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Tribuna
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Las relaciones entre el Estado y la Iglesia polaca son atípicas

Juan Arias

La diferencia de Hungría o Yugoslavia con Polonia es que la Iglesia nunca ha renunciado a un papel autónomo y ha sido siempre una verdadera protagonista de la vida de la nación. De hecho, la Iglesia polaca ha querido siempre dar una mano a su país en los grandes conflictos sociales y políticos, e incluso contra la voluntad del Vaticano, el cardenal Wiszynsky, que se lamentaba siempre en Roma «que el Vaticano no les comprendía», hizo una especie de pequeños concordatos por su cuenta con el Estado.En este momento existe un diálogo «aunque no fácil». La Iglesia desearía recibir una legitimación jurídica, firmar un concordato. Pero como afirman los expertos, el problema no es sólo jurídico. En realidad se trata de la presencia de una Iglesia profundamente religiosa, con una visión de la sociedad y de la vida diametralmente opuesta, por lo menos, a la «oficial del sistema comunista, ateo, de Polonia».

No es verdad que en Polonia la masa de los católicos se hayan convertido al socialismo. Para unas relaciones mínimamente posibles haría falta una mayor lealtad de la Iglesia en relación con el sistema socialista, y por parte del Estado una mayor lealtad en respetar la separación real de Iglesia y Estado, que hoy no existe, porque en efecto la Iglesia tiene poca libertad, no existe jurídicamente, no puede ni nombrar sus obispos ni organizarse libremente.

«No es posible hablar de separación entre Iglesia y Estado si después el Gobierno debe decidir lo que tiene que hacer y cómo tiene que hacerlo la Iglesia», dijo Barberini.

Por otra parte, la Iglesia es la organización más fuerte del país; más aún que el partido.

Diálogo difícil

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Según K. S. Karol, uno de los mayores especialistas en los problemas de las sociedades socialistas, el problema es también dificil porque no se puede resolver en el campo ideológico, ya que «se trata de dos fuerzas totalitarias -que poseen una concepción opuesta de la vida». En Polonia tampoco es fácil el diálogo entre cristianos y marxistas porque en realidad «no hay marxistas».

El partido se ha burocratizado. vaciado de ideal. Su única preocupación actual es la de luchar contra el absentismo en el trabajo, contra el alcoholismo y contra la lucha a la pobreza. Las diferencias entre Pobres y ricos no es menor que en Italia, por ejemplo. y la corrupción es evidente en tantos sectores de la vida nacional.

Por eso, según declaró Karol a un grupo de informadores en una de las últimas reuniones de dirigentes polacos, se habían manifestado sin demasiado pudor que por lo que se refiere al problema de los católicos «quizá el Estado se haya equivocado. porque en realidad la Iglesia en Polonia es una real fuerza social y moralizadora que estimula a trabajar, a mantener los valores de la familia y defiende la ética del sacrificio». El Gobierno polaco estaría dispuesto a que los católicos entraran al partido, pero es la Iglesia y el Papa quienes se oponen. En realidad, dijo Karol, la Iglesia polaca es una fuerza pro gresista, es el punto de agregación del disenso, donde encuentran puesto todo los explotados y perseguidos. Es auténtica desde que es pobre y sin poder, pero nunca ha aceptado pactar políticamente con el régimen del que se siente orgullosa de discrepar.

Según Han Jacob Stehle, autor de un reciente volumen sobre la Ostpolitik del Vaticano, en Polonia la Iglesia tiene una gran fuerza espiritual y una gran pobreza material. Al contrario, el partido tiene la fuerza material, pero un gran vacío espiritual. La Iglesia polaca nunca ha sido la Iglesia del silencio, hasta el punto de que había sido dejada un poco en olvido por el Vaticano, porque pensaba que «la iglesia polaca se sabe defender por sí misma».

Por lo que se refiere a lo que podrá significar el viaje del Papa en Polonia, el famoso escritor alemán ha afirmado por qué «no se puede, en vísperas del viaje, hacer profecías porque todo es posible». Dependerá en parte también del medio millón de emigrantes que estará presente.

Ya el hecho de esta presencia religiosa del Papa en el corazón de un bloque político que oficialmente «combate como programa la religión», es una «gran provocación». Baste pensar en lo que significará la misa del Papa y de todos los obispos en la famosa plaza de la Victoria, de Varsovia. Allí indudablemente, dijo Stehl, se dará la vuelta a la tortilla, y la «victoria» será la de la religión contra, el ateísmo.

Los efectos pueden ser dos: una mayor «distensión», si el viaje demostrara que en realidad la religión es menos provocadora de lo que parece, o de «rigidez», si se viera el viaje del Papa como un peligro para el bloque soviético. Al parecer, el Gobierno intentará presentar a la religión como un fenomeno más bien «folklórico-polaco», que puede ser empleado «como cemento para la unidad nacional».

Mientras tanto, los cuarenta discursos que el Papa pronunciará en su viaje están siendo objeto de detallado análisis por los expertos de la Santa Sede, y sobre todo, por el nuevo secretario de Estado, Casaroli, que es el gran experto vaticano de la Ostpolitik. Se está evitando, han asegurado a EL PAÍS fuentes muy bien informadas del Vaticano, todo lo que pueda significar una provocación o una revancha de la Iglesia contra el Estado, sobre todo porque el Papa sabe mejor que nadie en qué dificultad puede meter no sólo al Gobierno polaco, sino también a todo el difícil equilibrio político mundial.

Otros observadores afirman, por su parte, que el papa Wojtyla no renuncia al sueño de que Polonia, sea el puente de ruptura pacífica entre las dos Europas para que acaben abrazándose.

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