisfacer algunas de sus exigencias.

Sociedad política paralizada

El problema es también si la DC está preparada o dispuesta para llevar a cabo la política que reclaman los socialistas. Si no se logra un compromiso con los socialistas (más difícil será hacerlo con los comunistas), Italia podría verse abocada a una cuarta disolución anticipada de las Cámaras legislativas.

Un factor a tener en cuenta es el crecimiento del descontento hacia la política de pactos entre los partidos. Esto se traduce en el salto hacia adelante del Partido Radical, y en el hecho, sin precedentes, del aumento del abstencionismo, y de los votos nulos o en blanco. Es decir, se ha ampliado el sentimiento de la necesidad de una renovación de la sociedad política italiana que, según este voto de protesta, está paralizada por la maquinaria de los grandes partidos. Este sentimiento es mayor entre los jóvenes (más de cinco millones con derecho al voto).

En la izquierda italiana se abre ahora un período de reflexión. El PCI no ocultó la necesidad de reflexionar sobre la pérdida de votos en las grandes ciudades (5 % menos en Roma y casi el 7% hacia abajo en Nápoles) y en el Sur, en las zonas más deprimidas económicamente de Italia.

Unidad nacional

En Botteghe Oscure, sede del PCI en Roma, insisten en que no hay que dramatizar el retroceso obtenido, ya que el porcentaje obtenido es superior aún al logrado por el PCI en las elecciones generales de 1972. Consideran que el espectacular avance de 1976 fue un hecho excepcional. Sin embargo, el hecho de que el PCI, por primera vez en la historia italiana de la posguerra, haya perdido votos (y los ha perdido por su izquierda o la contestación), es algo que no dejará de tener impacto psicológico entre los seguidores del segundo partido italiano.

A partir de ahora, vuelven a primer plano los graves problemas de Italia: subdesarrollo del sur, marginación, más de un millón de parados, crisis energética y nuevo despegue inflacionario. Las fuerzas sociales y económicas contemplan los resultados electorales con diferente óptica: decepción entre las fuerzas sindicales, incluida la democristiana, y satisfacción en las dos grandes asociaciones empresariales (Confindustria y Confinagraria, que han apoyado a la DC en las elecciones) por el retroceso comunista. La Bolsa, respondió, también, con una prudente subida de tres puntos.

En cualquier caso, los conflictos sociales están a la vuelta de la esquina: el día 22 empiezan los metalúrgicos con una huelga general y una manifestación en Roma, por el retraso en la negociación de los contratos de trabajo, retraso « electoralista », ya que el Gobierno no quiso afrontar el problema en período electoral, pero sí se decidió a aumentar por decreto los sueldos de funcionarios civiles y estatales.

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