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Juan Pablo II aleja al Vaticano de la contienda

Juan Arias

Una de las tantas incógnitas de las próximas elecciones políticas italianas es el hecho inédito de un Papa en Roma«no italiano». A esto hay que añadir que se trata de un Papa que viene de un país comunista. ¿Qué efecto puede tener esto en los diversos partidos? Hasta Pablo VI no era un secreto que el Vaticano y toda la Iglesia italiana se han puesto en marcha siempre a favor de la Democracia Cristiana, considerado por antonomasia el partido de los católicos. Los obispos ponían a disposición de los párrocos dinero y apoyo para contribuir a la campaña electoral y llegaban puntuales las llamadas de la Conferencia Episcopal y del Papa a la «unidad política de los católicos». Famosos fueron siempre los anatemas contra quienes votaban comunista, por ejemplo.Hay que reconocer que con este Papa polaco las cosas han cambiado. Hay quien dice «sustancialmente», aunque la mayor parte de los observadores piensa que se trata más bien del modo. Por lo menos hasta el momento Juan Pablo II no ha intervenido directamente en esta campaña electoral y la Conferencia Episcopal que se ha reunido hace unos días por vez primera. no ha dado indicaciones concretas para que los católicos voten un determinado partido ni ha hablado de unidad política de los católicos.

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Por otra parte. el nuevo secretario de Estado, monseñor Casaroli, es conocido corno el hombre de la Curia más contrarío a la injerencia de la Santa Sede en la política italiana, mientras el nuevo sustituto de la secretaría de Estado, por vez primera no es un italiano. Lo es el español Eduardo Martínez. Y en la Conferencia Episcopal italiana se ha dicho que un obispo es claramente un pastor, no un político, e un amante de la religiosidad popular.

Se trata de monseñor Ballestero, arzobispo de Turín. Lo llaman el obispo de la «sábana santa», porque es quien ha dado mayor impulso a la famosa reliquia presente en la catedral de Turín. Ballestero sin ser cardenal. había sido en e último cónclave un candidato al papado.

Vuelta a los valores tradicionales

El clima, pues, ha cambiado. Pero esto no quiere decir que el Vaticano y la Mesia italiana, a pesar de ser el Papa extranjero, no se estén moviendo en estas elecciones. Por lo que se refiere al Papa, indirectamente está contribuyendo no poco a una vuelta a los valores tradicionales. Hasta el punto de que los obispos «esperan los frutos del milagro Wojtyla». En realidad, con sus audiencias oceánicas, con su infatigable pastoral en las parroquias de Roma -que no ha interrumpido ni durante la campaña electoral como hubiese preferido la izquierda- con sus llamadas continuas al respeto a los derechos humanos hechas a los países comunistas y con sus intervenciones contra el aborto y el divorcio y a favor de los valores tradicionales de la familia y de la religiosidad, ha preparado un terreno fértil para que, por lo menos, la gente pierda las ganas de votar a la izquierda.Zaccagnini, en una entrevista con el director del diario La Repubblica, a la pregunta de si Wojtyla estaba ayudando a la DC, respondió que «ni siquiera sabe dónde están nuestras oficinas». Pero lo cierto es que el único gesto realizado por el Papa en Roma, en plena campaña electoral, fue un regalo para el partido de Zaccagnini, hecho con gran fuerza. Durante una de sus salidas, concretamente a la Iglesia polaca, el Papa, al pasar cerca de la calle Caetani, donde se había descubierto dentro de un coche el cadáver del presidente de la DC. Aldo Moro. asesinado por las Brigadas Rojas, hizo detener su coche. se bajó y estuvo en oración por unos minutos. La foto de Juan Pablo II rezando ante un lugar sagrado para los democristianos fue, dijeron algunos políticos, la más fina publicidad al partido del político asesinado.

Sugerencias indirectas

Los obispos, por su parte, aunque es cierto que no dieron sugerencias sobre el partido que deberían votar los católicos, lo hicieron indirectamente con una llamada a la conciencia de los creyentes indicándoles, con la aprobación explícita del Papa, por quiénes «deberían votar». Tampoco aquí nombraron partidos concretos, pero no era necesario. Estas fueron las palabras del documento final de la Conferencia Episcopal leído ante el Papa el día de su cumpleaños, a su regreso de la basílica de Montecasino: «No toda adhesión política es coherente con el Evangelio», y añade, «en concreto, hay que excluir cualquier apoyo a propuestas políticas que por lo que se refiere a cuestiones fundamentales sobre los auténticos valores del hombre, como las que refieren a las libertades civiles y religiosas, a la construcción de una sociedad más justa, a la estabilidad de la familia, al respeto de la vida humana inocente, propugnan soluciones en contraste con los principios acerca de los cuales la conciencia cristiana no puede aceptar ni disociaciones ni compromisos.» Y pide también que se vote a los candidatos «más serios y honrados».Por vez primera, hay que reconocerlo, no se nombra la palabra «marxismo» y se ve la preocupación de la Iglesia de no querer identificarse plenamente con la Democracia Cristiana como único partido de los católicos. Pero quien entiende el lenguaje eclesiástico sabe muy bien que, en realidad, con estas palabras los obispos piden a los católicos que no voten ni la extrema derecha ni los partidos de izquierda, sobre todo los comunistas y radicales.

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