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Cajero muerto por la espalda en un atraco

Antonio Jiménez López, de treinta años de edad, cajero de la sucursal bancaria de Banesto instalada en la calle de Cantalejo, número 3, resultó muerto ayer de un disparo por la espalda en el curso de un atraco. Unos segundos antes, tres individuos armados, respectivamente, con escopetas de cañones recortados y con una pistola, hablan exigido la entrega del dinero depositado en la caja.

Cuando Antonio Jiménez abrió la puerta de su cabina blindada para franquearles el acceso, y sin que mediase causa alguna, fue ametrallado por el asaltante que se había apostado detrás de él. Inmediatamente, el grupo se apoderó de 200.000 pesetas y huyó. Antonio Jiménez fallecería poco después de ser ingresado en la Clínica Puerta de Hierro.La sucursal bancaria asaltada ocupa uno de los locales del pequeño centro comercial de la calle de Cantalejo, próxima a la ciudad residencial de Puerta de Hierro. Ello podría suponer que los clientes y los encargados de atender la droguería, el supermercado o cualesquiera otros establecimientos podrían aportar datos que permitiesen fijar los rasgos personales de los atracadores. Sin embargo, todos ellos acusaban ayer la vibración especial que sigue indefectiblemente a los hechos violentos: la florista, cuyo puesto apenas distaba veinticinco metros del banco, ni siquiera escuchó el disparo que hirió mortalmente a Antonio Jiménez. En las próximas horas, los vecinos tendrán que decidir qué es lo que no oyeron o lo que preferirían no haber oído.

En todo caso, los hechos pueden reconstruirse en términos escuetos, pero precisos. A las 10.05 de la mañana, dos hombres encapuchados en medias de nylon y un tercero con la cara descubierta entraban en la sucursal. En el interior, cinco empleados y sólo un cliente iniciaban lo que hasta aquel momento parecía ser una mañana tranquila.

Los asaltantes emplearon las fórmulas habituales para convencer a los presentes de que aquello era un atraco, Antonio Jiménez, convencido de que no bromeaban, decidió abrir la puerta acorazada y salir al exterior; entre tanto, un cuarto delincuente esperaba en la calle, al volante de un Seat 124 rojo, que los pandilleros habían robado para hacer el trabajo. El desarrollo posterior del suceso fue muy rápido: en el instante en que Antonio Jiménez abandonaba la cabina, un atracador le destrozó la espalda con un disparo de escopeta; la escasa distancia y la munición empleada, postas de caza mayor, le infirieron lesiones gravísimas. Luego, el grupo se apoderó de las 200.000 pesetas y huyó; pasados unos minutos, el cajero, todavía con vida, era ingresado en la Clínica Puerta de Hierro por un particular.

Tres horas después, cuando la policía comenzaba a interpretar las primeras pesquisas, y ya se había confirmado la muerte del cajero, los cuatro empleados que habían sobrevivido al suceso salían muy pálidos de la sucursal.

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