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CINE

Los sobrevivientes

Tanto la literatura como el cine de anticipación suelen encerrar en sus imágenes o páginas más descripción que narración, más espacio dedicado a cómo será el mundo en los próximos tiempos que a aquello que sucederá a los que por ventura o por desgracia lleguen a conocerlos.Entre las teorías que anticipan el final de la vida en nuestro planeta se halla aquella que explica tal desenlace por el enfriamiento progresivo o repentino de la corteza terrestre. A este final, a estos días postreros se refiere el filme de Altman, admirablemente realizado, muy bien ambientado, y en cuyo elenco de intérpretes destaca, junto a Paul Newman y Vittorio Gasman, Fernando Rey en un papel muy por encima de sus empeños habituales. Altman y sus colaboradores han escrito un guión, tal como suele suceder en estos casos, a medias entre la realidad y la metáfora, en una ciudad abandonada entre los hielos, donde sólo el juego supone una razón de vida para los últimos supervivientes que la habitan. Este juego, que encierra en sí la filosofía, el arte, la fe de esta última generación en pie para la que no existe la esperanza, da nombre a la película y a la vez enfrenta a los diversos personajes, en un duelo que, del azar a la violencia, acabará eliminándolos, uno tras otro, en una serie de muertes rituales.

Quinteto

Producida y dirigida por Robert Altman. Fotografía: Jean Boffety. Música: Tom Pierson. Intérpretes: Paul Newman, Vittorio Gasman, Fernando Rey, Bibi Andersson, Brigitte Fossey, Nina van Pallandt, Davig Langton. Estados Unidos. Anticipación. 1978. Local de estreno: Urquijo.

Tal historia, cargada de alusiones y de una particular seudofilosofía muy propia de este tipo de anécdotas, a veces resulta difícil de seguir, a pesar de que el realizador va dándonos las claves desde el momento en que el filme se inicia. Mas, a pesar de todo, se trata de una metáfora más para aficionados a los que se ha dado en llamar ciencia-ficción, aunque de ciencia tenga poco, que para un público habituado a realizaciones más espectaculares. Altman seguramente fue consciente de ello desde un principio, pero, aunque menos conceptuoso que Solaris, este Quinteto se mueve más en la órbita del realizador soviético que en la vertiente de la Odisea de Kubrick, por ejemplo. Sin despegar demasiado de la tierra, Altman, a medias entre lo real y lo fantástico, consigue darnos esa especial sensación de muerte que señorea con su blanco manto de hielo y nieve la película. Ello unido al rigor y el sabio manejo de vestuario, decorado y música, logra a veces secuencias tan excelentes como la del río helado.

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